En el tradicional viernes filosófico de Desde Donde Sea correspondiente a la edición 124 del programa, Miguel Ángel Pérez Pirela expuso a la audiencia los fundamentos adelantados por el filósofo político inglés, Thomas Hobbes, en su obra «Leviatán«, a partir de los que se derivan importantes conceptos de la Filosofía Política Moderna, como el contrato social y el Estado.

Hobbes, explicó, vivió durante el siglo XVII y el título de su producción intelectual más trascendente alude a un monstruo mítico aparecido en la imagen de la cubierta, que en una mano tenía el signo distintivo del poder civil y en la otra, del poder religioso, un insumo que permite deducir que el llamado «Leviatán» se encontraba por encima del vulgo –pueblo– y de la Iglesia, que en lengua latina alude a la universalidad. 

Así, precisó, a partir de esta alusión a una criatura mitológica, Hobbes avanza en la idea de la existencia de un poder no divino, no metafísico, que podía resumir en sí mismo los poderes todos del ser humano.

El concepto de naturaleza humana que concebía este filósofo implica la estructuración de una teoría en torno a cómo se concibe la existencia humana. Para ilustrar el punto, trajo a colación a Aristóteles, filósofo griego de la Antigüedad, quien concibió al ser humano como un «zoon politikón», es un animal político que se inscribe en la polis –la sociedad–  con lo que se afirma que el ser humano es un animal de comunidad. 

Esta posición, continuó explicando, fue rebatida durante el Renacimiento. Lo hizo Nicolás Maquiavelo en El Príncipe (1512). El importante texto, que en su criterio, «funda la modernidad de la Filosofía Política», marcha a contrapelo de las tesis aristotélicas y parte de la idea de que el ser humano es egoísta y no comunitario, una condición que impone el conflicto como un rasgo característico de la convivencia entre las personas y en esta corriente, que ofrece una versión pesimista del ser humano, se inscribe el planteamiento de Hobbes. 

En este punto, el experto mencionó que carecía de relevancia hacer valoraciones acerca de la obra de Hobbes –y de cualquier otro autor–, sin antes haberse acometido a un estudio profundo de sus planteamientos. Lo mismo, comentó, sucede con ideas como el machismo, el neoliberalismo o el capitalismo: antes de oponerse con base en experiencias y frustraciones personales, hay que saber en qué consisten estos planteamientos, una práctica que caracteriza a los grandes pensadores como Hobbes.

Por tal razón, puntualizó, antes de establecer los conceptos de contrato social y Estado Moderno (Leviatán), este desarrolló el concepto de naturaleza humana. Sobre lo último indicó que el autor planteaba que el ser humano «era, por naturaleza, una mierda«, individualista y egoísta, razón por la cual aseguraba que «no había ningún tipo de industria –denotando con esto a todo quehacer– humana» que estuviera ajena a las relaciones de expoliación sustentadas en las relaciones de fuerza.

Bajo tal premisa, en el estado de naturaleza de Thomas Hobbes, el hombre es «homo homini lupus», que traducido al español significa que el hombre es lobo del hombre, o como dijera en el siglo XX el filósofo francés Jean-Paul Sartre, «el infierno son los otros», algo que puede explicarse más concretamente como que bajo el estado de naturaleza de Hobbes, todos somos enemigos de todos.

Según Pérez Pirela, esta introducción permite comprender el concepto hobbesiano de la política, pues el autor no se enfrasca ni se limita a la idea pesimista que el hombre es lobo del hombre, sino que trata de trascender, a través de su teoría, este estado de naturaleza y propone una solución. 

Dicha solución, mencionó, consiste en establecer un contrato social. En su caso, pasa por otorgar parte de la libertad personal a una tercera entidad: el Estado Moderno o Leviatán, de manera tal que bajo este esquema de razonamiento, los hombres intercambian una porción de su libertad absoluta en el estado natural –pues esta conduce al estado de guerra– y se la dan al Leviatán, a cambio de seguridad.  

De lo anterior se desprende, que «el Estado Moderno, no es otra cosa que esa entidad política al cual se le da una parte de la libertad absoluta, a cambio de protección», expuso el filósofo, que en otras palabras significa que si somos absolutamente libres, chocaremos entre nosotros en una especie de «guerra civil» adelantada entre individuos «enteramente libres».

Con el propósito de ejemplificar el modo de operación de esta idea, aludió a una situación cotidiana: una persona dentro de su casa decide poner música «a todo volumen» en plena madrugada. Cabría entonces la pregunta: «¿acaso no hay otro, absolutamente libre durmiendo a esa hora?, es decir, un individuo que decidió que invertirá su absoluta libertad en dormir a las tres de la mañana».

Si esta situación se analiza bajo el lente de Hobbes, entonces tanto quien pone la música a alto volumen durante una madrugada como quien ha decidido dormir a esa misma hora, ejercen su libertad absoluta, con lo que la previsible consecuencia será el conflicto, justo de la clase que motivó al filósofo a definir, en el siglo XVII el Leviatán, al que ambos individuos otorgan parte de su libertad, a cambio que este defina unas normas de convivencia, puesto que si ambos individuos son enteramente libres, lo que acontece es la guerra civil. 

En virtud de lo antes dicho, subrayó que el contrato social nos hace menos libres, pero más seguros, puesto que el Estado ejerce como instancia de mediación entre las partes en conflicto, constituyendo así el modo que Hobbes encuentra para trascender el estado de naturaleza propio de los seres humanos. 

Al concluir esta idea, Miguel Ángel Pérez Pirela se permitió introducir una disgresión, para advertir acerca de quienes intentan venderle a otros la idea de «una especie de libertad absoluta», puesto que si queremos vivir en sociedad, forzosamente nos veremos obligados a despojarnos de una parte de la propia libertad, en aras de un bien superior. 

Desde su punto de vista, para pensar en la sociedad, en lugar de imaginar agrupaciones abstractas, es útil referirse a asociaciones humanas cotidianas, como las parejas. En este caso, mencionó, cada miembro de sus gustos y placeres absolutos a partir de un contrato social y un acuerdo, con el propósito de conseguir «bien mayor«. 

Aunque parezca simple, en su opinión, el ejemplo previo ilustra apropiadamente cómo funciona el concepto de Estado que en su día definiera Hobbes, quien en el siglo XVII y a partir de una idea pesimista de la naturaleza humana, hace que el individuo trascienda su propia naturaleza en pos de un Estado que, por medio de un contrato social, garantice la seguridad colectiva. 

Lo esgrimido hasta el momento, le permitió asegurar que no es posible que los seres humanos hagamos vida en sociedad sin leyes, es decir, sin que se limite la libertad absoluta, porque en caso contrario, la libertad de los unos acabaría por violentar la libertad de los otros. Esto quiere decir que todos los problemas y conflictos humanos se gestionarían por medio de la violencia y no de las instituciones contractuales. 

Dicha elaboración teórica, insistió, es una herencia del Renacimiento y parte de la idea que los hombres son egoístas e individualistas y no tienen la intención de convivir entre sí. Por ello, remató, «tuvimos que inventar la existencia del Estado Moderno«, sin el cual nos mataríamos entre sí, resumiendo de este modo la génesis de la teoría hobbesiana. 

Seguidamente, aprovechó de desmentir la falsa creencia que atribuye a Thomas Hobbes un pesimismo absoluto. Al respecto, señaló que en su planteamiento el ser humano tiene la oportunidad para superar su estado de naturaleza, esencialmente negativo, y apostar por el Estado, es decir, por la búsqueda de soluciones políticas. 

Sin embargo, matizó el comentario agregando que lo previo no siempre entraña virtud, pues el Estado puede imponerse sobre el individuo, que al priorizar lo colectivo por sobre lo individual, acaba por aplastarlo, como sucede en los Estados totalitarios. 

Frente a este aparente pesimismo subyacente en los planteamientos hobessianos, trajo a colación al filósofo alemán Arthur Schopenhauer, considerado como «el padre del pesimismo», que al ser cuestionado por estar feliz en medio de un mundo agreste, respondía «que la única forma de vivir en una sociedad de mierda, era el optimismo». 

Algo similar, expuso, hizo Hobbes, pues a partir de un presupuesto pesimista y negativo acerca de la naturaleza humana, ofreció una solución: darle poder al monstruo Leviatán, para que nos norme, nos legalice, nos estructure y lleguemos a un acuerdo, limitando nuestro egoísmo para generar una convivencia que nos permite superar un estado de naturaleza en el que somos seres individualistas, antes que colectivistas. 

Así nació el concepto moderno de Estado Social e independientemente de si se está o no de acuerdo con Hobbes, pues no puede cambiarse lo que él escribió en el Leviatán y en su juicio, yerran aquellos que tratan de reescribirlo. Pérez Pirela invitó a leer, estudiar, hacer hermenéutica en el contexto espacio-temporal en el que fue concebida la obra y desde allí, analizar, con miras a comprender el tiempo presente.

Finalmente, recomendó a la audiencia no caer en una práctica hueca, devenida en moda, que consiste en postear párrafos o frases de filósofos en las redes sociales sin haberse paseado nunca por su obra, con el propósito de «parecer inteligente». De este modo, sugirió que antes de caer en eso, es preferible estudiar la obra de los autores, con lo que se evitaría la exposición al ridículo, pues siempre acaba por develarse la impostura. 

(LaIguana.TV)