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El connotado periodista y analista político, José Vicente Rangel, en su artículo de este lunes titulado “Dialogamos o nos matamos”, emite ciertas consideraciones respecto a la delicada situación que se presenta en el país, en el mismo sugiere que es imprescindible el diálogo, de lo contrario no habrán respuestas positivas a la crisis.

 

En este sentido, Rangel especifica lo que rodea a este planteamiento y que a su juicio se hace ineludible; sin embargo no sabe cómo algo tan elemental resulta dificultoso para comprender. Asimismo y a través de su columna “El Espejo” trata otros temas de interés nacional.

 

A continuación el artículo completo:

1.- El dilema es claro. Contundente. O hay diálogo o no hay solución de la grave situación venezolana. El diálogo no es la panacea que todo lo resuelve, y sería insensato ver esa opción con características de milagro. Pero es la que permite asumir la solución de los problemas que presenta el país con visión de conjunto. Garantizando la participación y los aportes indispensables que requiere la situación en que se encuentra la economía, el sistema financiero y la productividad que urge poner en marcha.

 

2.- No sé por qué algo tan obvio resulta difícil de entender. El diálogo tiene enemigos, tanto francos como emboscados. El dogma preside las actitudes hostiles. El fanatismo alimenta el rechazo. La creencia de que diálogo es sinónimo de capitulación, declinación de principios, entrega, turbias concesiones al adversario, está muy arraigada en dirigentes que carecen de cultura política, o que se sienten inseguros para dilucidar ante el adversario temas que no dominan. Cuando en verdad es todo lo contrario. Se recurre al diálogo cuando hay capacidad para debatir temas complicados. Cuando se tiene coraje suficiente para confrontar con la otra parte. Cuando se dominan los temas. Cuando se busca resolver situaciones críticas y se sabe hasta dónde ceder y hasta dónde no. Pero por sobre todas las cosas, cuando se está consciente que hay que sentarse en torno a una mesa para evitarle males mayores a un país, a una causa. Cuando se tiene la certeza de que si no se apela a este recurso, la dinámica de los acontecimientos, en momentos de aguda crisis, conduce fatalmente a dolorosos desenlaces.

 

3.- En el mundo ha habido infinidad de momentos en los que el diálogo sirvió para encarar la violencia. Para impedir la estúpida eternización de conflictos. Para restablecer el derecho a la vida en paz y acabar con matanzas que parecía que nunca acabarían. Aquí mismo, al lado, un vecino tiene más de 50 años desangrándose y ahora, según parece, el diálogo, desechado y saboteado en infinidad de oportunidades, le pone punto final al drama. En Venezuela la violencia fratricida, que comienza en la década de los 60 y se cobra en vidas de jóvenes la irracionalidad de una política que no fue capaz de reconocer el valor de los principios por los cuales aquellos se sacrificaban, cesó cuando una iniciativa de paz, fundada en el dialogo, resolvió la situación.

 

4.- En Venezuela el mandato de diálogo es ineludible. Si no se asume con audacia ninguno de los problemas se resolverá. No hay argumento válido para desconocer esta verdad. Las elecciones del 6-D, más allá del resultado, confirmaron la calidad democrática del venezolano. Pese a prácticas desestabilizadoras e injerencia exterior que buscaban el colapso de las instituciones, se impuso la voluntad del pueblo a vivir en paz. La instalación pacífica de la Asamblea Nacional con mayoría opositora, fue otra demostración de madurez cívica. Y la presentación del mensaje del presidente Maduro ante un Poder Legislativo presidido por uno de los jefes más pugnaces de la oposición, en sana paz, en un escenario distendido –parecíamos suizos–, así como la invocación por ambas partes de la necesidad de dialogar, son señales, al menos por ahora, de que algo empieza a cambiar. Que se abre paso la sensatez y se valora la importancia de dialogar. ¿Con ello se rompe el fatal dilema que sirve de título a esta columna? Veremos…

 

Laberinto

 

* Inevitable un debate sobre el tema militar. No hay que eludirlo y debe abordarse con sensatez. Responsablemente. Porque ya el tema no es tabú. Chávez lo desmitificó. Y ahora, a diferencia de lo que ocurría en el pasado, cualquier ciudadano en la calle opina sobre el papel de los militares –lo exalta o repudia– porque éste perdió la carga sediciosa que lo caracterizó y se apoya en la Constitución bolivariana. En los escarceos polémicos cuando se instaló la Asamblea Nacional, afloraron dos posiciones. Una fue la que manifestó el general en jefe Padrino López que recogió lo que hoy es la institución castrense y consagra la Constitución. Nada de la falacia sobre el “apoliticismo” de la institución, y sí, el reconocimiento a su carácter político y pacifico. Otra, la de Ramos Allup, que insistió en lo contrario y deslizó la sospecha que los militares son, potencialmente, una amenaza golpista. Pero no hay por qué alarmarse hoy con lo que se dice en un debate sobre la institución militar, por la estridencia que se emplee, siempre y cuando discurra en el marco legal. En este contexto es preferible el desahogo a la omisión silenciosa que muchas veces abre las puertas a la conspiración. Lo cual sí es inaceptable…

 

* Por cierto, en la polémica sobre el retiro de los retratos de Bolívar y Chávez de la Asamblea Nacional, el problema realmente lo suscita la manera como se llevó a cabo la operación. Que el presidente de la AN apareciera dirigiéndola personalmente, profiriendo palabras despectivas, con una fuerte carga de desprecio, es lo que desata la crítica. Muchas veces, como se suele comentar en corrillos políticos, el pecado no está en el hecho en sí mismo, sino en el escándalo…

 

* Hay políticos que parecen no tener el menor sentido del ridículo. Eso pasa, por ejemplo, con Mariano Rajoy y su canciller. Tiene a España descuadernándose, con Cataluña a punto de independizarse, con una crisis económica atroz y un desempleo galopante. Rajoy aún ejerce la presidencia del Gobierno, pero ya no lo es. Sin embargo, tiene los riñones de criticar a Venezuela y aconsejar a Maduro…*LO QUE actualmente se debate en la MUD, y tensa la situación interna, es el revocatorio de Maduro, al cual Ramos Allup, sin consultarlo, le puso plazo: 6 meses. Los tres factores de peso en la alianza, Primero Justicia, Acción Democrática y Un nuevo Tiempo, están en desacuerdo con el planteamiento. Consideran que la AN debe dedicarse a los problemas que afectan directamente al pueblo. Lo económico. Lo social. Es decir, desabastecimiento, inflación, costo de vida, inseguridad. Temas como el revocatorio presidencial se deben omitir y seguir el calendario electoral normal. De esta posición discrepan Voluntad Popular, partido de López, y María Corina Machado. ¿Por qué entonces la actitud de Ramos Allup? Por algo será. Porque el líder de AD no da puntada sin dedal…

 

* Acabo de leer un libro estremecedor, Autobiografía de un Rebelde, de Manuel Cabieses, periodista chileno, preso y torturado durante la dictadura de Pinochet. Son muchas las enseñanzas que emanan de este libro escrito a base de amargos recuerdos; de episodios vividos por el autor en el mundo concentracionario de militares traidores, empresarios, la derecha y la Democracia Cristiana, tutelados por los gobiernos de EE.UU. Hay un pasaje del libro que lo viven gobiernos progresistas de la región, Brasil, Ecuador, Bolivia, Argentina y Venezuela, que cito: “El golpe de Chile confirmó que los medios de comunicación constituyen el arma más importante en la preparación del golpe de estado. La experiencia chilena se ha repetido en numerosos casos, uno de los más connotados es Venezuela donde, sin embargo, la guerra mediática, sumada a la guerra económica, no ha conseguido hasta ahora sus objetivos”. Agrego: pero no desisten…

 

* ¿Qué hay detrás del asesinato del excelente periodista y amigo Ricardo Durán? Urge una investigación a fondo. Muy seria. La reclama el país conmocionado por el crimen y la inseguridad en general. La reacción de la colectividad en este caso no solo es por el afecto que despertaba Durán como profesional honesto, sino porque el delito se apodera del país.

 

(LaIguana.TV/ÚN)