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Este es un testimonio de dolor y resistencia, de horror y humanidad.

 

El doctor Mohammed Qudaih vivía con su familia en Khuzaa, al sur de la franja de Gaza, a menos de un kilómetro de la valla de la infamia, a menos de un kilómetro de las torretas militares, los tanques, los cañones y los francotiradores de las fuerzas sionistas, a menos de un kilómetro de lo que también es Palestina, la Palestina invadida y ocupada por esa entidad artificial conocida como Israel, creada por las naciones imperialistas hace menos de 7 décadas sobre un territorio arrebatado a sangre y fuego a sus habitantes ancestrales. Este no es un testimonio sobre lucha entre religiones o ideologías, esta es la historia de un genocidio, de un brutal y vil robo de tierras, es la sanguinaria historia del colonialismo.

 

Mohammed, un médico cirujano muy querido por su comunidad trabajaba en su pequeña clínica cuando empezó la agresión israelí contra Gaza el pasado mes de Julio. Él y su familia decidieron permanecer en Khuzaa a pesar de que los bombardeos arreciaban. Arreciaban especialmente contra los “objetivos militares” predilectos de Israel: hogares, escuelas, hospitales, ambulancias…

 

Pronto su minúscula clínica fue llenándose de heridos y vecinos quienes creyeron que un centro de salud sería un refugio más seguro contra las bombas de 1 tonelada lanzadas desde la cobarde distancia de los aviones F16 israelíes. Tristemente todos se equivocaron.

 

Muchas de las familias heridas dentro de sus hogares bombardeados fueron atacadas nuevamente cuando las fuerzas de ocupación penetraron por tierra hasta Khuzaa con toda su poderosa maquinaria de guerra financiada por las mal llamadas “democracias” occidentales, adalides de la “libertad”, defensoras de la “civilización”, constructoras de un sistema donde todo puede comprarse y venderse, ser robado o aniquilado, un sistema donde la verdad y la vida no valen nada.

 

Muchos de los pobladores de Khuzaa sobrevivientes al horror del primer ataque, heridos pero con posibilidad de salvarse, fueron asesinados cuando recibían la precaria atención médica que les brindaba el doctor Mohammed en el consultorio y en su propia casa colindante a la clínica, ambas atiborradas con centenares de refugiados y heridos.

 

Los hiyad (velos) de las mujeres se transformaron bajo los disparos de francotiradores en ensangrentadas vendas para frenar las hemorragias de los niños, mujeres y hombres heridos, cuyas graves lesiones fueron infligidas con saña mayormente en tronco y cabeza. La mesa de la cocina se volvió mesa de operaciones, los pequeños baños sin ventanas se convirtieron en frágiles refugios inservibles contra la andanada de bombas y tiros de fusil, la clínica se transformó en tumba, el miedo se transformó en horror, la sangre en río, la vida en muerte.

 

Ahmed, el joven hermano del doctor Mohammed, de apenas 22 años de edad, moriría desangrado por disparo de mortero mientras auxiliaba a una mujer dentro del patio de la pequeña clínica, 130 personas más serían asesinadas cobardemente por las fuerzas de ocupación sólo en esa zona de Khuzaa, 520 más fueron heridas, la mayoría mujeres y niños con lesiones de gravedad, dadas las armas de guerra utilizadas por Israel contra esta población civil, desarmada e inerme. Más de 500 hogares fueron también completamente arrasados en Khuzaa durante los 51 días que duró la masacre. Masacre que ahora continúa ante el silencio de la ONU, demás organismos supuestamente responsables de velar por los derechos humanos, la comunidad internacional y los medios de “comunicación”.

 

El padre de Mohammed me señala el sitio en la clínica donde fue asesinado por Israel su otro hijo, Ahmed, un joven de tan solo 22 años de edad, mientras auxiliaba a una mujer herida.

Gaza sigue bloqueada por tierra, mar y aire, cerrada a cal y canto, muy lejos de la reconstrucción, muy lejos de la libertad, muy lejos de la justicia, pero resistiendo, porque aquí el dolor también se transforma en lucha, la muerte en vida, la opresión siempre se convierte en Resistencia.

 

Y la Resistencia contra el invasor liberará, más temprano que tarde, a Palestina.

 

(Texto y Fotos Valeria Cortés desde Gaza, Palestina)

 

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