lunes, 21 / 04 / 2025
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Pugna OTAN-Rusia no es por ideología, sino por soberanía: Pérez Pirela dialogó con Nahuel Michalski

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El conflicto entre la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y Rusia no puede verse en términos ideológicos, como si fuera entre capitalismo y comunismo, sino como una pugna por la soberanía entre potencias nucleares capitalistas neoliberales.

En un nuevo Jueves de filosofía del programa Desde donde sea, se abordó este candente tema mediante una conversación entre los filósofos y comunicadores Miguel Ángel Pérez Pirela y su invitado, el argentino Nahuel Michalski, quien se desempeña como moderador del sitio web charlasdefilosofia.com.

Los dos especialistas coincidieron en que hay muchas aristas falaces en el debate sobre este tema, por lo que es mucho lo que debe analizarse y discutirse al respecto, a la luz de la historia y de la teoría política.

A continuación se presenta una versión del diálogo:

Nahuel Michalski (NM): Cuando comenzó a escalar el conflicto entre Rusia y Ucrania, pensé en hablar contigo porque siempre estás con datos y argumentos. ¿Qué entiendes de este conflicto, como lo piensas desde el periodismo filosófico? ¿Cuáles son sus ejes principales?

Miguel Ángel Pérez Pirela (MAPP): Desde el año pasado, en LaIguana.TV y en el programa Desde donde sea, advertíamos que podíamos amanecer en 2022 con una guerra. Empezaban a sonar las trompetas bélicas. Había muchos intereses en juego, entre ellos el gasoducto Nord Stream 2, que es una de mis principales hipótesis, que va de Rusia a Alemania. En tiempos de una crisis energética muy fuerte en Europa. Con el gasoducto, Alemania y otros países de la Europa Schengen iban a recibir un gas más barato, lo cual era un alivio, pero esto no le convenía a Estados Unidos que le están vendiendo gas licuado a Europa y por eso Washington se propuso romper ese proyecto, que ya no era proyecto, sino una obra terminada. Solo había que apretar un botón para que llegara el gas. Empezaron las presiones, los espíritus de guerra, el enrarecimiento del ambiente. A esto se sumó la existencia de una zona en disputa, la que ocupan las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk, que están en el este de Ucrania, en frontera con Rusia y que a partir de 2014 estaban en guerra con el gobierno de Kiev, que las ha bombardeado desde entonces. Se dieron los Acuerdos de Minsk, que buscaban una solución diplomática, pero no sirvieron de nada, no se respetó durante estos ocho años el pacto de cese el fuego. Esto llevó a que hace pocas horas, el presidente ruso, Vladimir Putin, reconociera la independencia de esas repúblicas y allí se da el casus belli, es decir, la causa de guerra. Es un tema candente, coyuntural, que enciende pasiones, pero hay que hacer un esfuerzo para abordarlo desde la filosofía política, pues esa visión va a aportar muchísimo a una interpretación desencarnada. Como siempre, EE.UU. está propiciando guerras al otro lado del Atlántico, lejos de su territorio. Los europeos caen en la tentación de la guerra y hoy tenemos bombardeos, relaciones diplomáticas rotas, sanciones, daños económicos, estados de excepción. Putin dice, con razón además, que se ha montado  un gobierno neofascista en Ucrania, con bandas armadas que usan incluso símbolos nazis, que han estado perpetrando un genocidio durante ocho años en esas dos repúblicas ahora independientes. Volodymyr Zelenski, el jefe de ese gobierno, compara a Putin con Hitler, es decir, que se acusan mutuamente de nazis, de fascistas. ¿Quién tiene la razón: uno de ellos, los dos o ninguno? Por eso yo comienzo lanzándote una conchita de mango, citando a Clausewitz, quien en 1832 dijo que la guerra es la continuación de la política por otros medios. ¿En este caso, tiene razón?

NM: Antes de ir a esas categorías que son transversales y fundacionales de nuestra tradición política (derecho natural, derecho positivo, soberanía, territorio) me siento tentado a preguntarte si este conflicto hace resurgir el fantasma de la lucha entre capitalismo y comunismo. ¿Vos pensás que un sector de la sociedad va a aceptar la tesis de que hay un retorno a esta polaridad doctrinal entre una izquierda comunista y un occidente capitalista?

MAPP: Muy buena pregunta. Con ella eres tú el que me pone la conchita de mango… Podríamos vernos tentados de pensar que es una guerra de la izquierda contra la derecha o entre comunismo y capitalismo. Anecdóticamente, antes de la pandemia tuve que ir en varias ocasiones a Moscú y puedo afirmar que esa ciudad es todo menos comunista. Es una de las grandes capitales capitalistas del planeta, que puede hacer sonrojar a Nueva York, Londres, París o Tokio. Es una megaciudad con limusinas, Rolls Royces, con hoteles de cinco y más estrellas. En cierta manera, Putin le ha dejado claro dos cosas a occidente, que responden a esta pregunta. Les dijo que los occidentales se están arrogando la civilización, dejando a los demás como bárbaros; y luego les dijo que se ha pretendido confundir a la Federación Rusa actual con la Unión Soviética. Y, en realidad se trata de una lucha geopolítica que está llegando a un momento bélico por intereses capitalistas neoliberales. La cuestión no debe colocarse en términos ideológicos sino en términos de soberanía. Putin les está reclamando que aunque Ucrania no forma parte de la OTAN, ya el estado mayor de la alianza ejerce el mando en Kiev y él no puede permitir que un país tan cercano a Moscú sea miembro de la OTAN y tenga armas nucleares, porque además para ello tiene todo el savoir faire, el know how atómico que viene la URSS. Lo que dice Putin es “al lado de mi casa no lo van a hacer”. EE.UU. y la OTAN, por su lado, quieren llevar sus fuerzas lo más cerca que puedan de Rusia. Putin legitima las repúblicas de Donetsk y Lugansk para colocar una especie de tapón que separe el territorio ruso del ucraniano. La lucha es por la soberanía no por la ideología.

NM: ¿Pensás que esto pueda ser un resabio de la sublevación (no revolución) ucraniana de 2015, en la que Ucrania rompe con la herencia rusa?

MAPP: Sí, seguramente. Ucrania se quiere desrusificar y asimilarse a occidente, pero eso va a contrapelo de su cultura e identidad. Y aquí entra el factor del neofascismo paramilitar. Una parte de Europa, incluyendo Alemania e Inglaterra, además de EE.UU. le está dando armas a un gobierno con un alto componente neofascista que tiene raíces en la Segunda Guerra Mundial. Ucrania quiere reescribir esa historia señalando que ellos, los ucranianos blancos, son la raza superior, mientras los rusos son asiáticos e inferiores. Ese gobierno actual de Ucrania nació del golpe de Estado de 2014 contra el presidente prorruso que estaba en el poder, lo que pone en tela de juicio el carácter democrático. La OTAN está aprovechándose de esta especie de blanqueamiento desarrollado por esta extrema derecha neofascista, tomando a Ucrania como tonto útil, dicho con el mayor respeto por el pueblo ucraniano. A EE.UU. y a la UE les importa un bledo Ucrania. De hecho, ya dijeron que no van a enviar tropas y Zelenski, que es quien está en el gobierno de Ucrania, ha comenzado a pedir que se baje el tono de la confrontación si es que lo van a dejar solo contra un adversario del tamaño de Rusia. Y aquí podemos traer a discusión otra categoría, que es la de minoría y mayoría porque desde hace ocho años, la mayoría ucraniana está bombardeando a las minorías prorrusas.

NM: Eso te quería comentar: más de 60% de la población ucraniana es prorrusa.

MAPP: Y en Donetsk y Lugansk, la mayoría no solo es prorrusa, sino que es rusa. Y aquí vemos como EE.UU. supuestamente por salvar a un ciudadano estadounidense (como el soldado Ryan)  bombardea otro país. Sabemos que es por otros intereses, pero eso es lo que se dice públicamente. En este caso, Rusia dice: “ahí hay millones de rusos a quienes debo defender de los ataques ucranianos”. Es complejo porque Ucrania ataca a la minoría dentro de su territorio pero es un pequeño país al lado de Rusia. Es un caso que puede hacer evocar al de las Malvinas: una potencia nuclear, en forma prepotente y bravucona  mantiene unas islas argentinas bajo dominio colonial, lo que hace preguntarse, en términos filosóficos donde comienzan y terminan las mayorías y las minorías y quienes son los pequeños y los grandes.

NM: Leo dos comentarios que me llegan a la transmisión en vivo. La profesora Miriam Prado dice que Putin ha planteado el tema del neonazismo, pero como el periodismo desconoce, no hay un análisis. Otra persona pregunta si el que las fuerzas de la OTAN lleguen a Ucrania no es una consecuencia del sentimiento antirruso. Lo cierto es que toda acción política, sobre todo si es bélica, necesita una justificación no es ex nihilo ni causa sui. Requiere una narrativa, una interpretación que termine no legalizándola, pero sí legitimándola, dos conceptos diferentes. Te hago otra pregunta: cuando hablamos de imperios e imperialismo, de las cinco o seis potencias que administran este mundo, ¿hay una yuxtaposición excluyente de esa visión con las de las democracias plurales, participativas y plurales o se puede se imperio y, al mismo tiempo, ser plural, participativo y democrático? ¿Hay un costo democrático a pagar por ser imperio?

MAPP: Sobre lo que plantea la profesora, tiene toda la razón. No nos olvidemos de que Ucrania tiene un pasado nazi activo durante la Segunda Guerra Mundial. Ha habido una reescritura de esa guerra según la cual EE.UU. fue el salvador del mundo, pero Hitler se tomó una selfie con la torre Eiffel detrás. Hubo un fuerte movimiento colaboracionista con el nazismo en Francia, pero si preguntas en una escuela francesa hoy quién tuvo un abuelo de la Resistencia, se para toda la clase. Parece que no hubo colaboracionistas. La verdad es que fue la URSS, en buena medida, la que derrotó las pretensiones nazis. Hitler no logró tomar Moscú, como tampoco pudo Napoleón en su tiempo. En Ucrania han derribado estatuas de héroes de la guerra contra los nazis, se reivindican figuras nazis y saludos nazis, unas conductas aupadas, alentadas y hasta pagadas por los países democráticos occidentales. ¿Dónde está el límite de esa democracia y ese republicanismo en países como Francia? Francia es muy republicana y democrática dentro de sus fronteras, pero a la hora de tratar países del Magreb, como Túnez, Marruecos o Argelia, los trata como excolonias-colonias. Y en el caso de EE.UU., dice que defiende la democracia, pero sus elecciones presidenciales siguen siendo de segundo grado y a países de Latinoamérica pretende imponerles líderes o pseudolíderes, como en el caso de Venezuela, cuando Trump, sin sonrojarse, decidió que el presidente era un señor Guaidó, que nadie conocía. Entonces, allí hay una dialéctica, una antítesis entre el concepto de democracia que vende occidente y sus lógicas imperiales. ¿Quién puede negar que EE.UU. es un imperio o que Francia e Inglaterra se comportan aún como los imperios que fueron? ¿Quién puede negar que el problema de Palestina e Israel es heredado de las lógicas imperiales inglesas? Pero nadie habla de eso. Si  hoy estamos en los límites de una Tercera Guerra Mundial entre potencias nucleares (2un pequeño detalle en la historia, diría Carl Schmitt”, acota Michalski) es porque hace siete años, el gobierno racista de la “pobre, pequeña e invadida” Ucrania está bombardeando a su propio pueblo, una gente que aunque fuera prorrusa o rusa, hacía parte de Ucrania. Es decir que hay una grandísima hipocresía según la cual países democráticos tienen luz verde para comportarse como imperios.

NM: Hablás de países que en nombre de la libertad bombardean y hablás de un conflicto ideológico-religioso. No puedo dejar de pensar que está lógica de lo que ocurre entre Rusia y Ucrania es una extrapolación isomórfica de lo que está pasando entre Israel y Palestina.

MAPP: Incluso podemos ir más allá: es lo que está pasando entre China y Taiwán. Ese es otro peso muerto, otro escombro que dejaron las lógicas imperiales de Inglaterra, alimentadas luego por la UE y EE.UU. Los chinos están observando con mucha atención porque para ellos Taiwán es parte de China, no esa estructura que construyó occidente. Ese es otro conflicto bélico que se viene, acaso a sumarse al de Rusia con la OTAN y al peligro de la Tercera Guerra Mundial. En las últimas horas me he paseado por las dos narrativas mediáticas: la occidental y la rusa. En CNN en español, un corresponsal de la guerra de Ucrania estaba en Israel… ¡Qué cosa tan rara! Esto se escapa de vista es un reacomodo geopolítico mundial y también un reacomodo semántico, de significados y significantes. No es una guerra entre capitalismo y comunismo ni entre mayorías y democracia ni entre imperialismos y democracias. Es, como dicen los filósofos franceses c’est plus compliqué que ça, “es más complicado que eso”. Es un terreno de estudio muy interesante, de sentidos y narrativas que la filosofía no puede dejar escapar. Tranquilamente podemos caer en la tentación de decir que somos prorrusos, pro-occidentales, procomunistas, procapitalistas, proimperialistas o prodemocráticos, pero es más complicado que eso.

NM: Absolutamente y habría que tener en cuenta a Walter Benjamin,  quien ya en los años 20 cuando comenzaba a acumularse el discurso fascista, que acabó con la República de Weimar. Benjamin analizó cómo se elaboró ese discurso que opera en el inconsciente colectivo. La narrativa que legitima una política de Estado no es algo racional, no cala únicamente en un consciente, sino que opera desde el inconsciente. Los discursos fascistas que elaboran a Hitler como el nuevo héroe, el mesías, el redentor, el salvador se basaron en la idea de una épica mesiánica que tiene que ver con lo cultural, con el lenguaje del enemigo-amigo, de la guerra justa, del “te tiro misiles porque me hiciste esto”, una retroactiva que justifica y cala en un inconsciente colectivo. Benjamin se pregunta cómo desactivar ese proceso con violencia legal, pues entiende que no puede hacerse con pacifismo burgués, debatiendo en el Parlamento. Eric Younger, en Política y Metafísica afirma que la política cala en el inconsciente colectivo con valor de religión. Benjamin se pregunta cómo se desactiva, eso, con qué tipo de violencia. E interviene lo que él llama “violencia divina”, una que acompaña a la violencia revolucionaria, la única capaz de suspender el Estado de derecho violento, que es el establecido, el que hoy podemos llamar burgués y que es hegemónico y es violento porque no tiene ningún origen, más que sí mismo. Nacimos en una sociedad en la que el derecho que rige se funda sobre sí mismo, es performativo. Benjamin dice que esto se suspende con violencia divina, con un mesías que acompaña al pueblo oprimido. ¿Vos tenés una concepción teológica de esto? ¿Te parece que hay algo de teología que pueda incidir en el análisis de estos procesos?

MAPP: El fenómeno de EE.UU.  en sí mismo lo es, con la Doctrina Monroe que plantea la existencia de un destino, en términos teológicos. En este caso, destino es lo contrario a libertad porque si tengo un destino, no puedo ejercer la voluntad, no puedo ser libre. Los latinoamericanos somos países pequeños que estamos resistiendo a un país grande que, además, tiene un proyecto teológico, mesiánico. El proyecto de EE.UU.es mesiánico, no político. Es lo que ha dicho Putin en sus últimas alocuciones: ustedes deciden qué es bueno, qué es malo, qué es democracia, qué es dictadura, qué es soberanía y qué no es y quién puede matar y quién no. El proyecto nuclear de Irán es malo, pero el que la OTAN le tiene destinado a Ucrania sería bueno. Uno es pecado y el otro es una bienaventuranza. La propaganda occidental nos vende el conflicto como entre Ucrania y Rusia, cuando es entre la OTAN y Rusia. Esa propaganda dice que el conflicto es el resultado de los trastornos de un hombre que se cree mesías, como es Putin. No hablan de las repúblicas autoproclamadas, del ataque constante a estas poblaciones, no explican el incumplimiento de los Acuerdos de Minsk, no hablan del expansionismo de la OTAN para llegar a las fronteras rusas. Todo es culpa (otra categoría religiosa) del mesianismo de Putin. Entonces, claro que sí, las categorías del mesianismo vienen como anillo al dedo en este conflicto, en el comportamiento de EE.UU. y en el que se le pretende atribuir a Rusia.

NM: Destino es la misma palabra que utilizan Benjamin y Foucault en sus análisis del componente religioso de eventos como la huelga obrera en Alemania y la sublevación en Irán en 1979. Ellos usan ese concepto para decir que el capitalismo usa la noción de progreso en el mismo sentido del destino mesiánico. Acá pregunta alguien sobre la preparación mediática de los conflictos bélicos.

MAPP: Toda guerra es como un libro: tiene un prefacio, un prólogo, una introducción. Hay mucha hipocresía en esto. Se dice que Putin iba a invadir Ucrania, mientras en los procesos donde EE.UU. y la OTAN invadieron países, previamente hubo una preparación para no llamarla invasión. En Afganistán, Irak, Libia, Grenada, Las Malvinas, siempre hubo acciones previas para justificar las acciones. Siempre se dice que la primera víctima de una guerra es la verdad y esta no es la excepción. Las primeras armas son epistemológicas, semánticas y narrativas. Primero había que crear un paralelismo entre Hitler y Putin para justificar la guerra en cuestión. Ahora quiero hacerte yo una pregunta, pedirte que conjugues esa frase de Clausewitz de que la guerra es la continuación de la política por otros medios.

NM: Para poder pensar la guerra como extrapolación inmediata de la política, necesitamos mediar la categoría de soberanía, pero en términos de filosofía política dura, la que pensó en forma hobbesiana, en términos de súbditos y soberanos. Carl Schmitt dice que es la conjunción de ley y poder militar, expansivo al interior de un territorio. Releyendo a Hobbes, Schmitt presupone en el concepto de soberanía tres cosas: el estado de excepción como verdadero acto soberano para ejecutar una acción determinada bajo la suspensión del derecho y de las leyes; lo segundo es que la guerra es justa, siempre que sea hacia afuera, no contra su propio pueblo; y lo tercero es el control sobre la muerte como definitorio de soberanía. Esto lo trabaja Foucault de forma brillante al decir que ya el control no es sobre la muerte, sino sobre la vida: antes se definía quién muere, ahora se define quién vive. El dipolo amigo-enemigo es indisociable de esta matriz de pensamiento político no liberal, pues en la liberal prima el Poder Legislativo y por ello el soberano no le puede declarar la guerra a nadie sin la aprobación de un Parlamento o Congreso que lo acompañe. Schmitt desarrolla una filosofía política decisionista. En el contexto de la guerra de Ucrania podríamos revisar lo que está pasando a partir de una revisita de los textos de Schmitt para explicar cómo gestos de soberanía conducen a la guerra a través de categorías como el territorio y la violencia justa. Hay que entender que la violencia también tiene dimensión de justicia, que no es lo mismo que Derecho. Benjamin advierte que no se debe confundir derecho con justicia. Son categorías que se van insertando en el debate y permiten ampliar la hermenéutica de lo que estamos viviendo.

MAPP: Son las categorías. Si debiésemos entrar en un terreno estructural de pensamiento y filosofía, serían: violencia, violencia justa, territorio y soberanía.

NM: Cierro con una pregunta de estratégica y geopolítica: ¿por qué a la OTAN y EE.UU. les resulta ahora un buen negocio meterse con el gigante con el que siempre prefirió negociar?

MAPP: Trump (un personaje que resulta citable en una conversación filosófica porque estamos viviendo en tiempos apocalípticos) dijo que si él fuese presidente, nada de esto hubiese pasado. Es la realpolitik en pleno ejercicio. Europa es un enano geopolítico, peón de los intereses de EE.UU. El crecimiento comercial, económico, geoestratégico, mediático de Rusia es indetenible. Un país como EE.UU. en bancarrota, dependiente tecnológicamente, está arrastrando a Europa a una guerra porque su industria fundamental es la armamentista. La guerra para EE.UU. es uno de los grandes motores de su economía. EE.UU. le ha caído de manera idiota y desesperada a sanciones a China y Rusia, que se ríen de estas medidas. Ahora tiene que pasar a otra escala. La Segunda Guerra Mundial tuvo como único resultado la hegemonía de EE.UU. que, por cierto, luego reclutó a muchos nazis para impulsar su “progreso”. La que se inició es una guerra mediática, diplomática, política, económica y comercialmente producida por EE.UU. A Rusia no le conviene porque detendrá su crecimiento económico, mientras va a catapultar la economía de EE.UU. A esto se le debe sumar el hecho de que China se había mantenido neutral, pero ante las armas nucleares que son las sanciones, han dicho: “nosotros, la economía más grande del mundo, vamos a seguir contratando, pactando y comercializando con Rusia”. Es decir, que a EE.UU. y Europa les puede salir el tiro por la culata por la posición de China, productora de muchos componentes de los equipos estadounidenses y europeos y poseedora de una parte sustancial de la deuda de EE.UU.

(LaIguana.TV)

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