sábado, 19 / 04 / 2025
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¿Existe un Marx oculto, desconocido y descolonial? Katya Colmenares conversa con Pérez Pirela

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En esta nueva edición del jueves de filosofía, Miguel Ángel Pérez Pirela conversó con la profesora mexicana Katya Colmenares acerca del Marx que ocultó el estalinismo.

Colmenares es Licenciada en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Magíster en Filosofía por la misma casa de estudios y Doctora en Humanidades por la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.

Además cuenta con un Posdoctorado en Estudios Latinoamericanos de la UNAM, en el que desarrolló el proyecto de investigación intitulado: «Descolonización y construcción crítica de las instituciones políticas».

Sus investigaciones conducentes a grado han estado enfocadas en la filosofía de Georg Hegel, para lo cual ha colaborado estrechamente con pensadores de la talla de Enrique Dussel y Juan José Bautista.

Actualmente, sus intereses abarcan la formación política, el pensamiento crítico, la Epistemología, la Ética, la Filosofía Política, la Filosofía Latinoamericana, la Filosofía de la Liberación y la Metodología de la Investigación.

A modo de introducción, Pérez Pirela comentó que el Marx que fue objeto de enconados debates dentro de las academias y en organizaciones políticas durante el siglo XX, en realidad se trata de una versión deliberadamente editada, que da lugar a una necesaria revisión y discusión histórica.

El redescubrimiento de Marx a través de Marx

Kathya Colmenares inició sus reflexiones señalando que una de las grandes oportunidades que ofrece el siglo XXI, es que se trata de la primera vez que existen condiciones para estudiar de primera mano a Marx, gracias a la labor de un equipo de traductores desperdigado por el mundo coordinados por la institución alemana Mega.

Su antecedente, apuntó, se remonta a los tiempos de la Unión Soviética, donde un equipo se abocó a la traducción de su obra para ponerla a disposición de los militantes, si bien este esfuerzo se vio truncado porque los responsables fueron apresados y ejecutados durante las purgas estalinistas.

A posteriori, explicó, Colmenares, Stalin decidió retomar el proyecto, pero con una edición conveniente de la obra, centrada en ciertas categorías, a partir de la cual derivó un Marx científico, objetivo y alejado de todo.

Un ejemplo de esto, precisó, es La Ideología Alemana, considerada una de las obras fundantes del marxismo, que conformada a partir de la compilación de textos variopintos, a cuya publicación se había negado el autor en vida.

De regreso al proyecto de Mega, refirió que la muy copiosa obra de Karl Marx se dividió en cuatro secciones. La primera de ellas agrupa artículos periodísticos –unos 200 no habían sido editados nuevamente desde su primera aparición, otros muchos fueron firmados con seudónimos y su autenticidad se estableció a través de estudios filológicos–, la segunda contiene todos los textos de El Capital preparados por Marx; la tercera, toda su correspondencia y una última, notas, incluyendo aquellas escritas al margen de libros y documentos preparatorios.

A su juicio, el filósofo argentino-mexicano Enrique Dussel ha sido un pionero en la nueva manera de leer a Marx, al proponer una lectura genealógica que le condujo a concluir que existen cuatro versiones –acaso cinco– de la que es considerada su obra cumbre: El Capital.

Colmenares puntualizó que de momento, los estudiosos disponen de alrededor de 70 tomos publicados en lengua alemana por Mega, de los cuales 23 corresponden a la colección completa de manuscritos de El Capital.

Lamentablemente, añadió, a pesar de sus esfuerzos, no ha conseguido respaldo para iniciar un proceso de traducción de esta compilación de textos de Marx en lengua castellana, que supere las deficiencias, omisiones y sesgos presentes en las traducciones disponibles, muchas de las cuales bebieron de las fuentes editadas por el estalinismo.

En cualquier caso, la especialista subrayó que ya está suficientemente claro que a partir de estos manuscritos, el lector se topará con un Marx mucho más complejo que el que conoció el siglo XX, pues entonces se privilegió la coherencia frente a una versión más dialéctica, pero menos sistemática del autor.

En particular, centró sus comentarios en los tomos II y III de El Capital, publicados póstumamente, en virtud de que aparentemente no estaba convencido de su contenido y que han sido objeto de numerosos contrastes a partir del hallazgo de otras versiones preliminares.

Por otro lado, rescató lo dicho por el recientemente fallecido filósofo boliviano Juan José Bautista, quien aseguraba que un error del marxismo del siglo pasado, es presentar la obra marxista como una crítica al capitalismo en lugar de presentarla como una crítica a la Modernidad en su conjunto.

De allí que bajo esta relectura resulte insuficiente apelar exclusivamente a categorías como modo de producción para explicar el funcionamiento –no digamos, transformar– el capitalismo, puesto que este no solamente es un modo de producción sino de reproducción de la vida entera, que trasciende con creces el ámbito de las mercancías.

Como ilustración de su argumento, valoró tanto al capitalismo como al socialismo derivado de la lectura truncada de Marx como proyectos sustentados en la dominación, cuando en realidad, dijo, citando al pensador alemán, «de lo que se trata es de descubrir la ley oculta en la que se sustenta la sociedad moderna».

En última instancia, desde su punto de vista, el estalinismo tuvo un gran peso en la configuración de esta lectura sesgada, puesto que edificó toda una ortodoxia en términos de lo que era ser revolucionario por medio de procedimientos mecanicistas que condujeron a un automatismo incapaz de concretar ninguno de los cambios históricos que prometía.

Todo lo contrario: parecía que el socialismo iba a caer del cielo, por la mera fuerza de la historia, sin que nadie tuviera que hacer nada en particular para conseguirlo.

La dialéctica hegeliana y El Capital

Seguidamente, la académica mexicana, la comprensión inapropiada de lo que realmente significaba para Marx decir que pondría a Hegel sobre sus pies, condujo a una serie de equívocos que todavía prevalecen en muchos entornos.

Por eso, ante la pregunta: ¿Qué significa que Marx le haya contestado a Hegel con un libro de Crítica a la Economía Política?, se suele responder de manera sobresimplificada que el primero era idealista y el segundo, materialista.

En su opinión, tal alegato simplista impide comprender lo que hay detrás, pero una revisión concienzuda de la Lógica de Hegel, ofrece luces para allanar este camino de comprensión.

Refiriendo su propio camino intelectual, Katya Colmenares resaltó que al «aterrizar» esa Lógica de Hegel en la realidad, encontró que hay entera correspondencia entre sus planteamientos y la manera como se comprende la realidad moderna.

Más precisamente, explicó, el contenido autorreflexivo hegeliano es una autoafirmación, que se expresa de formas muy concretas dentro de la sociedad capitalista, como por ejemplo en el individuo que busca su propio interés o en el Estado, que busca sus mediaciones para poder autorreproducirse.

A su juicio, toda la Ciencia hegeliana se asienta en este concepto y con él, la interpretación de la realidad moderna y de ahí que Marx lo valorara para comprender el mundo, lo que dicho de otro modo significa que la lógica de Hegel le servía para comprender y explicar el funcionamiento del capitalismo.

Empero, para ella el problema no es que la lógica de Hegel esté invertida, sino que el capitalismo –la realidad– produce una inversión. En esto se asentó para asegurar que el propósito de Marx al escribir El Capital era mostrar que el capitalismo encubre la realidad y parasita de ella para reproducirse.

Tanto es así, apuntó, que el capitalismo le hace creer a la humanidad, cuando en realidad es valor producido por el trabajo humano en alianza con la naturaleza y es por esta razón que funciona muy bien la crítica marxista del fetichismo, porque el ser humano es que produce el valor y luego ese valor se le vuelve en contra, porque él acaba siendo una mediación de su propia reproducción.

En la misma línea, insistió en que los seres humanos trabajamos para reproducir la vida, pero en el capitalismo, esta es mediación para la acumulación de valor, una inversión que, desde su mirada, es la que se encarga de mostrar Marx en El Capital.

¿Por qué Hegel produjo esa lógica y no otra?

Para ahondar en el tema, la filósofa mexicana explicó las razones por las cuales el alemán Georg Hegel produjo su Lógica con tales contenidos. Desde su lectura, eso sucedió porque vivió en una realidad moderna, donde la Revolución Industrial estaba en pleno apogeo y en la que está instalado el sueño que esa modernidad podrá satisfacer efectivamente las necesidades que existen y surjan en la realidad.

Para ella, el optimismo de Hegel obedece a una valoración positiva de su propio tiempo histórico, que le condujo a creer que la racionalidad moderna es la más acabada que ha tenido el ser humano en su devenir.

En contraste, aún en ese tiempo, Marx sí fue capaz de ver las contradicciones del capitalismo: las luchas obreras, el trabajo excesivo, la miseria, pruebas fehacientes del fracaso de esa apuesta optimista de Hegel que le llevan a concluir que, lejos de pretender el bien común, el capitalismo tiene un único objetivo: acumular ganancias.

Sociedad versus comunidad: la superación de la cosificación

Katya Colmenares sostiene que si se evalúa críticamente a Hegel, ya se pueden ver el fetichismo y la cosificación del ser humano, porque aparece como una mediación de Dios carente de valor en sí, consecuencia esta de que para el pensador alemán, lo más valioso es el pensamiento, antes que la vida concreta de cada ser humano.

Pero agregó que este aspecto luego será ampliamente cuestionado por otros pensadores post-hegelianos, especialmente tras la experiencia de la Primera Guerra Mundial, donde los individuos quedaron reducidos a meros números o entes despersonalizados por la maquinaria del Estado.

En todo caso, Enrique Dussel encontró indicios de los cuestionamientos de Marx hacia la cosificación en el tomo I de El Capital, en el que se dice claramente que las relaciones sociales están siempre cosificadas.

Desde esta lectura, explicó, la sociedad se opone a lo humano, puesto que cada persona cumple una función, prácticamente restringida a la de portadora de mercancías sujetas al intercambio, sin que ello signifique que las relaciones humanas desaparecieron en el capitalismo.

De este modo, cuando se plantea como salida a la cosificación de las relaciones sociales impuestas en el capitalismo, Colmenares asegura que no hay que inventarlas ni irlas a buscar en otro lugar, porque están al centro de la vida, aún con todas las limitaciones que impone el presente; en su lugar, sostiene que se trata de profundizar las que ya existen en el circuito natural de la vida y hacerlas salir del foso donde las ha ocultado el modo de producción capitalista.

La filósofa ve en América Latina un escenario fértil para ese proceso de recomposición, en tanto que a contrapelo del individualismo exacerbado en Europa, donde prácticamente todas las relaciones sociales han sido destruidas y se vive en una especie de «autismo social», en el continente persisten las relaciones comunitarias, que es desde donde se pueden pensar la vida.

De otra parte, indicó que al trabajar la Fenomenología del Espíritu, se percató de que Hegel decía ponerse frente al mundo en una situación de conocimiento, de una conciencia natural que quiere conocer, aunque esa conciencia no es natural sino moderna, pues se propone conocer cosas, no sujetos.

Por ello, aseguró, el Sistema de la Ciencia que desarrolla Hegel, es el Sistema de la Ciencia Moderna y para superar el fetichismo habría que empezar a pensar en otro Sistema de la Ciencia que esté anclado a la vida, con base en otras experiencias, en las que todo encuentro con la alteridad no esté signado por el interés personal.

En este marco, rescató nuevamente la lectura que hiciera Juan José Bautista de la obra de Marx: el capitalismo necesitó destruir las relaciones comunitarias y por eso necesitó destruir a los pueblos originarios, porque si se tienen solo individuos «libres», lo que se tiene es a personas sin ninguna ligazón que pueden ofrecerse al gran capital para que lo esquilmen.

Más todavía: aunque el ser humano es la fuente del trabajo, de la creación de valor –que puede hacer no por el capital, sino porque le viene dada por su propia condición–, ofrece su fuerza de trabajo como otra mercancía más, siendo que el modo de producción se sostiene en ella.

Por tal motivo, para Colmenares es importante comenzar a pensar en esta inversión, pues es solo a partir del trabajo vivo que se crea el valor, como apuntara Dussel siguiendo a Marx y no es el capital que se reproduce a sí mismo como que si de magia se tratara.

En la realidad, explicó, al trabajador se paga un salario para que sobreviva, siempre inferior al valor que crea y esa diferencia es la que permite la acumulación de ganancias a partir de una inyección constante de valor extraído a los trabajadores.

El origen de las «culturas inferiores»: la herencia histórica de Hegel

Otro de los temas abordados por Katya Colmenares en su disertación fue la herencia histórica de Hegel, a la que se le debe la extendida noción de ver a los pueblos originarios como incapaces de inscribirse en el proyecto moderno, autoerigido como el más acabado de todos los proyectos civilizatorios de la historia de la humanidad.

A este respecto precisó que la Modernidad construye el modo de comprender la historia como una línea y tiene en Hegel su maestro, que situó a las culturas que Europa conocía en distintos momentos de la historia y transformó su clasificación en un paradigma.

Es de ese punto del que parte esa perspectiva de superioridad histórica con la que a menudo se miran a los pueblos originarios, en lugar de pensar que, por ejemplo, no han querido inscribirse en esa lógica y resisten contra ella por todas las vías que les es posible desde el mismo siglo XXI que el resto.

(LaIguana.TV)

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