El investigador histórico Gerónimo Pérez Rescaniere ofrece a los usuarios de La Iguana.TV una visión original y alternativa de los sucesos del 23 de enero de 1958, de los que se están cumpliendo 59 años. En su concepto, aparte del gran movimiento cívico-militar, se impusieron los intereses geopolíticos de las grandes potencias.

 

Autor de varios libros de historia, incluyendo la obra de tres tomos De Cristóbal Colón a Hugo Chávez Frías, publicada por el Fondo Editorial del Ipasme, Pérez Rescaniere (Caracas, 1944) considera que los primeros años de la democracia representativa fueron, sin lugar a ninguna duda, muchísimo más represivos que todo el tiempo de la dictadura.

 

Articulista de prensa y moderador del programa radial Lo que no se dice (junto a la profesora y escritora Lourdes Manrique, Radio Nacional de Venezuela, canal Musical, jueves a las 10 a.m.), Pérez Rescaniere logró entrevistar, en 1983, al ex dictador que se encontraba exiliado en Madrid, un privilegio que tuvieron pocos comunicadores.

 

A continuación, una versión de la conversación con el periodista Clodovaldo Hernández:

 

-Se ha dicho que el derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez fue producto de un gran movimiento cívico militar, pero otras versiones apuntan a que su causa fundamental fue una decisión geopolítica. ¿Usted cómo lo ve?

 

-La versión que yo manejo es que fue fruto de la geopolítica de la época, y de ciertas tendencias que, por cierto, están de nuevo de moda, ahora con el ascenso al poder de Donald Trump. Dentro de los Estados Unidos hay dos grandes corrientes, que no se corresponden con los dos grandes partidos, el Republicano y el Demócrata, sino que se refieren al modo de ver a Gran Bretaña. Hay una corriente pro-británica y otra de oposición a ese país, sobre todo en intereses económicos muy profundos. La gente adversa a la Gran Bretaña hizo la independencia de EEUU, un inmenso movimiento para sacar a los ingleses.  Pero muchos de ellos no se fueron realmente, se quedaron jugando un papel dentro de EEUU. Es diferente al caso venezolano, por ejemplo, donde los españoles se fueron y se quedaron idos. EEUU tenían la pulsión de expandirse a toda América, pero Gran Bretaña había dejado a la Guayana Británica (ahora Guyana) ahí donde está, para controlar la salida del Orinoco. Pérez Jiménez era de una línea pro-norteamericana y su estrategia apuntaba a sacar a Gran Bretaña para facilitar la entrada de EEUU. En esa época Gamal Abdel Nasser (líder egipcio y del mundo árabe en general) nacionalizó el canal de Suez. Inglaterra, que era socia de la compañía del canal, le pidió apoyo a EEUU para obligar a Egipto a retroceder, pero el presidente norteamericano, Dwight Eisenhower, no respaldó a los ingleses, por el contrario, les dijo “No, señor, ustedes hicieron mal en meterse allí, fue un grave error, un grave abuso, lo que hicieron fue meter la pata y, en consecuencia, les toca salir de ahí”. Los ingleses se fueron con el rabo entre las piernas, pero eso debilitó mucho a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), pues se suponía que era una alianza de apoyo mutuo. Pérez Jiménez agarró una gran alegría, pues pensó que si la OTAN estaba destruida a nivel mundial, lo estaba también en lo que respecta a Venezuela. Por eso organizó una invasión del territorio Esequibo. Para eso compró aviones, envió oficiales a estudiar, en fin, hizo un proceso militar largo y completo para sacar a Inglaterra de allí. Entonces hubo una reunión entre EEUU y Gran Bretaña. Pérez Jiménez me dijo que fue en Turquía, pero luego, indagando en Internet, he visto que el encuentro de la OTAN de ese año fue en París. En un sitio o en otro, lo cierto es que discutieron, pusieron sus cartas sobre la mesa, e Inglaterra dijo: “Aceptamos que nos hayan quitado Irán y Arabia Saudita, están quitadas y quitadas se quedaron, pero no vamos a aceptar que Venezuela nos quite la Guayana”. En otras palabras, le dijeron a EEUU que si no sacaban al gordito de Caracas, ellos mismos lo iban a sacar, en lo que hubiese sido una operación militar muy parecida a la que después sucedió en las Malvinas. Los EEUU reflexionaron, analizaron la situación y llegaron a la conclusión de que aunque Pérez Jiménez les era muy útil, lo mejor era sacarlo. Y entonces, a través de (Wolfgang) Larrazábal, lo sacaron. Esa fue la versión que me dio a mí el propio Pérez Jiménez.

 

-¿Sin esa decisión de las fuerzas imperiales, se habría producido el derrocamiento de Pérez Jiménez?

 

-Probablemente sí, porque Pérez Jiménez era un tipo muy antipático. No tenía la seducción de los líderes de hoy en día. Era un gran administrador, un gran constructor de carreteras y autopistas, pero le faltaba eso. Claro que  quienes estaban en contra podrían haberle formado muchos zaperocos, manifestaciones, pero que esas protestas tuvieran la fuerza suficiente para sacarlo no es fácil pensarlo porque los militares sí sabían lo que estaba pasando en EEUU, en la OTAN y actuaban con claridad. Es muy posible que Larrazábal no se hubiese sumado a ese movimiento popular si no hubiese recibido una orden de Washington. Dio la casualidad de que él sí era un tipo muy simpático y resultó el hombre ideal para esa coyuntura. Hasta ahí sé decirte.

 

-¿La decisión de excluir a la izquierda del modelo político que sobrevino estaba, entonces, tomada antes del derrocamiento?

 

-Lógicamente. Ellos tuvieron una reunión en Nueva York, donde se dieron la mano a tres: Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villaba, se tomaron una fotografía y dejaron claro que el Partido Comunista no tendría cabida en el gobierno que entraría en lugar del de Pérez Jiménez. Sí, eso pasó.

 

-¿Ese fue el pacto de Nueva York, que fue el antecesor del pacto de Puntofijo?

 

-Exactamente, eso fue.

 

-¿Quién fue el gran mentor de Betancourt en la estructura imperial?

 

-Nelson Rockefeller. Ese es el hombre que siempre comprendió que Betancourt le convenía a EEUU más que Pérez Jiménez. Los dos le convenían, por supuesto, los dos representaban los mismos intereses, las mismas cosas, pero Rockefeller siempre fue partidario de líderes más democráticos. En cambio, los militares de aquel entonces, los del Departamento de Defensa, estaban más cerca  de un gobierno tipo Pérez Jiménez en Venezuela, tipo Somoza en Nicaragua, etcétera.

 

-El empresariado venezolano tuvo un rol protagónico en esa junta de gobierno que surgió luego del derrocamiento de Pérez Jiménez. ¿Cómo hicieron para camuflarse, luego de haber tenido una relación muy estrecha con la dictadura?

 

-Bueno, en detalles no sé. Puedo decir que Eugenio Mendoza siempre fue más cercano a Betancourt que a Pérez Jiménez, entonces, él debe haber sabido, gracias a sus altos contactos, cómo estaba la situación. En ese tiempo, se instaló en el hotel Claridge de Nueva York y remató las acciones de la siderúrgica y de la petroquímica que él poseía y que eran muchas y con excelente valor. Las vendió muy baratas y con eso quiso decir que no valían nada porque los planes de Pérez Jiménez ya no valían tampoco. Esa fue una manera de objetivar su distanciamiento y desprecio hacia Pérez Jiménez… Siempre hay pequeñas diferencias entre los ricos respecto a quién le toca qué cosa. Recuerdo que Pedro Estrada (el director de la policía política de Pérez Jiménez) me dijo que Arturo Uslar Pietri le había conseguido a Boulton la empresa de aviación, Avensa, y a lo mejor resulta que otros estaban tratando de conseguirla para otra gente rica… Pero lo que es del cura va para la iglesia y lo que era de los ricos siguió siendo de los ricos.

 

-También, al parecer, había descontento de la burguesía porque ya la dictadura no les estaba dando tanto dinero como al principio, debido a una baja en los precios petroleros. ¿Fue así?

 

-Lo que había, más bien, era atraso en el pago de las deudas.

 

-Cuando ya comienza la democracia representativa y se inicia la etapa de la represión, ¿se utilizó lo que podríamos llamar la “tecnología” de la Seguridad Nacional o se emplearon métodos más modernos y avanzados?

 

-Los más modernos y avanzados. La “tecnología”, como tú la llamas, de Pedro Estrada era primitiva, individual. Lo de la etapa democrática fueron campos de concentración, teatros de operaciones, una cosa más propia de la jerarquía de la oposición que cada uno tenía. Hay que recordar que en ese momento vino el triunfo de Fidel Castro y el surgimiento de la guerrilla. Entonces, no es lo mismo combatir a unos tipos que andan por ahí y de vez en cuando zumbaban una bomba (la oposición a Pérez Jiménez) que una guerrilla con miles de personas, con una ideología mística e idealista (la oposición contra la democracia representativa). Entonces, bueno, a grandes males, grandes remedios.

 

-¿Puede decirse con justicia histórica que el período de la democracia representativa, sobre todo los años 60 y principios de los 70, fueron más represivos que la dictadura de Pérez Jiménez, o eso es una calumnia?

 

-Definitivamente fueron más represivos y más criminales. Hubo mayor cantidad de criminales y mayor cantidad de guerrilleros. Y eso pasó también porque políticamente Betancourt era un tipo mucho más claro que Pérez Jiménez. La verdad es que Pérez Jiménez era un ingeniero, un ministro de obras públicas gobernando. Betancourt era un político de verdad, del imperialismo en serio.

 

-Usted nos ha comentado que tuvo la oportunidad de entrevistar a Marcos Pérez Jiménez en los años 80. ¿Cómo lo vio, qué impresión le dio?

 

-Bueno, una impresión pobre. O sea, Pérez Jiménez no era una personalidad, como podrían serlo Uslar Pietri, Caldera, Betancourt o Gustavo Machado. Era un oficial chato de ideas, sin mayor grandeza. Insisto en que él era un buen y excelente ministro de obras públicas.

 

-A 59 años de su derrocamiento, todavía Pérez Jiménez es una referencia para la gente, hasta para los más jóvenes, en materia de obras públicas. Pareciera que después de él no se hizo mucho en Venezuela…

 

-Con el tiempo se le igualó. Se hicieron muchas obras importantes porque, por más que sea, había cemento, había ingenieros. Y en materia de vivienda popular, el chavismo dejó muy atrás los logros de Pérez Jiménez con la Gran Misión Vivienda Venezuela. Pero, en aquel entonces, como él mismo me lo dijo: “esa urbanización que yo hice (el 23 de Enero, originalmente llamada 2 de Diciembre) era la mayor de América”, con lo que quiso decir que ni siquiera en EEUU había una urbanización de vivienda obrera semejante a esa.

 

-Luego de tanto tiempo, alguna de la gente que fue excluida por AD y Copei en los años 60 ha asumido la versión oficial de esos dos partidos sobre el 23 de enero. ¿Qué le parece?

 

-Lo veo como una racionalización cómoda, como una manera de sentirse incluidos en una realidad que triunfó. Es un juego psicológico de comodidad.

 

-Algunos factores políticos aprovechan el 23 de enero para protestar contra el actual gobierno, y lo hicieron antes para manifestar contra el del comandante Chávez. Dicen que estos dos gobiernos son tan dictatoriales como el de Pérez Jiménez. ¿Usted que ha vivido las dos etapas, y también la intermedia, la del pacto de Puntofijo, qué valoración hace de eso?

 

-No sé qué decirte, son esos juegos psicológicos típicos. Si hay que hablar mal del gobierno, pues el 23 de enero es un motivo, pero también puede serlo el 2 de diciembre o el 18 de octubre. Para hablar mal de un gobierno al que se adversa, cualquier pretexto es bueno.

  

(Clodovaldo Hernández /[email protected])

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