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La Revolución enfrenta una conjunción de amenazas especialmente grave.- No es conveniente subestimar la amenaza que existe en estos momentos en contra de la Revolución Bolivariana. Cierto es que llevamos ya 17 años con los adversarios empeñados en ese mismo afán, pero en el presente se conjugan de manera excepcional situaciones estructurales y coyunturales que no tienen precedentes y que ameritan precauciones muy especiales.

 

En correcto orden marxista de análisis, el primero de esos factores es la delicada situación económica, producto de la caída de los precios petroleros y de la determinación del aparataje capitalista nacional y global de “hacer chillar” a la economía venezolana. Ese clima tormentoso es el territorio abonado para una gran operación que tiene al descontento popular como ariete.

 

El segundo componente, muy asociado al primero, es el internacional. La ofensiva contra Venezuela tiene las características de un remate de faena taurina. Luego de hacer retroceder a las fuerzas progresistas en Argentina (con el triunfo de la derecha empresarial) y en Bolivia (con la derrota de Evo Morales en el referendo), el imperialismo y sus adláteres, con la maquinaria mediática como fuerza de choque, han logrado poner contra las cuerdas al Brasil progresista. En ese escenario, les falta dar la estocada final contra Venezuela para poder anunciar formalmente el retorno del continente al redil neoliberal. En tal contexto se inscribe la solicitud de la opositora Asamblea Nacional de que se invoque la Carta Democrática contra el gobierno de Nicolás Maduro. Y también la decisión del gobierno de Barack Obama de mantener en vigencia el decreto contra Venezuela.

 

El tercer elemento es el conflicto político interno, derivado de la estratégica victoria opositora en las parlamentarias del 6D. Como era previsible, la Asamblea Nacional bajo control de la contrarrevolución ha tratado de instaurar una especie de gobierno parlamentario paralelo que hace exactamente todo lo contrario que el Ejecutivo Nacional. La actuación del Tribunal Supremo de Justicia ha impedido que algunas de las leyes antipopulares aprobadas entren en vigencia, pero con cada nuevo episodio se le da otra vuelta de tuerca al conflicto institucional en desarrollo.

 

Como parte de ese tercer elemento, pero con una significación muy especial, tenemos el resurgimiento –estrictamente planificado– de la violencia callejera, a cargo del ala pirómana de la oposición, pero con el consentimiento silencioso del ala supuestamente moderada. Como ha ocurrido en otras ocasiones, los disturbios focalizados comenzaron en San Cristóbal y Maracaibo, pero no deben tardar en aflorar de nuevo en otros lugares habituales, incluyendo Caracas y Valencia. Muchos de los elementos extremistas que hasta ahora se han abstenido de incurrir en actividades violentas por temor a ser detenidos y sometidos a juicio, se sentirán estimulados a hacerlo pues confiarán en que, aun en el caso de que no logren el objetivo de sacar a Maduro del poder, tendrán el manto de impunidad que les proporcionará la Ley de Amnistía, pues este instrumento, como se sabe, contempla el perdón para delitos que aún no se han cometido.

 

Particularmente nocivo en este cuadro de tormenta perfecta es el factor moral. La Revolución Bolivariana enfrenta este trance muy debilitada en el terreno ético, afectada por la corrupción de altos funcionarios civiles y militares y por el contagio que se observa en cuadros medios y hasta en personas de las bases que, con la excusa de la supervivencia, se han sumado a la ola de especulación y bachaqueo. Cierto es que el gobierno ha tomado medidas enérgicas, alcanzando a individuos de rangos importantes, pero aún prevalece la sensación de que las mafias tienen el control de aspectos claves de la vida nacional, entre ellos el abastecimiento  de los bienes más necesarios.

 

Finalmente, un factor de carácter natural ha sobrevenido para convertirse en catalizador de la situación general: el fenómeno del Niño, que causa graves problemas tanto para el suministro de agua como para la continuidad del servicio de electricidad. Las fallas en estos renglones vitales pueden tornarse en disparadores de acciones desestabilizadoras a gran escala, incluso con el concurso de fuerzas extranjeras, pues ya han adelantado que actuarán si se presenta un cuadro que pueda ser calificado como “crisis humanitaria”.

 

La somera revisión del panorama nacional y de su contexto mundial apunta a la urgencia de tomar todas las precauciones posibles. Es cierto que  la oposición lleva 17 años tratando de expulsar del poder a la Revolución Bolivariana. Es cierto que la única vez que lo lograron, solo aguantaron 47 horas en su rol de usurpadores. Es cierto que desde el primer día del gobierno de Nicolás Maduro dijeron que estaría fuera en cuestión de pocos meses, y ya lleva casi tres años. Todo eso es cierto, pero también lo es que hoy estamos más vulnerables que en otros tiempos y que la contra ha logrado acumular fuerzas en Venezuela y en el continente. No está de más dormir con, al menos, un ojo abierto.

 

(Clodovaldo Hernádenz / [email protected])