En ocasión de la culminación del XX Congreso del Partido Comunista Chino –en adelante, PCCh–, donde se anunciaron importantes noticias que tendrán trascendencia en el gigante asiático y el resto del mundo en los años que están por venir, el periodista Clodovaldo Hernández conversó con el internacionalista y experto en política de China Sergio Rodríguez Gelfenstein.
Rodríguez Gelfenstein advirtió que a pesar del desconocimiento que reina en Occidente sobre China y la extendida práctica de analizar las decisiones de Beijing bajo el prisma de la razón occidental, este encuentro despertó amplio interés en razón del creciente papel de la nación asiática en el concierto internacional.
«Las relaciones internacionales permiten estudiar un país, una región, unos vínculos. El problema es que China es más que un país, es una civilización, entonces necesitas estudios interdisciplinarios, porque tiene que ver con estudios de la sociología, de la cultura, de la historia, de la economía», apreció.
El socialismo con peculiaridades chinas
Uno de los conceptos que recibió mayor atención es el llamado «socialismo con peculiaridades chinas». El especialista puntualizó que, desde el punto de vista de los chinos, este proceso inició propiamente en el año 1978, cuando Deng Xiaoping asumió las riendas del país y se comenzó a implementar la política de reforma y apertura.
El término, convino, ha sido objeto de debates desde mediados del siglo pasado e inclusive fue uno de los detonantes del cisma sino-soviético, porque aún sin haber elaborado una definición, «China se negó a copiar el modelo soviético», pero en los hechos estaba claro que había diferencias entre los planteamientos marxistas clásicos, que otorgaban el rol de vanguardia a la clase obrera, y la realidad china de entonces.
«Mao dijo que no, que en China eso no se podía porque no había industrias y no había clase obrera, por lo que el motor de la Revolución China habían sido los campesinos», explicó.
En todo caso, la política de reforma y apertura requirió de transformaciones profundas en el seno de la sociedad china, incluso a nivel constitucional, para que se hicieran posibles las transformaciones que se proyectaban en el mediano plazo «y que cambiaban por completo el esquema tradicional de la construcción del socialismo hasta ese momento».
Empero puntualizó que el socialismo con peculiaridades chinas adquirió «forma, definición, sistematización teórica es a partir de la llegada de Xi Jinping a la Secretaría General [del PCCh] hace dos Congresos, en el XVIII, hace 10 años, cuando ya se plantea la proyección de China en el siglo XXI, lo que él ha llamado ‘el sueño chino'».
Rodríguez Gelfenstein destacó que en esta edición del Congreso del PCCh se dio un paso hacia adelante en la teorización del llamado «socialismo con peculiaridades chinas» al plantear lo que aproximadamente, según traducciones, podría nominarse como «chinización del marxismo», es decir, la adaptación de los postulados marxistas a la realidad del país, siguiendo la estela de Lenin, quien sostenía que el marxismo no es un dogma sino una guía para la acción.
«Es ese planteamiento de Lenin, que era muy resistido por diversas corrientes y en la propia Unión Soviética por el estalinismo, que se estableció como dogma. En China se rompe con eso y, como dice el poeta, se va haciendo camino al andar: ir dando nuevos pasos te genera nuevos problemas, porque no hay un manual para la construcción del socialismo», enfatizó.
La lucha contra las contradicciones: el legado de Xi Jinping
Para el especialista en relaciones internacionales, estos nuevos problemas a menudo entrañan importantes contradicciones y en ese orden comentó que China experimentó un crecimiento económico importante gracias a la política de reforma y apertura, pero al mismo tiempo, la sociedad se hizo mucho más desigual en términos económicos, con una alta proporción de capas medias en los entornos urbanos en desmedro de las áreas rurales.
Así, relató, cuando Xi se convirtió en secretario general del PCCh una década atrás, la espectacular expansión económica no evitó que 100 millones de personas aún vivieran en la pobreza.
«Se generaron grandes desigualdades, pero también problemas graves como un pensamiento economicista que superaba cualquier concepto en otras materias como el desarrollo cultural. En un país donde el papel de la espiritualidad es tan fuerte, con una tradición filosófica antigua, suponer que el desarrollo económico y material por sí solo iba a solucionar los problemas de la gente, era impensable», añadió.
Frente a esto, Xi estableció como líneas maestras la lucha contra la corrupción –una herencia del pensamiento economicista que se impuso a raíz de la política de reforma y apertura, «donde lo único que importaba era atraer inversión y tecnología»–, así como una gran burocracia al servicio de estos agentes, que en el límite comprometieron el funcionamiento del mismo PCCh.
Así, relató Rodríguez Gelfenstein, «el partido se anquilosó, se transformó en un mecanismo de ascenso social y no había un papel militante», situación que Xi atajó al delegar en el partido la lucha contra la pobreza.
Según sus datos, unos tres millones de militantes fueron enviados a zonas rurales empobrecidas a trabajar durante uno o más años e incluso cerca de 5.000 perecieron en el cumplimiento de sus funciones.
El PCCh volvería a ocupar un rol de vanguardia en la lucha contra la COVID-19, esta vez conformando brigadas para abastecer de alimentos e insumos a los adultos mayores durante los confinamientos.
«Todo eso está quedando en el pasado. Es lo que en ese proceso de 10 años se propuso cambiar el liderazgo de Xi Jinping y creo que en este Congreso se ha llegado a una situación de superación, en gran medida, de las contradicciones, las pugnas internas que había con sectores dentro del partido que trataban de prolongar esa situación generada a partir de la reforma y apertura», destacó.
¿Purga estalinista en vivo? La verdad tras la salida abrupta de Hu Jintao
Hernández le requirió al especialista una explicación de lo ocurrido con el exsecretario general del PCCh, Hu Jintao, quien fue sacado de la plenaria de cierre del Congreso escoltado por agentes de seguridad y frente a las cámaras de televisión.
El hecho, apuntó el comunicador, fue ampliamente explotado por medios occidentales –que aseguraron que se trataba de una purga a la manera de Stalin transmitida en vivo y directo–, pero también por numerosos analistas, que valoraron el incidente como una demostración de las pugnas dentro del PCCh, pues, según ellos, Hu sería la cara visible de un gobierno cuestionado por sus altos niveles de corrupción.
Ante esto, el internacionalista aseveró que quienes se expresaron en esos términos no solo ignoran la política interior de China, sino que en algunos casos obraron con consumada mala fe, para hacer parecer el acto como aquello que no fue.
«Hu Jintao en China no es nadie. Si me hubieras dicho que eso ocurrió con Jiang Zeming, te diría que hay una purga, una persecución», sostuvo, en razón de que Jiang, de 96 años, fue una figura muy influyente en la organización política hasta el Congreso anterior y del Estado, «precisamente en esta política del crecimiento económico por el crecimiento económico, sin tener en cuenta todo el desastre colateral que se estaba generando», comentó.
En contraste, afirmó que Hu es un personaje caracterizado por su capacidad para generar conflictos en el PCCh, pues en rigor, se trata de una persona que responde directamente a Jiang Zeming, como el resto de burócratas de esa línea economicista que ostentaban cargos en el gobierno.
«Desde el punto de vista del hecho en sí, después quedó claro que el señor está enfermo, que él insistió en estar en la sesión del Congreso, se aceptó con una resistencia de los médicos y llegaron dos edecanes y lo sacaron porque él no quería irse», relató.
Además, desde su punto de vista, carece de sentido pensar que Xi orquestó una escena para defenestrar públicamente a su antecesor y reafirmar su poder, porque, por un lado, dispone de suficiente influencia como para haber impedido la concurrencia de Hu y, por otro, la primera parte de la sesión transcurrió a puerta cerrada, un escenario más propicio para una expulsión sin generar ruido mediático.
A su parecer, son muy cuestionables los informes de los medios occidentales que trataron de mostrar la salida de Hu como una muestra de autoritarismo, cuando en el Reino Unido se juramentaba al primero ministro Rishi Sunak –respaldado solo por la bancada del Partido Conservador–, al tiempo que se ignoran los mecanismos de selección de los miles de delegados que participaron en la reunión quinquenal.
«En el caso de China, el proceso que culmina en el Congreso, en realidad se inició en enero. El PCCh tiene 97 millones de militantes y el proceso de discusión desde la base se inició en enero. Ahí se fueron produciendo discusiones y se fueron eligiendo delegados desde la base, desde los comités distritales y provinciales hasta llegar al nivel nacional. Hay un proceso de participación y hay comisiones para sistematizar las opiniones», de conformidad con el modelo de democracia representativa, participativa y consultiva vigente en el país, comparó.
Sobre esto último detalló que la Asamblea Consultiva es el órgano de más alto nivel del Estado chino, donde el presidente y sus ministros están obligados a rendir cuentas, so pena de severas sanciones políticas y penales.
¿China entra a la carrera armamentística?
Rodríguez Gelfenstein considera que «hay que leer entre líneas» el anuncio de China relativo a la transformación de su Ejército Popular de Liberación en una Fuerza Armada de clase mundial.
«Cuando hablan de tener una Fuerza Armada de rango mundial, lo que están diciendo es que quieren tener unas Fuerzas Armadas que tengan un nivel de desarrollo científico y tecnológico que les permita enfrentar a los ejércitos más poderosos del mundo, en particular al de Estados Unidos, porque es el que los está amenazando y al del Reino Unido», aclaró.
Esto, detalló, en razón del «anillo de bases militares» estadounidenses desplegadas en enclaves cercanos al gigante asiático como Japón, Corea del Sur y Filipinas, así como por la creación de la Alianza AUKUS, de la que participan Australia, el Reino Unido y Estados Unidos.
«Eso no lo pueden enfrentar con un ejército artesanal. A eso se refieren con tener un Ejército Popular de Liberación con rango mundial», enfatizó.
No obstante, el especialista aclara que en términos doctrinarios, su estrategia es puramente defensiva, como puede comprobarse a partir del análisis de su portaaviones –el único hasta ahora– que se encuentra en fase de construcción.
A este respecto precisó que el barco carece de fuentes de abastecimiento de combustible nuclear, de donde se desprende que no está planeado que se aleje demasiado de las costas chinas, toda vez que no puede garantizarse su abastecimiento regular.
«Si China tuviera interés en dominar o atacar a otras regiones del mundo, no construye un portaaviones convencionales. ¿Por qué hacen eso? Porque la gran debilidad de China es la energética. Y a pesar de los grandes acuerdos que están haciendo con Rusia y los que hicieron con países de Asia Central con la construcción de gasoductos para abastecerse, todavía necesitan ser abastecidos por mar», abundó.
Esta debilidad, que hace que el país asiático aún necesite recibir hidrocarburos por vía marítima sería explotada por los Estados Unidos en una eventual confrontación directa.
Adicionalmente, China debe resolver asuntos limítrofes que continúan en la mesa de negociaciones, como es el caso de su tensa relación con Vietnam. De allí que, refirió, la primera vista que recibirá Xi tras su reelección como secretario general del PCCh sea la de su homólogo vietnamita, Nguyễn Phú Trọng.
Una lectura semejante le merecieron las disputas limítrofes con Pakistán o el conflicto con Taiwán, que además de ser permanentemente azuzados desde Washington para mantener la tensión, también sirven de pretexto para mantener la presencia militar estadounidense en mares y tierras cercanos a las fronteras chinas.
«¿Qué es lo que necesita China? Tener portaaviones que alejen la presencia de las naves militares de Estados Unidos del territorio chino», reiteró.
De ahí que el plan militar presentado por Xi Jinping la década anterior contemple la reducción de un tercio del Ejército Popular (aproximadamente un millón de soldados) e invertir esos recursos en el desarrollo naval y en la guerra electrónica.
En la misma línea descartó un conflicto directo con Taiwán, escenario que reservó solo en el caso que Taipéi decida declarar unilateralmente la independencia.
«Mientras Taiwán no declare la independencia puede haber una situación de tensión permanente extrema exacerbada por Estados Unidos, pero China ha dicho que va a insistir –lo acaba de ratificar Xi en el Congreso– en la vía pacífica de la negociación», recalcó.
Desde su punto de vista, es un escenario que Beijing quiere evitar a toda costa porque se trata de sus compatriotas, sin que eso signifique una «guerra entre iguales».
A su juicio, en el caso de que se desatara el conflicto armado, la isla desaparecería «en dos horas» por causa de la «lluvia de misiles hipersónicos» que recibiría, frente a los cuales ni siquiera Estados Unidos podría ofrecer ayuda.
Situación de las minorías y de las mujeres en China
El especialista precisó que las minorías –agrupadas en 55 nacionalidades– constituyen el 9 % de la población de China y gozan de garantías constitucionales que les permiten gobernar en aquellos territorios en los que son mayoritarias y participar de los más altos espacios de toma de decisiones, como el recién concluido Congreso del PCCh, donde sus delegados representaron el 11,9 % de todos los convocados.
Rodríguez admite que la situación es compleja, pero que, aún así, el Estado chino ha dado pasos mucho más elocuentes que en relación con la integración de las mujeres, aun cuando estas constituyen la mitad de la población del país.
«El porcentaje de mujeres en el Congreso apenas llegó al 23 % y en el Buró Político había una mujer y ahora no hay ninguna», destacó, pues en este caso hay una evidente subrepresentación, al tiempo que con las etnias se produjo el fenómeno opuesto.
De vuelta al caso de la región autónoma de Xīnjiāng subrayó que allí gobiernan uigures, musulmanes de origen túrquico, salvo en algunos municipios donde son mayoría otras etnias como la mongola.
«Efectivamente, esos procesos no son fáciles, son lentos, pero te digo que van mucho más rápido que el proceso con la mujer», destacó.
Lo que cabe esperar de la política exterior de China
Para concluir el intercambio, Sergio Rodríguez Gelfenstein se refirió a los desafíos de la política exterior de China en el futuro cercano. Y si bien no se prevén cambios sustanciales, hay dos focos que recibirán interés y que con seguridad fueron ampliamente debatidos en el recién finalizado XX Congreso del PCCh: las relaciones con Rusia y Estados Unidos.
«Ellos, de alguna manera están constatando con la guerra que hay en Ucrania que el objetivo no es Rusia, son ellos», resaltó, pues es claro que la expansión de la OTAN se está produciendo no solo hacia las fronteras rusas, sino en las narices de China con la alianza AUKUS y en regiones como América Latina, donde además de haber incorporado a Colombia, se trabaja para el eventual ingreso de Uruguay.
«Los chinos han tomado nota de eso y creo que se va a tornar en un elemento fundamental de definición de análisis políticos que se tengan que hacer, entre otras cosas porque una relación de alto nivel estratégico con Rusia, es garantizarse abastecimiento energético estable, que es su gran debilidad», señaló.
De otra parte, aunque Beijing consideraba que podía desarrollar su modelo sin entrar en conflicto directo con Estados Unidos priorizando las alianzas estratégicas basadas en intereses comunes, esa pretensión se fue al traste en 2019, cuando el gobierno estadounidense financió y aupó las protestas sediciosas en Hong Kong.
«A partir de ese momento, ellos tuvieron que reformular su política hacia Estados Unidos y también hubo resistencia de los sectores que ponían el centro en el desarrollo económico. Se produjo un debate que llevó a resoluciones de tipo político que este Congreso quedaron definidas», apuntó.
Con respecto a América Latina, el internacionalista prevé que los nexos se mantendrán estables, porque «a ellos no les importa de qué signo ideológico sea el gobierno de un país», pues consideran que las relaciones exteriores se establecen entre Estados y no entre gobiernos.
«Todas estas cosas de que China va a ser la primera potencia mundial y de que China va a superar a Estados Unidos, son temas occidentales. Yo nunca he escuchado a un chino que me diga: ‘en el año tal vamos a superar a Estados Unidos’, ‘en el año tal vamos a ser la primera potencia’. Nunca. Ellos no hablan de eso porque el desarrollo no se ve como un tema de competencia», dijo para concluir.
(LaIguana.TV)