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Ante la parálisis política que embarga a la derecha venezolana y en el marco de su limitada generación de expectativas mediáticas en relación a la ruta que según ellos culminará en la salida del presidente Nicolás Maduro, los «medios independientes» en Venezuela, que funcionan más bien como una oficina de prensa gestionando la agenda política de actores internos y foráneos, son los que están a la cabeza de las maniobras de intoxicación dirigidas a demonizar por la calle del medio al aparato de seguridad del Estado venezolano en relación a la situación de Tumeremo.

 

Como ya hemos analizado en trabajos anteriores desde esta redacción precisando el comportamiento de estos «medios independientes», cuando se despliegan operaciones mediáticas de alta intensidad (con su tradicional proyección a nivel internacional) que buscan estremecer y conmocionar la opinión pública en beneficio político del enemigo, la falta de pruebas sólidas y de fuentes confiables que soporten las interesadas hipótesis siempre hacen presencia. En la mayoría de las veces es la hipótesis sin pruebas la que justifica la hipótesis misma, la cual adquiere rasgos de realismo cuando es citada una fuente que nunca es verificable y que casi siempre es lateral e indirecta al hecho.

 

Esto se conoce básicamente como una maniobra de intoxicación, puesto que los accesorios y volteretas discursivas que van bordando el «hecho» es lo que determina la percepción (siempre negativa en contra del Gobierno) con la cual debe ser interpretada, siendo poco importante según esta lógica la veracidad o no del hecho. No hacen periodismo ni nada parecido, hacen propaganda en contra del país.

 

Así como todavía no se sabe nada del supuesto cargamento de cocaína que estos medios juraron que tenían Efraín Campos y Francisco Flores, ni de las supuestas relaciones de Pérez Venta con el Psuv que también estos medios afirmaron, en Tumeremo se han aplicado todas las clásicas maniobras de intoxicación que hacen poco y nada confiables la versión de estas máquinas de propaganda.

 

Las tres maniobras

Analizando brevemente la nota más resaltante de El Estímulo sobre la supuesta «masacre de Tumeremo», observamos que el énfasis discursivo y las justificaciones de fondo no están dadas por fuentes verificables que precisen cómo sucedió el hecho ni los actores involucrados, sino por una persona que «les ofreció información de lo sucedido» al cual le colocaron el nombre de Carlos Pérez (ocultando su verdadera identidad para «resguardar» su seguridad), quien comentó que en la alcabala donde fueron interceptados los mineros fue instalada por El Topo y funcionarios del Sebin y el Cicpc que habrían disparado contra los mineros. Este es la única declaración, la única «fuente», que soporta la supuesta relación de los organismos de seguridad del Estado con «la masacre».

 

Esta maniobra de intoxicación apela a la prefabricada tragedia del acontecimiento y de la vocería de quien lo narra, sin ninguna posibilidad de verificar que lo que dice el tal Carlos Pérez es la verdad. La mitificación del «suceso» se hace presente cuando el lector se embelesa con la percepción negativa que genera de inmediato la noticia (porque para eso fue construida con ese sentido), nublando la posibilidad de hacerse preguntas lógicas del tipo: ¿Cómo esta persona pudo constatar que habían funcionarios del Sebin y Cicpc en esa alcabala? ¿Es un chisme que escuchó o lo vio directamente? Si lo vio, ¿cómo es que estando tan cerca no lo mataron siendo el epicentro de una masacre de tales dimensiones? El principio y fin de esta construcción mediática es la demonización del Gobierno en general y en específico de su aparato de seguridad.

 

Pero quizás el aspecto más intoxicado de la operación mediática lo componen en simultáneo Efecto Cocuyo y El Estímulo cuando se refieren a los supuestos «sobrevivientes» de la mentada «masacre». No existen ni fotos de sobrevivientes, ni testimonios reales de las familias, ni una fuente seria que sustente la supuesta relación del Cicpc y el Sebin con la «masacre». No hay forma de verificar ni de comprobar el hecho ni su relación directa con los entrevistados. Si estos testimonios y sobrevivientes existieran, estos «medios independientes», tal como lo demostraron durante el Caso Flores cuando replicaron informaciones falsas, serían los primeros interesados en publicar las primicias. Su operación de propaganda en contra del Gobierno pende del hilo de sus propias inconsistencias.

Esta maniobra también constituye la misma mitificación del punto anterior, sólo que ahora el «suceso» es situado en un nivel tan prefabricadamente espeluznante que es mejor apelar al miedo de las víctimas para ocultar la falta de pruebas verificables del «hecho». Bajo esta premisa atemorizante, debe ser verdad que el Sebin y el Cicpc asesinaron a los mineros. El miedo siempre anula el pensamiento lógico.

 

Ahora saliendo un poco de los «medios independientes», el periodista Ricardo Sánchez del portal Ricardo Lo Dice grabó una entrevista telefónica con uno de los «sobrevivientes» de la «masacre». El audio fue republicado por El Nacional, y en el contenido del mismo, tanto por las preguntas del periodista como por las respuestas del supuesto sobreviviente, se pueden evidenciar las inconsistencias de la construcción narrativa de El Estímulo y Efecto Cocuyo, puesto que el entrevistado afirma que funcionarios del Sebin y Cicpc le disparaban a todos los que cruzaban la alcabala, pero que a él «no le pegaron» mientras socorría a un compañero del que tampoco dijo nombre o algún dato sobre sus familiares que pudiera ser verificado. Es imposible que hubiera escapado de esas ráfagas de fuego que, según él, eran expulsadas por varias R-15. No hubo tal ráfaga, ni tal masacre en la alcabala. Toda esta hollywudense reconstrucción de los «hechos» culmina en la demonización del aparato de seguridad del Estado: el fin último de Tumeremo como pivote mediático.

 

Llueven sobre mojado

Al cierre de esta nota, los mismos medios «independientes» ya analizados, con la cobertura y la asistencia de la agencia estatal británica BBC y El Nacional, siguen reforzando el soporte de «testigos» y «sobrevivientes» (de antemano validando la «masacre» como un hecho real), pero ahora con un mayor grado de intoxicación donde la Fiscalía y «funcionarios policiales» presuntamente habrían atemorizado a estos testigos para que no rindieran declaraciones. Igualmente BBC toma la declaración de un supuesto doctor del Hospital José Gregorio Hernández de Tumeremo, quien expresó ligeramente que los cuerpos nunca llegaron a la morgue y que posiblemente los habrían tirado en fosas comunes.

 

Mientras tanto El Estímulo, que figura como la oficina de prensa exclusiva de Américo de Grazia, afirma que los «mineros desaparecidos» fueron descuartizados con motosierras, tal cual lo expresó el diputado en cuestión. Esta afirmación sensacionalista y explotada hasta la saciedad mediáticamente, ha sido reproducida y ampliamente reafirmada por los «testigos» y «sobrevivientes» a los que hemos hecho referencia, lo cual evidencia la simplificación del hecho y su debida orquestación donde la conmoción de la motosierra opaca la falta de testimonios y de pruebas sólidas.

 

A medida que avancen los días, las costuras de la desinformación, la manipulación mediática y la intoxicación de los «medios independientes» seguirán quedando al descubierto. Al final de cuentas, la proyección mediática nacional e internacional de este orquestado acontecimiento, más allá de los resultados de las investigaciones que ya el Ministerio Público y la Gobernación de Bolívar se encuentra realizando, tienen el único objetivo de construir un puente mediático que acorte las distancias y los tiempos políticos que le permita al enemigo interno sacudirse la parálisis en la que se encuentra.

 

Todas estas maniobras deben entenderse como la respuesta frenética del enemigo ante nuestra ofensiva en varios frentes de la guerra. Saben que el tiempo se les agota. Todo, en este momento, y a diferencia del 6D, juega en su contra. 

 

 

 

(Misión Verdad)