En continuidad con el ciclo de entrevistas a figuras intelectuales a propósito de la guerra entre la OTAN y Rusia en territorio de Ucrania, el filósofo y analista político Miguel Ángel Pérez Pirela tuvo como invitado en su programa Desde Donde Sea al periodista francoespañol Ignacio Ramonet, exdirector de Le Monde Diplomatique y referente de la izquierda en Europa y América Latina.
Tres semanas después, aún no se sabe qué pretende Rusia
Para iniciar el intercambio, Pérez Pirela preguntó a Ramonet si se había imaginado que habría guerra en Ucrania y este respondió que en las semanas que antecedieron al inicio de las hostilidades, los anuncios de una supuesta invasión rusa a Ucrania parecían más bien «un ‘bluff'» de los medios occidentales, si bien para él no estaba claro cuál era el objetivo de esta creciente demonización del presidente ruso, Vladímir Putin, pues la OTAN y Estados Unidos ya tenían años haciéndolo.
Sin embargo, pese a que no estaba en sus previsiones, la guerra comenzó y por ello considera que es necesario hacerse preguntas acerca de cuál es el objetivo militar de Rusia en Ucrania y también acerca de la manera en la que está conduciendo la guerra, toda vez que inicialmente, muchos analistas creyeron que se trataría de una guerra rápida y eso no ha sucedido.
Por lo contrario, aseguró, tras tres semanas, el conflicto está empantanado, pues los objetivos fundamentales del primer día no se han logrado, a pesar de que el ejército ruso avanzó posiciones con rapidez.
Para ejemplificar, comentó que es el caso de Mariúpol, el principal puerto del Donbás, que aún es zona de batalla, y el de Kiev, cuyo aeropuerto, ubicado a unos 30 kilómetros está bajo control ruso desde el primer día.
Así las cosas, el intelectual avanzó que aún cuando no es un especialista en la fuente militar, no luce demasiado claro cuál es el objetivo estratégico de las autoridades rusas en Ucrania.
Por otro lado, destacó que a pesar del conflicto, hay que destacar que las partes implicadas están negociando y ya se han reunido en cuatro ocasiones, dos de ellas en Bielorrusia.
De regreso al tema principal, mencionó que esta mañana, el presidente Putin hizo declaraciones diciendo que las operaciones seguían el ritmo previsto, si bien enfatizó que la mayoría de los observadores militares no coinciden con esa apreciación.
Con fines ilustrativos explicó que inicialmente podría pensarse que la operación rusa era una operación clásica, que presentó un frente en forma de arco en la frontera este de Ucrania con Rusia y, por otro lado, descendiendo de Kiev y subiendo desde Crimea, los rusos podrían cerrarle la retaguardia a los ucranianos y golpearlos con un yunque, como hizo el general cartaginés Aníbal contra los romanos.
«Sin embargo, después de tres semanas, este objetivo no se ha conseguido ni hay perspectivas de que se consiga, porque lo que estamos viendo es que hay una parálisis del frente», interpretó.
A su parecer, otro aspecto que ha jugado en favor de estas especulaciones sobre el estancamiento del frente de batalla, es que hay «misterios» sin aclarar, como por ejemplo, la ausencia de operaciones de la aviación rusa, que ha dado lugar a que algunos se pregunten si Rusia teme a los sistemas antiaéreos que ha distribuido la OTAN a los ucranianos.
En todo caso, Ramonet considera que a esta altura, no cabe duda de que la resistencia de Ucrania ha sido mayor a la que esperaba el Estado Mayor ruso y está más o menos claro que desde el punto de vista militar hay algo que no funciona.
El problema, apunta, es que en este escenario de extensión de las hostilidades, crece el riesgo de que la guerra se desborde por causa de un incidente, como podría ser el desvío de un misil hacia Hungría, Polonia o Rumania, todos miembros de la OTAN.
En tales condiciones, otros países podrían involucrarse, tal y como ahora desea el gobierno ucraniano, aún cuando ello signifique el inicio de la Tercera Guerra Mundial.
¿Rusia tenía la necesidad de ir a una guerra con Ucrania?
Un segundo aspecto abordado en el intercambio entre Ramonet y Pérez Pirela fueron las razones por las cuales Rusia decidió actuar militarmente en Ucrania.
Al respecto, el periodista recordó que Rusia exigió sistemáticamente a la OTAN discutir y negociar garantías de seguridad, pero fue abiertamente ignorada. No obstante, en su criterio eso no es suficiente para explicar por qué el Kremlin se embarcó «en una guerra tan enorme como esta», que calificó como «la más importante desde 1945», en términos de sus consecuencias globales.
Desde su punto de vista, esta interrogante es particularmente acuciante, toda vez que Rusia ya tiene a la OTAN en sus fronteras directas, puesto que los llamados países bálticos –Estonia, Lituania y Letonia– pertenecen a la Alianza Atlántica, que naturalmente tiene desplegado su poder bélico allí, exceptuando el nuclear.
«¿Qué diferencia hay entre tener a la OTAN a pocos kilómetros de San Petersburgo a tenerla en la frontera este?», se preguntó, pues no logra percibir la diferencia sustancial entre una y otra situación.
Asimismo, aseveró que otra pregunta a la que hay que responder, es si la OTAN provocó a Rusia para que se embarcara en una guerra que le cuesta diariamente millones de dólares y que en poco tiempo ya no tendrá para costear.
En su opinión, en caso de que las hostilidades se extendieran por dos o tres meses más, en una situación de bloqueo económico por la feroz batería de sanciones que se la han impuesto, parecería que Moscú cayó en la trampa que preparó la OTAN.
El intelectual resaltó que si bien conoce admira la inteligencia del presidente Vladímir Putin –a quien calificó como «un gran estratega»–, no tiene claro cómo podría salir indemne de esta situación, toda vez que aún logrando conquistar a Ucrania, si el conflicto se prolonga, tendría un país destrozado, con el agravante de que podrían exacerbarse los sentimientos antirrusos.
En su opinión, aún siguen sobre el tapete «una serie de enigmas y preocupaciones» que no han sido adecuadamente analizados, porque los medios de comunicación occidentales se han mantenido en la estéril tesis de culpar a Putin por todo y otros más han apostado por justificar las acciones de Rusia, bajo el argumento de que tiene derecho a defenderse.
Para él, el rol de los intelectuales no está en repetir esas matrices, sino en plantearse interrogantes, pues no hay respuestas hechas para esta situación.
Estamos «a un escalón de una guerra nuclear»
Inquirido por Pérez Pirela acerca de las consecuencias de la extensión de la guerra por causa de las armas que la OTAN está enviando a Ucrania, así como el creciente rearme de algunas naciones europeas, Ignacio Ramonet aseveró que «estamos a un escalón de una guerra nuclear mundial», en tanto no existe tal cosa como un accidente nuclear local.
De esta manera, indicó, si una sola bomba estallara mañana en Ucrania, eso puede ser la destrucción de la humanidad.
En su criterio, la dimensión de lo que pasa es tan colosal, que muchos se preguntan por qué la OTAN no se ha sentado en la mesa para tranquilizar a Rusia, que legítimamente tiene derecho a preocuparse por su seguridad.
Sobre este punto, refirió que el medio alemán Der Spiegel recientemente publicó documentos que muestran que la OTAN le prometió a Gorbachov que no se extendería hacia el Este, de manera que bien cabe la pregunta de por qué acercó su fuerza bélica a las fronteras rusas.
No obstante, considera que todo no recae del lado de la OTAN, porque la intervención militar de Rusia en Ucrania –a la que tachó de «sobrerreacción»– está provocando el rearme alemán en una escala alarmante, al punto que el canciller Olaf Scholz dijo que Alemania, primera economía de Europa y tercera del mundo, destinará casi 3 % de su PIB a comprar armas.
A esta «consecuencia gigantesca», cuyos efectos se verán en los próximos años, sumó el fortalecimiento de la OTAN, que pasó de ser calificada por el expresidente estadounidense Donald Trump de «cachivache» y que según el presidente Macrón estaba «en muerte cerebral», a estar rearmada y con un enemigo claro, porque aunque es verdad que la Alianza consideraba a Rusia como un enemigo, no existía una razón real para ello y ahora la hay.
Los efectos de la guerra en Europa y más allá
El periodista francoespañol refiere que como, evidentemente, Europa está en la primera línea del conflicto, hay una gran preocupación dentro de la opinión pública, a lo que se añade la percepción de que los países tendrán que lidiar con varios millones de refugiados que tendrá que acoger, con el coste que esto supone.
Más allá de estos efectos que saltan a la vista, Ramonet ahondó en otros aspectos menos visibles, pero que en su criterio, resultan muy importantes para dilucidar las causas más profundas de esta disputa entre la OTAN y Rusia que se desarrolla militarmente en Ucrania.
En primer término estima conveniente interrogarse por qué los expaíses socialistas, se adhirieron a la OTAN. Sobre esto, apuntó que para que un país se integre a la OTAN, la población debe estar de acuerdo y no solo el gobierno. «¿Qué mal recuerdo dejaron los gobiernos prosoviéticos para que la gente le tenga miedo a Rusia?», deslizó, pues está claro que aunque la Alianza se aproximó a esos países, definitivamente no se impuso por la fuerza, pues sus ciudadanos estuvieron de acuerdo con integrarse.
Un segundo aspecto que a su juicio no puede perderse de vista, es que el objetivo de la OTAN puede ser desgastar a Rusia. En tal caso, detalló, la idea es que Rusia no pueda obtener rápidamente una ventaja militar sino que entre en un lodazal en Ucrania y se debilite, al punto que no pueda ayudar a China en un momento dado, en caso de que lo requiriera.
Asimismo, advirtió que el debilitamiento militar de Rusia supone un gran peligro, porque como se reza en los manuales militares clásicos de la época de la Guerra Fría, uno de los principales objetivos es balcanizar el país –que es el más grande del planeta–, en cuatro o cinco repúblicas más débiles.
Empero, Ramonet subrayó que Rusia es un objetivo subsidiario de la gran rivalidad geopolítica del siglo XXI, que tiene como protagonistas a Estados Unidos y a China, pues aunque incontestablemente el país eslavo es una potencia militar, económicamente no lo es –el tamaño de su economía se ubica entre la de Italia y la de España– y, en ese aspecto, no representa una amenaza para los intereses estadounidenses.
Del lado de China, que ha tratado de mantenerse neutral sin arriesgar sus lazos con Moscú, la guerra es particularmente perjudicial, porque interrumpe el tránsito de sus mercancías por la histórica Ruta de la Seda –que data del Medioevo–, pues uno de sus puntos de tránsito es Ucrania.
En brevísimo recuento histórico, el periodista apuntó que hasta el siglo XVII, China fue la gran potencia mundial, pese a que en Europa eso pasara completamente desapercibido, mas luego cayó en decadencia y fue víctima de las agresiones coloniales, que finalmente trocaron su fin en 1949, con la fundación de la República Popular China.
Desde entonces «ha conseguido desarrollarse de una forma colosal», de una manera nunca antes vista, a partir de una combinación de aspectos organizativos y de distribución de la riqueza propios del comunismo, con los del mercado, especialmente después de las reformas implementadas por Deng Xiaoping.
Estos comentarios vienen a lugar porque China es la principal potencia comercial del mundo y la guerra en Ucrania atenta contra sus propios intereses.
Así, para Ramonet, si bien el gobierno chino ha tratado de entender la exasperación de Putin por las agresiones de la OTAN, no ha ido mucho más lejos, al punto tal que el pasado 2 de marzo, Rusia quedó muy aislada en la votación en la Asamblea de las Naciones Unidas, pues solo cuatro países votaron y otros aliados, incluyendo China, se abstuvieron.
En todo caso, a su juicio, a China no le conviene que esta guerra se prolongue demasiado. Rusia, de su parte, buscará cobijo en China para tratar las sanciones, al tiempo que Beijing tendrá que hacer frente a las amenazas de la Casa Blanca con imponerle sanciones, si se atreviera a respaldar a Rusia.
La inmoralidad de la OTAN para criticar a Rusia
El intelectual francoespañol rechazó categóricamente las pretensiones de Estados Unidos y la OTAN para erigirse como paladines de los derechos humanos y de la paz.
En el caso de Estados Unidos destacó que es harto conocido que las múltiples guerras que han desatado o en las que han participado, por no contar los golpes de Estado e invasiones que han patrocinado y protagonizado, así como las medidas coercitivas unilaterales que le han impuesto a varios países, les inhabilitan para cuestionar la actuación de Rusia en Ucrania.
De parte de la OTAN, la situación no es mejor, pues la Alianza bombardeó Serbia y le arrancó un pedazo –Kosovo– para declararlo república independiente, que, al fin y al cabo, es un poco lo que pretende lograr Rusia en el Donbás.
Empero, Ramonet matizó que el hecho de que la OTAN lo haya hecho antes, no justifica en ningún modo que Rusia lo haga ahora.
Continuando con la lista de crímenes de la Alianza Atlántica, mencionó los devastadores efectos de los bombardeos en Libia, país que más de una década más tarde sigue sin poder recomponerse territorial y políticamente, o de los bombardeos diarios que realiza Arabia Saudita, aliado estrecho de la OTAN, contra el pueblo yemení, sin que eso implique sanciones, enjuiciamiento de sus autoridades o aislamiento internacional.
En relación con los procederes de las autoridades sauditas, recordó el caso del periodista Jamal Khashoggi, quien fue capturado, descuartizado y dispersado en el consulado del reino en Istanbul, por órdenes del príncipe heredero. Y aunque ello es ampliamente conocido, se le sigue recibiendo en todas partes y su país no ha pagado ningún precio por el crimen.
Venezuela, actor central en el escenario energético
Con respecto a la visita de una delegación de alto nivel del gobierno estadounidense a Caracas, presidida por el subsecretario de Estado para Asuntos Hemisféricos, para reunirse con el presidente Nicolás Maduro, Ramonet opinó que este cambio en la política de Washington obedece a que en este momento, Rusia es el enemigo principal y Venezuela, por su condición de productor de petróleo, debe forzosamente ser tratada de otra manera.
De este modo, queda muy claro que cuando un ministro se encuentra de un Jefe de Estado, es un reconocimiento de facto, aunque en este caso vaya en contra de todas sus declaraciones previas, pues en la Casa Blanca siguen empeñados en reconocer a «otra administración».
La realidad, destaca, es que ese supuesto gobierno fue enteramente ignorado, como también lo fue el saliente presidente colombiano, Iván Duque, quien días después fue recibido por Biden, en un intento por apaciguar el malestar que le produjo que fue dejado de lado porque la prioridad era reunirse con Maduro, cosa que hicieron.
Para el intelectual, Maduro hizo lo correcto en recibir a esos funcionarios, porque se ajusta a la tradición de la política exterior del presidente Hugo Chávez, quien sostuvo relaciones en todas las direcciones y con la mayor cantidad posible de actores.
Sin embargo, destacó que fue público y notorio el encuentro presencial que sostuvieron la vicepresidenta Delcy Rodríguez y el canciller ruso, Serguéi Lavrov en Turquía. En su opinión, como gesto de amistad, Rodríguez transmitió a Lavrov el contenido de las conversaciones con Estados Unidos, habida cuenta de que Rusia ha apoyado a Venezuela en los momentos difíciles.
Desde el tablero estadounidense, Ramonet opina que Venezuela es un actor central desde el punto de vista de la energía, pues aunque estamos en un tiempo de transición hacia energías verdes, el mundo todavía necesita de energías provenientes de los hidrocarburos, lo que deja a Venezuela al centro del debate.
Asimismo, destacó que ocurra lo que ocurra entre Washington y Caracas, los efectos colaterales de este acercamiento han golpeado directamente a Guaidó y a Duque.
Una guerra con efectos globales que pagarán los más pobres
Para finalizar su conversación con Pérez Pirela, Ignacio Ramonet presentó algunos de los posibles efectos de la guerra entre la OTAN y Rusia que se libra en Ucrania, que aunque desde el punto de vista militar es local, en los otros órdenes es claramente una guerra mundial, pues no hay persona que pueda librarse de sus efectos.
A su juicio, es particularmente importante tener en cuenta que Rusia es un mega productor de materias primas de diversa índole: hidrocarburos, metales y minerales estratégicos y trigo, por lo que las sanciones que hoy pesan sobre ella dejarán su rastro en esos mercados y, en consecuencia, sobre las vidas de miles de millones de personas.
También comentó que hay que considerar que este conflicto armado tiene lugar cuando el mundo aún no ha superado una pandemia, que a dos años de haber sido decretada ha enfermado a más de 400 millones de personas y ha matado a más de seis, al tiempo que ha ralentizado las economías de todos los países y ha obligado a los países a destinar recursos milmillonarios al sistema sanitario.
Por ello, una guerra mundial como la actual tendrá consecuencias sobre las ya resentidas economías de muchos países, que corren grave riesgo de implosionar. De esto no escapan los productores de materias primas, porque aunque podrían beneficiarse del alza de precios derivada de la salida o la disminución de la participación rusa en los mercados estratégicos, también tendrán que hacer frente a la inflación, que se añade a la que ya se arrastraba por la crisis sanitaria.
Así las cosas, las personas más pobres de América Latina, África y Asia, que son las que más han padecido la pandemia, que a menudo carecen de un empleo formal y que pasaron incluso meses sin percibir ingresos, pagarán las consecuencias de una economía en inflación.
A modo de conclusión, Ramonet expresó que no hay que ser un genio para pronosticar que en las próximas semanas habrá protestas ciudadanas por causa del deterioro de los salarios, por lo que además de guerra abierta, el mundo también estará convulsionado por la conflictividad social.
(LaIguana.TV)