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El fotógrafo de la agencia Reuters Lucas Jackson visitó la cárcel norteamericana de alta seguridad situada en la base naval en la bahía de Guantánamo, Cuba, y tomó varias fotografías de las instalaciones de la prisión y de las condiciones en que viven los reclusos.

 

La publicación de las fotos de Guantánamo coincidió esta semana con la histórica visita del presidente estadounidense, Barack Obama, a Cuba.

 

En el primer encuentro en más de 80 años de un presidente estadounidense y su homólogo cubano, Barack Obama y Raúl Castro dieron pasos para mejorar las relaciones entre los países. En el marco del encuentro, el presidente cubano abordó el tema preocupante sobre la cárcel de Guantánamo, foco de discordia entre La Habana y Washington desde la Revolución Cubana en 1959. 

 

A pesar de que la prisión se interpone en las relaciones bilaterales entre Cuba y Estados Unidos, el asesor presidencial para la Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Ben Rhodes, afirmó este lunes que Estados Unidos no entregará la base naval de Guantánamo a Cuba. Rhodes, que reconoció que el Gobierno cubano insiste en que la presencia de EE.UU. en Guantánamo «es una violación a su soberanía», subrayó, no obstante, que la discusión «no está sobre la mesa».

 

Pese al plan del presidente norteamericano de clausurar la prisión, EE.UU. desea mantener su base naval en la bahía de Guantánamo, según afirmó en febrero el secretario de Defensa norteamericano, Ashton Carter, porque «está situada en un lugar estratégico, nos pertenece desde hace tiempo y nos resulta importante».

 

En cualquier caso, la normalización completa de las relaciones entre ambos países no será posible mientras las autoridades norteamericanas no eliminen, una por una, las leyes unilaterales que impiden el desarrollo económico de la isla.

 

La cárcel de Guantánamo, abierta en enero de 2002 por el expresidente republicano George W. Bush para acoger a extranjeros detenidos por terrorismo tras los atentados del 11S, ha albergado a un total de 783 prisioneros desde 2002 hasta 2016, y en la actualidad se mantiene allí a 91 reos, lo que supone grandes costes de mantenimiento. Los norteamericanos pagan 4.085 dólares anuales por el alquiler del recinto, un dinero que Cuba se niega a aceptar porque insisten en que los militares estadounidenses deben abandonar el lugar, si bien la Casa Blanca hace oídos sordos a esta reclamación.

 

¿A qué se debe la triste fama de la cárcel de Guantánamo?

 

Según el informe internacional del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) de 2007, entre las torturas aplicadas a los presos de la cárcel de alta seguridad en Cuba figuraban la asfixia por agua, golpes y patadas, confinamiento en una caja, desnudez prolongada, privación del sueño, la exposición a música alta, a temperaturas fría o a agua fría y el uso prolongado de esposas y grilletes.

 

Además, muchos de los prisioneros liberados han denunciado los interrogatorios, la restricción prolongada en posiciones incómodas, la humillación sexual y cultural, así como las inyecciones y alimentaciones forzadas y otras formas de maltrato físico y psicológico durante su detención.

 

Según Amnistía Internacional, defensores de derechos humanos de la ONU, antiguos presos y representantes de los encarcelados, los detenidos que hacen huelga de hambre son amenazados con largos periodos de aislamiento y alimentaciones forzosas.

 

En este proceso se emplean dolorosos procedimientos de alimentación en los que tubos nasales son introducidos y retirados de forma brutal, efectuándose una alimentación excesiva como medida represiva. También se conocen casos de hemorragias como consecuencia del procedimiento, ya que las retenciones tienen lugar en camas y sillas especiales, donde los reos permanecen fuertemente atados de pies, manos, torso y frente.

 

Esta política llevada a cabo para tratar las huelgas de hambre se llevó a cabo, supuestamente, por prescripción médica, a pesar de que el artículo 5 de la declaración de Tokio de 1975 prohíbe a los médicos de Estados Unidos hacerlo.

 

El artículo establece que «el prisionero que rechace alimentos y a quien el médico considere capaz de comprender racional y sanamente las consecuencias de dicho rechazo voluntario de alimentación, no deberá ser alimentado artificialmente».

 

(RT)

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