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El comunicador alternativo Luigino Bracci Roa dijo que luego del sabotaje contra la industria petrolera en 2002, ha habido avances en materia de soberanía tecnológica, pero seguimos siendo dependientes, y muy vulnerables, porque los equipos y los software son fabricados y controlados por corporaciones extranjeras, principalmente de Estados Unidos.

 

Bracci Roa (Caracas, 1977), egresado en Computación de la UCV en 2006, conversó con LaIguana.TV en torno a la denuncia formulada por el presidente Nicolás Maduro sobre un ciberataque contra sistemas fundamentales para el desempeño económico del país. Este asunto, que tuvo gran impacto hace algunos días, fue luego opacado por las medidas sobre el billete de 100 bolívares, pero sigue siendo un tema trascendental.

 

A continuación, una versión del diálogo completo de Bracci Roa con el periodista Clodovaldo Hernández:

 

-¿La denuncia sobre el ciberataque fue hecha de la manera apropiada? ¿Hay un protocolo para ese tipo de denuncias?

 

-Eso es un gran debate entre informáticos. He hablado con amigos que conocen de ese tema más que yo, y muchos de ellos dicen que los ataques informáticos no deberían denunciarse. Otros dicen que sí, cuando hay determinadas condiciones. Los que dicen que no es conveniente, alegan que denunciar fomenta que te ataquen nuevamente. Eso puede ser cierto porque hay muchos grupos que hacen esos ataques no por razones políticas, sino por fama, por competir con otros grupos a ver quién hackea más sitios, quien tumba más páginas web. En ese caso, se les hace un favor cuando formulas la denuncia, porque ellos ganan “prestigio” por haber logrado causar ese daño. Otros expertos opinan que si hay, como en el caso reciente, circunstancias políticas que condicionan el ataque, no se puede dejar oculto. Es mejor que lo denuncie quien sufrió el ataque y no que se sepa por otros, que tal vez lo van a tergiversar para sacarle provecho político.

 

-¿Existe un organismo con autoridad para certificar que esos ataques se produjeron?

 

-No, que yo sepa no hay un organismo que lo haga, pero sí hay empresas privadas con páginas web que tratan de recopilar los ataques que se han producido. Una de ellas es Digital Atack Map, una empresa que trabaja junto con Google y trata de hacer un mapa en tiempo real de los ataques que ocurren, siempre advirtiendo que no son todos, por diversas razones técnicas. Hay varias otras que también hacen este esfuerzo, pero no son iniciativas particulares, no se trata de un ente internacional ni de una ONG.

 

-Entiendo que puede hablarse de ciberataque cuando lo promueve un gobierno en contra de otro, pero se da el caso de ataques de hackers particulares o corporativos, incluso contra gobiernos de las grandes potencias. ¿Es así?

 

-Sí, eso puede pasar, y pasa. Durante muchos años ha habido conflictos entre gobiernos, entre grandes grupos privados, entre corporaciones. Hoy en día, esos conflictos tienen un escenario fundamental en el campo digital. Ya ha habido muchos casos de Estados que usan virus, ataques cibernéticos, para causarles daño a otros Estados, y más en este tiempo cuando existen nuevas formas de hacer la guerra. Hace cien años, un país le declaraba la guerra a otro, en cambio ahora comienzan a atacarte de manera oculta y luego dicen que eso te pasó por tu propia incompetencia. Es un éxito absoluto: lanzan un ataque y le echan la culpa al mismo gobernante que quieres deponer, para que pierda popularidad y sea más fácil tumbarlo. Ya hay ejemplos muy bien documentados, como es el del virus Stuxnet, elaborado por Estados Unidos e Israel y utilizado para atacar las máquinas de las plantas nucleares de Irán. Fue hecho con la colaboración de la misma empresa que fabricó esos equipos, la Siemens. Eso causó retrasos de casi un año en la puesta en marcha de esa planta y fue, sin duda un ataque de Estado a Estado, aunque ni EEUU ni Israel reconozcan su participación. Es un caso que se conoce mucho porque una empresa muy calificada en ese campo, Kaspersky, hizo una documentación completa de cómo funciona ese virus. Eso le dio mucha credibilidad al ataque. En cambio, otras denuncias no han tenido el soporte necesario, como fue el caso de la acusación de Hillary Clinton contra supuestos hackers rusos que la estaban atacando. Rusia salió formalmente a decir, “miren, señores de Estados Unidos, si tienen pruebas, preséntenlas, y si no, dejen de hablar de eso porque es absolutamente falso”. En fin, ya se trata de temas que se manejan a nivel diplomático. Habrá que esperar un tiempo, a que se desclasifique documentos, para saber cuánto de eso es verdad y cuánto es simple intercambio de gritos entre cancillerías.

 

-Es de suponer, entonces, que estos ataques seguirán ocurriendo.

 

-Sí, en la medida en que seamos más y más dependientes de las infraestructuras tecnológicas será más frecuente ese tipo de ataque. Y en el caso de Venezuela, no podemos dejar nunca de ver que somos blanco del imperialismo por la gran cantidad de recursos que tenemos. Ya llevamos años recibiendo ataques de las naciones poderosas y no vamos a dejar de recibirlos hasta que logren su cometido, que es apoderarse de este país como sea.

 

-En el caso de Credicard, se trata de una red privada, ¿entonces, puede pensarse en una especie de autoataque, de sabotaje de parte de los propios dueños de la red?

 

-De confirmarse que fue algo propiciado por ellos mismos, eso quedaría claro. Uno no puede decir que sabe lo que pasó porque no ha tenido acceso a los registros. Ese trabajo tendrían que hacerlo los peritos en informática forense para saber si hubo un ataque, un sabotaje interno, negligencia, inexperiencia, una falla en los equipos. En este tipo de empresas que ofrecen servicios críticos para el país, siempre se exige que tengan planes de redundancia, es decir, que si tienen diez servidores y se pueden dañar cinco, deben tener otros cinco de respaldo que puedan activarse muy rápidamente en casos de emergencia.

 

-¿Luego del sabotaje contra la industria petrolera, desarrollado por Intesa en el paro de 2002, qué se ha hecho en el país para garantizar una mayor independencia tecnológica?

 

-Se han hecho diferentes cosas. Hay que recordar que para 2002, Cantv era una empresa privada, igual que buena parte de las compañías eléctricas, el Banco de Venezuela pertenecía a capital español. Uno de los avances fue nacionalizar estas empresas para tener más control. Lo que ha ocurrido es que hay otras empresas, tan importantes como esas, que siguen en manos privadas, como es el caso de Credicard, que controla nada menos que la mitad de la plataforma de pagos electrónicos del país. Ese tipo de empresas también deberían ser estatales, pero no basta con nacionalizarlas porque eso no significa un control automático, pues mucha de la tecnología que usan estas empresas son de corporaciones de EEUU. Ellos la venden y la manejan. Hasta que nosotros no tengamos la capacidad de fabricar nuestra tecnología, sin depender de esas naciones, nos pueden sabotear en cualquier momento. Claro que eso no puede hacerse de inmediato, pero hay que empezar a hacerlo. Se necesita formación, se necesita tecnologías que puedan ser examinadas a fondo y modificadas, en lugar de comprar cajitas negras y actuar como usuarios que tocan un botón u otro. Es por eso que, en particular, pertenezco al Movimiento de Software Libre, pues debemos apropiarnos de la tecnología.

 

-Usted ha planteado que en la Revolución se ha rechazado con tanta fuerza a lo que se llamó la meritocracia, que se ha terminado auspiciando lo contrario: la desprofesionalización de cargos que necesitan especialistas. ¿Puede explicarlo más a fondo?

 

-Bueno, el tema no es simple. Hay que revisar por qué se originó ese rechazo a la meritocracia. Debemos tener claro que a muchos profesionales de los que nos formamos en casas de estudio públicas o privadas se nos sembró una especie de rechazo al pueblo, a los sectores pobres. Se nos inculcó que éramos una casta por encima de los demás. Cuando el gobierno revolucionario llegó con el mensaje de hacer las cosas de otra manera, de enfocarse más en lo social, muchas de estas personas lo rechazaron de plano, y siguen haciéndolo. Nada más oyen ese discurso, se engrinchan, dicen que se echó a perder todo, que ya nada funciona como antes. Esa es la forma de pensar de los tecnócratas, que de verdad no ayuda para nada, pero entonces nosotros a veces respondemos en una forma equivocada, pasando al otro extremo, diciendo que nada que tenga que ver con los especialistas sirve ni nos hace falta, les decimos que el que se quiera ir que se vaya, no hay un esfuerzo para rescatar a esa gente del área de tecnología y hacerles entender que vivimos en un país muy desigual y que es necesario luchar contra esa desigualdad. Tenemos que hacerles ver que somos 30 millones de personas y que no todos viven en Los Palos Grandes. De lado y lado debemos hacer un esfuerzo por comprender que de acá no se van a ir ni los chavistas ni los antichavistas y que debemos seguir viviendo todos juntos. Si estas personas que tienen un pensamiento tecnocrático no quieren trabajar para los demás, el país va a terminar estallando, peor que en 1989. Y nosotros, los chavistas, no podemos decirles a los tecnócratas: “¡No los necesitamos, váyanse pa’l coño!”, un discurso que hemos utilizado muchas veces y que, lamentablemente, ha causado eso mismo, que se han ido. Al irse, muchas veces no tenemos personal para reemplazarlos. A eso hay que agregar el agravante de que los sueldos de la administración pública son bajos y por eso muchos organismos han contratado personas sin la formación necesaria. Uno ve en los ministerios algunos desastres que podrían corregirse con algo simple, como una aplicación sencilla, un software pequeñito, pero no se hace por falta de capacidad del personal. A veces ni siquiera se trata de poca calificación, sino de que se coloca en esos cargos a politiqueros, gente que no sabe nada de la materia y a la que los grupos de expertos les pierden el respeto. Eso lo he visto mucho y hay que buscar la forma de cambiarlo.

 

-¿Cómo se lograría ese cambio?

 

-Hay que continuar formando gente, como lo han hecho hasta ahora la Universidad Bolivariana y la Unefa, que están logrando egresar personal técnico con sentido social, algo que antes no existía. Pero hay que buscar la forma de captarlos para la administración pública y procurar que quienes los supervisen sean gente con ambas formaciones: la técnica y la política. La técnica es necesaria para sacar adelante la institución y para ganarse el respeto de los compañeros, y la política es imprescindible porque estamos en una Revolución.

 

-Otro aspecto que usted ha cuestionado es que en medio de esta ciberguerra, el gobierno y sus partidarios están entregándole las armas al enemigo, al colocar en los sistemas de correo y redes sociales toda la información estratégica. ¿Cómo corregir eso, si se trata de competir con grandes corporaciones mundiales que monopolizan prácticamente el ámbito de Internet?

 

-Yo separaría eso en dos aspectos: redes sociales y sistemas de correo. En redes sociales hay que decir que nosotros, los revolucionarios, las utilizamos no porque creamos que Facebook  o Twitter son bonitos, sino porque allí hay mucha gente. En Facebook  hay entre diez y doce millones de venezolanos, y en Twitter hay cinco millones, y hay que llegar a ellos. Lo que sí he cuestionado, con sentido autocrítico porque también he caído en eso, es que en la gran mayoría de las instituciones públicas se utilicen correos de Gmail para todo. Nosotros sabemos perfectamente que cuando enviamos algo por Gmail, no se almacena en nuestro computador personal o en el celular, sino en los servidores de Gmail que están en EEUU. Y debemos saber que esa empresa no tendrá ningún problema en darle esa información al gobierno de allá, si se la pide. La empresa Google (matriz de Gmail) no tiene en Venezuela ni siquiera una oficina chiquitica, así que no tiene obligación de dar explicaciones al gobierno de Venezuela ni a ningún usuario venezolano. Lo mismo pasa con WhatsApp, que es parte de la empresa Facebook. Uno ve a ministros y funcionarios de alto nivel que se comunican con sus colaboradores más cercanos y comparten archivos por allí, incluyendo información delicada.

 

-¿Y cómo podrían reemplazarse esos servicios?

 

-Podría hacerlo una empresa como Cantv, que tiene toda la infraestructura necesaria para eso. Podrían ofrecer un servicio a las instituciones públicas, una especie de correo electrónico venezolano que, además, significaría un ingreso más para Cantv. Desconozco por qué no se ha hecho eso, porque es evidente que hace mucha falta para hablar de independencia y soberanía tecnológica.

 

-¿Qué podría pasar en los próximos meses o semanas en este campo de la seguridad informática?

 

-Es difícil de prever, pero insisto en que debemos ver este asunto desde un punto de vista macro, entender qué es Venezuela, cuáles son los recursos que tenemos y quiénes quieren apoderarse de ellos. Para mí, esa es la clave. Esos países que quieren apoderarse del nuestro siempre van a estar buscando la forma de lograrlo, sea en los campos de batalla convencionales, en el digital o en cualquiera que surja en el futuro. Si ellos llegan a la conclusión de que lo que deben hacer es causar un caos, apagando nuestros equipos, que no tengamos dinero, que no podamos ir a los cajeros automáticos, etcétera, etcétera, tengamos por seguro que lo van a intentar. Si ven que hay otra forma de estrangularnos, la van a intentar. ¿Cuál será el método? No sé. La industria del cine estadounidense saca casi todas las semanas una nueva película sobre distopías, de lo que ocurriría en EEUU si llegan los extraterrestres o si unos terroristas les quitan la luz. Entonces se forman guerrillas, se vuelven todos locos… Bueno, no creo que lleguen a poner en práctica algo así contra nosotros, pero puede pasar que afecten toda nuestra infraestructura bancaria o que vuelvan a atacar el sistema eléctrico, algo que ya ha pasado, en cierto modo, mediante sabotajes internos. Cualquiera de esas cosas puede pasar en cualquier momento y nosotros, simple y llanamente, deberíamos prepararnos más y estar siempre explicando a nuestros vecinos y compañeros cómo es que funciona esto. Debemos insistir en decir, una y otra vez, que somos un país en la mira de las fuerzas hegemónicas mundiales y que esas fuerzas, en cualquier momento, van a hacer cualquier cosa para tratar de apoderarse de nuestras riquezas. Lo lamentable es que tenemos en las instituciones públicas a personas que no comprenden esto, no les interesa comprenderlo o que juegan para el otro lado y por eso sabotean. Al mismo tiempo hay que exigirle al gobierno, todas las veces que haga falta, que busquemos verdaderos caminos de independencia y soberanía tecnológica. De lo contrario nos van a seguir jodiendo, como lo hicieron hace 14 años con la industria petrolera, nos mantendrán permanentemente en zozobra, esperando cuál será el próximo invento de los enemigos del país.

 

 

(Clodovaldo Hernández /[email protected])