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El titular del despacho del Poder Popular para Industrias Básicas, Estratégicas y Socialistas está convencido de que a mediados del año próximo, las plantas en manos del sector público habrán aumentado su capacidad al punto de desplazar al gigante privado en lo que se refiere a este insumo básico para la alimentación nacional.

 

En entrevista exclusiva para La Iguana.TV, Arias (San Juan de los Morros, 1962), reflexionó críticamente sobre la realidad de las empresas de Guayana, las nacionalizadas y las que se han creado en Revolución. Dijo que hasta ahora se han dado pasos importantes en la recuperación de la moral de sus trabajadores y en la articulación de los esfuerzos entre las diferentes unidades de producción.

 

A continuación, una versión de la conversación sostenida por el ministro Arias con el periodista Clodovaldo Hernández:

 

-Llegamos al final de un año muy duro para el país en lo económico. Hablando específicamente del área que a usted le compete, ¿podríamos decir que se ha avanzado en materia de soberanía e independencia productiva o tenemos que reconocer que eso es apenas una consigna, algo que ha de ocurrir en el futuro?

 

-Hemos avanzado, pero nos falta mucho. Sobre todo con la participación de los trabajadores y con una nueva visión que estamos impulsando. En Revolución tenemos más o menos una década hablando de sustitución de importaciones, pero en la IV República también se habló mucho de eso. ¿En qué momento?, pues siempre en tiempos de crisis, nunca en los de bonanza. Luego, cuando venía la bonanza, eso se olvidaba. Con ideología capitalista y con ideología socialista se ha hablado de sustitución de importaciones, pero el peso del petróleo como fuente de ingresos nacionales ha sido tan fuerte que se ha impuesto sobre todas las voluntades. Se ha visto el desarrollo de una industria nacional como el camino lento, que tarda en dar resultados, mientras existe una vía más rápida, que es usar el dinero del petróleo para importarlo todo. No hay que olvidar que en política, uno está obligado a dar resultados: todo el mundo quiere más casas, más artefactos, más vehículos…

 

-Y más en una democracia que hace tantas elecciones…

 

-Así es, los procesos electorales son una presión muy fuerte para buscar el camino más rápido, en lugar del más beneficioso para el país futuro. Priva el corto plazo porque si no controlas el corto plazo, no habrá largo plazo. En cierto modo, esa es una tragedia. Por otro lado, hay una realidad objetiva: cuando hay dinero, ¿por qué hacerlo lento si se puede hacer rápido? Para cualquier gobierno, los resultados son más tangibles cuando importa masivamente los productos que necesita la gente, en lugar de trabajar en el incentivo a la sustitución de importaciones, que es una ruta larga en la que se requiere innovación, disciplina, trabajo de muchos años.

 

-¿La caída del ingreso petrolero puede ser, entonces, algo positivo?

 

-Estoy convencido de que vivimos el mejor momento para cambiar el modelo económico rentista comercial importador, que es improductivo, por un modelo industrial innovador y socialista. Debemos caminar hacia industrias que no se dediquen meramente a ensamblar piezas, que dependan cada vez menos de los equipos y los insumos importados. La caída de los precios del petróleo nos obliga a apostar a nosotros mismos. El esfuerzo que hemos hecho ha sido para articular el tejido industrial que ya tenemos, especialmente el que está en manos del sector público. No estoy siendo novedoso al decir esto, sino por hacerlo. Muchos lo han dicho antes, pero no lo han puesto en práctica.

 

-¿En qué consiste eso de articular el tejido industrial?

 

-Es fundamental. Si te pones a visitar las empresas que existen en el país, o simplemente con ver una lista, te das cuenta de que Venezuela tiene un parque industrial importante. No estamos desvalidos en ese campo, tenemos industrias intermedias en petroquímica, metalmecánica, de ingeniería, de alimentos… Pero esas empresas no están entrelazadas. Tenemos entes públicos que en lugar de comprarle a otro ente público, realizan importaciones o le compran a un privado nacional. Informes de Naciones Unidas plantean que el gasto público es uno de los apalancamientos fundamentales del desarrollo de los países. Eso tampoco es nada nuevo, pues ya (Raúl) Prébisch lo decía por acá, en Latinoamérica, hace décadas, pero ahora, en pleno siglo XXI, es ratificado. Si el Estado hace inversiones, mediante una política pública bien orquestada, puede generar una onda expansiva que impulse el PIB. En Venezuela, el Estado es el gran inversor, pero lo hace de manera dispersa. En ese aspecto, el viejo Estado ha seguido vivo. Estamos empezando a cambiarlo, por ejemplo, al establecer que si se contrata una obra mediante un convenio internacional, debe tener un componente nacional, pagado en bolívares a empresas de acá. Hay que avanzar en algunos otros aspectos. Por ejemplo, buscar mecanismos para que muchas empresas pequeñas y medianas tengan acceso a esos contratos. Hasta ahora, muchas veces, los mecanismos de concurso y licitación solo han servido para proteger los intereses de las empresas privadas grandes. Te ponen tantos requisitos que una empresa pequeña no puede participar, y eso fomenta la concentración de la riqueza. Es un mecanismo perverso que debemos desmontar, pero aún falta mucho para lograrlo.

 

Máxima articulación

Arias, economista egresado de la Universidad Central de Venezuela, ex embajador alterno ante la Organización Internacional del Trabajo, en Ginebra (Suiza) hizo un balance del trabajo del Ministerio del Poder Popular para Empresas Básicas, Estratégicas y Socialistas en 2016 y ofreció detalles de los planes para 2017.

 

-El argumento principal que estamos manejando en este ministerio y que nos está dando resultados es procurar el máximo nivel de articulación productiva. Un ejemplo es lo que hemos logrado con La Gaviota, que está envasando sardinas, atún y pepitonas en latas hechas con latón producido en Sidor o con frascos producidos por Venvidrio; el aceite es de Diana;  la etiqueta es de Impresos Venezuela; y el cartón de las cajas es de Empaques Venezolanos. Es integración de empresas públicas.

 

-¿Eso tiene influencia en el precio del producto?

 

-Sí, desde luego, pero debe influir también en la dignidad de los trabajadores, que todos entendamos que es fundamental organizarnos bien. Nosotros hemos realizado encuestas dentro de esas empresas y hemos descubierto que los mismos trabajadores indican cuáles son las fallas: actitudes autocráticas y otras fallas en la dirección; falta de cumplimiento de los planes preventivos; errores en la comercialización y la cobranza; ausencia del enfoque de Punto y círculo. Se pone en evidencia que muchas veces lo que se ha hecho es reproducir el modelo capitalista que tenían esas empresas, y que impulsar el nuevo modelo socialista es una deuda que seguimos teniendo con el comandante Chávez y con nosotros mismos. Tenemos que preguntarnos para dónde vamos, ratificar que es hacia el socialismo productivo y que no estamos caminando hacia esa meta. Hay que desarrollarlo, y eso requiere que avancemos en un modelo de gestión obrera, consolidar los consejos de trabajadores y vincular a la clase obrera con la comunidad organizada, entre otros objetivos. No se trata de crear más empresas, sino de aumentar la producción en cada una, porque hay capacidad ociosa en todas.

 

-¿En promedio, a cuánto llega la capacidad ociosa de las empresas estatales?

 

-Yo creo que estamos usando entre 20% y 30% de la capacidad instalada. Las que están muy bien pasan de 85%, pero la mayoría está por debajo de 40%. Por ejemplo, hemos dicho que recuperamos Sidor, pero debemos aclarar que eso significa que por lo menos paga sus cuentas, la nómina y esas cosas, pero todavía está muy por debajo de lo que puede hacer, probablemente esté entre 25% y 30% de su capacidad. En año y medio o dos años vamos a alcanzar la meta de producir 4 millones de toneladas de acero líquido.

 

-¿Esa meta depende de que no se produzcan nuevas emergencias con la electricidad, como la sufrida este año?

 

-Hemos tomado medidas para que, en caso de que ocurra una situación parecida, no paremos la producción. Puede que sea necesario bajarla, pero no detenerla. Para eso ya tenemos una planta termoeléctrica funcionando que garantiza un tercio del consumo.

 

Moralización de los trabajadores

El ministro Arias es un antiguo compañero de las luchas estudiantiles del presidente Nicolás Maduro, militó en la Liga Socialista y se involucró en los sucesos del 27 de noviembre de 1992 (segunda insurrección de ese año). Con ese currículum revolucionario está convencido de que un aspecto imprescindible es contar con la clase obrera.

 

-Desde que comenzamos en este cargo nos fijamos como meta principal moralizar a los trabajadores, porque para que el trabajo genere riqueza y dé la pelea tiene que estar motivado. Hemos hecho un esfuerzo por colocar a los trabajadores como centro de la acción productiva. Elevar la moral de los trabajadores en un momento en que hasta la naturaleza estuvo en contra nuestra, fue algo clave este año.

 

-Desde Caracas, quienes no conocemos a fondo al estado Bolívar, tenemos la percepción de que es una realidad regional muy conflictiva, donde se disputan el poder las mafias propiamente dichas, los sindicatos, que a veces parecen ser otras mafias, y una especie de clan militar que tiene aquello prácticamente tomado. ¿Cómo ha sido para alguien que venía de pasar varios años en Suiza, el enfrentarse a ese monstruo de estado?

 

-Primero que nada, yo no soy suizo, soy tan venezolanito como tú. Soy provinciano, llanero, mis padres eran supercriollitos: mi papá fue obrero petrolero, y mi mamá, una campesina analfabeta. Mi papá murió y ella quedó sola con 12 hijos, por eso en mi casa hubo bastante necesidad. Nadie tiene que explicarme lo que es el cooperativismo ni lo que es la pobreza. Yo soy un cuadro de la Revolución que tiene años metido en este rollo, incluso estuve organizando los movimientos bolivarianos de Europa. Muchos de los compañeros sindicalistas de Bolívar sabían quién era yo y yo también sabía quiénes eran muchos de ellos. Lo que he hecho es enfrentar cada situación particular según las necesidades. Donde se necesitaba más disciplina y seguridad, he nombrado a militares; donde el componente fundamental era productivo y había una situación laboral fuerte, he designado a un trabajador. Por ejemplo, en el caso de Sidor, donde había robos y vandalismo, era necesario poner a alguien con experiencia en seguridad y estoy seguro de que no me equivoqué, de que (el mayor general) Justo Noguera era el líder adecuado para esa coyuntura, para sanear esa criminalidad. Allí estaban desmantelando líneas completas de producción y, gracias a complicidades internas, sacándolas por el portón, descaradamente. Entonces, Noguera, que es un duro en materia de inteligencia y seguridad, arrancó pegándole los ganchos como a treinta y pico de personas. En todo caso, si se revisa el cuadro ejecutivo de las empresas básicas, se observará una policromía: hombres y mujeres; militares y civiles; católicos y evangélicos… hay de todo. Eso se ha hecho oyendo a los trabajadores, pues la mayoría de quienes están en esas directivas fueron sugeridos por los trabajadores. En los casos en que no hubo sugerencias o no había consenso entre los trabajadores, yo decidí. Por ejemplo, en Bauxilum no me convencía ninguna de las propuestas y llevé a una persona que, por cierto, es la primera mujer, en la etapa revolucionaria, que dirige una empres básica. Es la ingeniera Leslie Turmero, formada en Cuba durante el Período Especial, y lo ha hecho muy bien: probablemente Bauxilum termine el año como la empresa básica con mejor desempeño en innovaciones, sustituciones de materias primas, insumos y servicios.

 

2017 con mucha arepa

 

-Una gran preocupación de mucha gente es el tema de la producción de harina de maíz por parte de empresas del Estado. Se observa que el producto continúa escaseando, seguimos dependiendo de la marca de Empresas Polar, incluso en las bolsas de los CLAP. ¿Cuándo veremos un avance en soberanía alimentaria en ese rubro específico?

 

-Yo creo que el año 2017, en un plazo entre seis y diez meses, vamos a superar la capacidad de producción de la Polar. Para ello hemos logrado instalar once plantas de harina de maíz que tienen una capacidad de producción de 70 mil toneladas, pero estaban produciendo 7 mil toneladas, 10%. Esa baja producción se debía a diversas causas y por ello trabajamos en un plan conjunto entre el Ministerio de Comunas, la Corporación de  Industrias Intermedias de Venezuela (Corpivensa) y la Corporación Venezolana de Alimentación (CVAL). Por el lado de Comunas, se planteó incrementar el arrime de maíz a las plantas del Estado; Corpivensa hizo un programa de asistencia técnica para precisar las fallas técnicas; y CVAL debe garantizar que ese producto va a ser distribuido oportunamente. Con ese plan ya hemos logrado que esas plantas incrementen su producción en 30%, en un principio. No hemos podido ir más rápido porque Corpivensa es un organismo pequeño y debemos intervenir una o dos plantas a la vez, no todas al mismo tiempo. Se han comprado algunos equipos, se han revisado los procesos productivos y se han detectado errores en la administración. En los próximos meses, varias de esas plantas van a superar el 50% de su capacidad de producción y por eso estamos seguros de que llegaremos a los niveles de la industria privada. Además de eso, estamos construyendo miniplantas procesadoras de maíz que, a una escala doméstica, pueden producir entre 500 kilos y una tonelada diaria de harina precocida. Se puede tener en una casa, en un pequeño espacio. De allí puede salir la harina que consume un pueblo o una zona de una ciudad en un día, sin empaques sofisticados ni aditivos químicos.

 

-¿De dónde salió la tecnología de esas miniplantas? ¿Qué debe hacer quien quiera instalar una de ellas?

 

-Cien por ciento venezolana, de innovadores populares. En eso estamos trabajando Corpivensa y la Misión Saber y Trabajo, agarraditos de las manos, para fabricar y distribuir alrededor de cien miniplantas de estas en 2017, ubicándolas en distintas regiones del país. Quien esté interesado en instalar una, que se ponga en contacto con Corpivensa.

 

-Varias de las empresas que hoy son estatales estaban en quiebra o abandonadas por sus anteriores dueños privados. Se pusieron en manos de los trabajadores, pero estos reprodujeron el modelo capitalista, a veces con perversiones peores como el burocratismo, las nóminas infladas y la corrupción. Pareciera que la formación ideológica, la toma de conciencia, no han ido al mismo ritmo que los buenos deseos que inspiraron la expropiación. ¿Cómo atacar ese flanco?

 

-Me atrevo a decir que esa percepción obedece más al pasado reciente que a lo que está pasando ahora mismo, en este momento. Para hacerse una idea: en Sidor hubo grupos sindicales que presionaron a los trabajadores para que exigieran un aumento salarial antes de que la empresa fuese reactivada (luego de la paralización por el racionamiento eléctrico). Pedían 50% de aumento. Pero los trabajadores se pusieron duros y dijeron “No, señor, aquí primero ponemos esta vaina en movimiento”. Eso habla poderosamente de lo que está pasando en la base sindical. Los trabajadores están convencidos de que primero debemos poner a las empresas a funcionar como debe ser, y después habrá la oportunidad de exigir reivindicaciones. Ellos saben que el Estado les ha pagado durante mucho tiempo sin que la empresa esté produciendo. Los trabajadores saben que buena parte de su dirigencia sindical es irresponsable en ese sentido. Hay un nivel de deterioro de la credibilidad de los líderes por esa misma causa. El obrero entiende que son unos tipos más pendientes de la plata que de poner las empresas a producir. Y, por supuesto, esto ha hecho que vayan surgiendo también propuestas sindicales con un nuevo estilo, unas tendencias, unos movimientos frescos que apuntalan la actividad económica sana, gente que propone que la empresa debe ser sustentable para poder obtener mejores condiciones laborales. También ha habido avances en el hecho de que ha aumentado la disposición a involucrarse en la toma de decisiones. Frente al sindicalismo interesado únicamente en que se les paguen cosas a los trabajadores, han surgido nuevas visiones, en particular los consejos de trabajadores y otros grupos independientes que quieren participar en la planificación de la recuperación de las empresas. Ese es uno de los logros más alentadores de estos últimos tiempos, aunque siguen existiendo aquellos trabajadores que, al asumir las riendas de una empresa, lo primero que quieren hacer es aumentar los salarios y comprar carros para los directivos. Hoy en día esa no es la norma, sino la excepción. La mayoría de los trabajadores están ganados para aumentar la producción primero y, luego, solicitar beneficios.

 

-Eso debe ser el fruto de un trabajo de conciencia que se ha hecho ¿Es así?

 

-Humildemente, hemos contribuido en algo, pero el aporte más importante es el del propio presidente Maduro, que siempre insiste en eso. El comandante Chávez también lo hacía, pero creo que el presidente Maduro ha sido más firme en decir que las empresas públicas tienen que ser sustentables a la vez que socialistas. Lo ha dicho duro y creo que ese discurso ha calado. Esa fue la instrucción que me dio cuando me nombró ministro. Me dijo: “Juan, las empresas deben ser sustentables y socialistas”. Para lograr que sean socialistas hemos tomado las medidas ya señaladas sobre participación de los trabajadores, pero también estamos luchando para acabar con una vieja costumbre, que viene de la IV República y ha seguido viva en la V, que consiste en nombrar directores a personas de la confianza del ministro o del presidente, pero que no viven en la región donde está la empresa. Bajo mi administración no se acepta que haya una directiva sin participación de los trabajadores y de las comunas, donde las hay. También integramos a dos personas de la cadena productiva del bien que produce la empresa, una que esté relacionada con los proveedores de materias primas o insumos, y otra que esté vinculada a los compradores del bien producido.

 

-Tal como usted lo dibuja, 2017 será muy diferente a 2016. ¿Podemos confiar en eso?

 

-Será muy diferente, por un lado vamos a afianzar el modelo productivo socialista, no rentista. Adicionalmente, tenemos muchos proyectos encarrilados, con financiamiento del Fondo Chino o del Bandes. Algunos de ellos ya están terminados, como es el caso de Puerto Palúa, que ya está en operaciones. Las ampliaciones que allí se han hecho nos van a permitir aumentar la capacidad de exportación de minerales y también favorecerá las importaciones, al permitir el ingreso de barcos de mayores dimensiones a esos muelles fluviales. También hay otros proyectos para 2017 y 2018 que favorecerán al aparato industrial en general. Un ejemplo es Pulpaca, que debe concluir en julio y que será una planta estructurante para el sector forestal y del papel. Pulpaca procesará materia prima del bosque de Uverito (sur  de Anzoátegui y Monagas) para producir papel periódico y de otros tipos. Tendremos soberanía en ese campo, en el que actualmente se gastan 300 millones de dólares anuales y es una fuente de presión política porque siempre están acusando al gobierno de restringir la libertad de prensa por el asunto de los dólares para importar papel.

 

-¿Algún otro sector industrial tendrá un 2017 especialmente bueno?

 

-Será el gran año para la madera. Te lo garantizo. Estamos negociando exportación de madera para Europa. Muy probablemente, el sector forestal venda en el exterior un millón de metros cúbicos de madera. Igualmente, tenemos conversaciones para exportar semilla de pino caribe. También vamos a instalar dos aserraderos en la zona de Guayana y una planta de tablones aglomerados. En este campo vamos a lograr la articulación de todos los sectores, pues trabajaremos conjuntamente con el INCES y con el Ministerio de Educación para producir pupitres y con la Gran Misión Vivienda Venezuela, para generar todas las puertas y marcos necesarios acá, dentro del país.

 

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(Clodovaldo Hernández)