frontera-p.jpg

Para decir que se “conocen las fronteras con Colombia”, no es la simple cuestión de haberlas visitado dos o tres veces.

 

Se requiere conocer a sus gentes, de aquí y de allá, vivirla, recorrerla y cerciorarse de las particularidades de cada zona. No es lo mismo lo que sucede en Guasdualito, ni la vida en ese pueblo, que en Ureña.

 

Yo no he estado sino circunstancialmente, pero me han contado en abundancia. Casi puede afirmarse que todos esos kilómetros de fronteras están controlados por paramilitares, en primer lugar, y en algunas regiones, junto a los elenos, narcotraficantes, las guerrillas venezolanas y cada vez menos, los faracos. Las Fanb vigilan de este lado.

 

La vida económica, casi toda ilegal, ha sido y sigue siendo tan intensa que han surgido varios pueblos, hoy muy activos, todos del lado colombiano y, como pueden imaginarse, dependiendo del contrabando; y dominados por los paramilitares, que les cobran altas vacunas por su “protección”.

 

La zona urbana está igualmente controlada. A Ureña, por ejemplo, la dominan de forma absoluta los paramilitares, nada se mueve sin sus órdenes. En otro extremo, en Guasdualito (Apure), el control se lo han repartido y la han convertido en “una ciudad segura”, con severas advertencias a quienes delinquen y, finalmente, San Cristóbal, “respetan” a las autoridades policiales y militares, pero acosan a sus habitantes con los sobreprecios y la escasez.

 

Es comentario público que los dos jefes de un sector llamado La Invasión son la Vieja, en Los Rastrojos, que controla San Antonio, Palotal y otras poblaciones y caseríos, pero perdió su ayudante (la Niña), quien estuvo vinculado a los grupos de Álvaro Uribe, cuya detención fue anunciada hace poco por el propio presidente Maduro. Pero se dice que el jefe absoluto, seguramente vinculado a la poderosa mafia que controla la delincuencia antivenezolana, es Jofre Rodríguez y su segundo el “teniente Rodríguez”.

 

El control que ejercen todas esas fuerzas sobre la zona fronteriza tiene muchas expresiones de las cuales se pueden señalar:

Contrabando de extracción que nutre a casi 10 millones de colombianos, hoy limitado con el cierre de la frontera.

El dominio o control de las ciudades ya citadas, con especial énfasis del sector llamado La Invasión.

La extorsión permanente a los consejos comunales campesinos.

El control de los negocios levantados en varios sitios de la frontera (en el municipio Páez).

La transferencia de miles de litros de gasolina hacia Colombia.

La penetración de drogas en San Fernando de Apure.

La infiltración y mantenimiento de grupos paramilitares en varias zonas del país.

El manejo de operaciones de cambio monetario a través de varios centros operativos en Cúcuta.

La capacidad de reclutar jóvenes venezolanos de la zona para ser sumados a sus filas y ser entrenados como sicarios o correr el riesgo de ser asesinados.
Etcétera.

 

(Eleazar Díaz Rangel)