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Cuerpos destrozados, miembros arrancados y hierros clavados en la carne: los médicos que desde el martes tratan a las víctimas de los atentados de Bruselas se enfrentan a una auténtica “medicina de guerra”.

 

“Son lesiones de guerra, miembros arrancados, fracturas, traumatismo cerebrales, quemaduras”, explica Jacques Creteur, jefe del servicio de cuidados intensivos del hospital Erasme de Bruselas, done se han tratado a 16 víctimas de los atentados del martes en el aeropuerto y el metro de la capital belga.

 

“Lo más duro es que todas ellas son víctimas inocentes”, asegura.

 

Tres pacientes se debatían este miércoles entre la vida y la muerte en este hospital, uno de los muchos que trata a las víctimas. El último balance oficial es de 31 muertos y 270 heridos, muchos de ellos graves.

 

“Hemos tenido pacientes que llegaron con los miembros arrancados, impactos de restos de vidrio que volaron o de metralla, a veces de una bomba o de un mueble que explotó”, detalla Creteur.

 

La consecuencia de estas lesiones es que, para salvar a las víctimas, hay que practicar una medicina más común en un campo de batalla que una ciudad europea como Bruselas.

 

“En muchos de los pacientes tuvimos que aplicar lo que llamamos ‘control de daños’, es decir una primera operación para detener la hemorragia o, en el caso de un miembro completamente destrozado, una operación para ponerlo simplemente en su sitio, nada más”, explicó el doctor.

 

En los pacientes más graves, intentar curar demasiadas lesiones en una sola operación es demasiado arriesgado, porque la pérdida de sangre o las complicaciones pueden poner el peligro su vidas.

 

Los médicos prefieren estabilizar primero a los pacientes. “Es cirugía de guerra, en el ejército son expertos en el control de daños”, afirma Creteur.

 

Para complicar aún más las cosas, el efecto en un cuerpo humano de una explosión de esta magnitud puede tener consecuencias que no se detectan en un primer momento. Es el caso de la onda expansiva, que puede afectar al cerebro, los pulmones o los intestinos.

 

Carrera contrarreloj

 

Encontrar las lesiones es una carrera contrarreloj para los médicos, que no sólo usan la cirugía sino también escáneres corporales completos para detectar el daño antes de que sea demasiado tarde.

 

Al mismo tiempo, para las víctimas más graves, sobrevivir es sólo el primer paso porque las consecuencias pueden ser de por vida, explican los médicos.

 

En muchos casos tendrán que pasar años haciendo rehabilitación. A ello se une el riego de depresión y de estrés postraumático tras haber vivido un atentado, que a veces impide a las víctimas subirse a un tren o estar en un lugar con mucha gente.

 

En el hospital Erasme los médicos han visto de todo –accidentes de coche, explosiones de gas– pero nunca tantas víctimas al mismo tiempo, con el impacto emocional que ello supone.

 

Christian Melot, el jefe de servicio de urgencias de Erasme, explica uno de los casos que más le ha han marcado, la de un hombre joven con heridas graves que llegó al hospital.

 

Ese día su madre le había llamado para decirle que había un atentado en el aeropuerto y que no tomara el metro. “Y él dijo ‘Pero esto pasa en Zaventem, no tiene que ver con el metro’. Luego lo tomó y resultó herido en la explosión en la estación de Maalbeek”, explica Melot.

 

“Un cúmulo de circunstancias realmente increíble pero desgraciadamente es lo que le pasó”, lamenta.

 

(AFP)

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