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Coleccionista de títulos en Barcelona, las alegrías con la selección argentina se le escapan de las manos. Llega hasta el último escalón, pero no puede. Esta vez, su nivel fue creciendo a la par de su barba y mostró su mejor versión. Pero el destino le volvió a jugar una mala pasada. Lionel Messi brilló en la Copa América 2016 , jugó un buena final -aunque se lo vio solo en ataque- y falló en el cierre: responsable de ejecutar el primer penal, Leo lo tiró afuera y se desplomó.

Ya nada fue igual. Más allá de que la Argentina contaba con chances de encarrilar la serie, él se apartó del grupo y luego se recluyó en el banco. Con la derrota ante Chile consumada, no pudo contener las lágrimas y se lo vio desconsolado, sin respuestas.

 
Se le acercaron compañeros y rivales, lo abrazaron, trataron de darle palabras de aliento. Nada sirvió. Messi volvió a llevar a la Argentina a una final -la tercera en tres años- y volvió a ver cómo otros festejaban en su lugar. Después, anunció su adiós. O, al menos, un hasta luego.

 

(lanacion.com.ar)