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Son el grueso de la cola. En cualquier supermercado o farmacia que venda alguno de los productos de precio regulado, o de venta restringida, pueden verse. Se mezclan con quien hace la fila por necesidad. Desequilibran el mercado y no están solos.  

 

Forman parte de una engranada maquinaria que revende los regulados. Llegar al mercado Las Pulgas, con una bolsa que contenga al menos cinco empaques de tres productos restringidos significa llevarse a casa,  1.500 bolívares. 

 

Frente al supermercado Latino del sector Maicaíto, el acomodador de los carros cuenta, bajo la condición de no identificarse, que “llegan a las 4:00 pm, aproximadamente. Por eso, la gente vuelve aquí con lo que consiga comprar en otros supermercados. Es un proceso muy discreto, nada de escándalos. Se acercan a la gente que espera en la acera  y le ofrecen”. 

 

Aporta una cifra adicional: “La leche en polvo es oro. Pagan Bs. 500 por un paquete de un kilo, Bs. 700 por una lata de leche enriquecida para niños, Bs. 400 por un paquete de pañales. Eso es aparte de lo que pagan por la harina de maíz, el arroz, la pasta, afeitadoras, desodorante y café”. El precio oficial de la leche en polvo, en bolsa es de Bs. 70; el paquete más caro de pañales talla XXG de 76 unidades, cuesta Bs. 289,77.  

 

Así se alimentan los depósitos de comercios que, en los mercados de Las Pulgas y Las Playitas, acumulan los regulados para revenderlos en cientos de improvisados tarantines que moran tierra adentro de las fachadas y las calles cerradas al tráfico automotor. 

 

Afuera del supermercado Latino, en plena calle 78 (Dr. Portillo) hay la cola de todos los días. “Va llegando el camión con suavizante, y dicen que en el depósito hay lavaplatos, pero hay que esperar que descarguen”, dice un joven en fila. El sol pica: la ciudad está en la que ha sido la semana más caliente del año, rozando los 50° centígrados de sensación térmica. Adelante, hay mujeres que llevan bolsas con productos hallados en otros comercios: arroz, azúcar, desodorante y aceite. 

 

 En un comercio vecino al supermercado, guardan las bolsas. “Bs. 30 por cada una”, ofrece la encargada de proteger la mercancía. 

 

“No se entiende por qué  si ya compraron uno o varios productos  vienen a comprar en otro mercado”, se pregunta Claudia Ariza, una docente de la parroquia Cecilio Acosta. “Estoy suspendida por salud, pero tuve que venir al supermercado porque no me queda nada en la casa. Siempre se ve la gente con las bolsas afuera”, explica. 

 

La disposición de no dejar entrar a usuarios con bolsas y eliminar la zona para guardar paquetería también es burlada con los niños que se quedan afuera mientras los mayores compran. Así se llena la botija que se intercambiará, más tarde, por dinero. 

 

Allí, en los mercados populares, parece estar la célula maligna del ‘cáncer’ que representa el ‘bachaqueo’ interno. “Eso no solo lo compran en Las Pulgas, también en las bodegas de los barrios. Haz la prueba.

 

Acércate con una bolsa de regulados a una bodega y negocia. Verás como te compran”, explica Carmelo Ruiz, un administrador de la parroquia Chiquinquirá. 

 

Las tentativas de los cuerpos de seguridad de la región parecen ineficaces. El fin de semana pasado, la Guardia Nacional sorprendió con un operativo “relámpago” —como lo califican fuentes del cuerpo castrense— en Las Pulgas y Las Playitas: se llevaron ocho toneladas de regulados y detuvieron a 11 personas.

 

El jefe de la Zona 11 de la GNB, general Manuel Graterol Colmenárez, precisó que lo decomisado en Las Pulgas “se halló en lugares ocultos como maletas, dobles fondos de carros, escondites secretos en los locales y otras zonas”. “Los operativos seguirán”, se cita de la misma nota de prensa. 

 

El rostro tras la  ‘maquinaria’ de compra de regulados al mayor, pero obtenidos al detal y bajo el sistema de la regulación de precios, no se conoce. Un vigilante de un local cercano al supermercado Latino de la calle 78, asegura que “es una red muy grande que incluso reparte dinero en efectivo a quien va a entrar a comprar”.

 
Un hombre que estaba en una cola en un supermercado de la calle 78, y que ya había comprado en el Enne cercano, aparece, media hora después en la sede de Farmahorro de la calle 77 (5 de Julio). Allí han comenzado a aplicar el cronograma de venta por número de cédula. 

 

 Entre todos se pasan los datos, se cuentan en las colas. La meta pareciera llevarse, en una bolsa, la mayor cantidad posible de productos. Géneros que van a ser revendidos para el desequilibrio permanente del mercado.

 

(Panorama)