La serie de terremotos que asolaron a Turkiye y Siria causaron una gigantesca tragedia, con más de 40 mil muertos, en medio de la cual afloraron hermosos momentos de solidaridad. Así fue la experiencia vivida por la periodista venezolana Madelein García, del canal multiestatal TeleSUR, quien estuvo, junto a los rescatistas de Protección Civil, durante diez días en contacto directo con ese enorme drama.
García compartió estas duras vivencias con el filósofo y comunicador Miguel Ángel Pérez Pirela y la audiencia de su programa Desde donde sea.
El moderador inició el diálogo señalando que “una cosa es ver este tipo de desastres y fenómenos humanos por la televisión y las redes sociales, y otra es sobre el terreno de la realidad”.
García comentó que fue una situación emocional muy dura, más allá de las dificultades y retos en el plano periodístico. “En TeleSUR hemos cubierto golpes de Estado, como el de Honduras y otros terremotos, como el de Haití, que afectó a Puerto Príncipe y algunas zonas aledañas, pero en este caso fueron once provincias de Turkiye. Fue como si hubiese caído una bomba. En Hatay, cerca del epicentro, los edificios colapsaron completamente. En donde yo estuve, Adiyaman, la tercera ciudad con mayores daños, las autoridades calculaban que había 5 mil edificios afectados, entre ellos 1 mil 200 destruidos totalmente, pero todos gravemente agrietados o con las fachadas caídas. La gente estaba en las calles soportando el frío propio del invierno, agravado por un frente frío, mientras se producían más de 2 mil réplicas. Los venezolanos que fuimos, la gente de Protección Civil y nosotros, no estábamos preparados para esa temperatura. Los perritos tampoco porque están acostumbrados al clima del trópico. Y, sin embargo, ayudaron a rescatar gente bajo los escombros”.
Explicó que algunos de los caninos entrenados detectan cadáveres y otros pueden encontrar también sobrevivientes, pero no se sabe hasta llegar al lugar donde se encuentra la persona. “Venezuela hizo su aporte, junto al de China, Estados Unidos y otros países con muchísima más tecnología. Venezuela llevaba la voluntad, las ganas de ayudar. El mismo espíritu del páramo de Cuzco cuando los venezolanos soportaron el frío para darles libertad a otros pueblos. El equipo de Protección Civil era de 27 personas, comandado por Luis Díaz Curbelo, un hombre de la tercera edad, con muchísima experiencia, que fue incluso director de PC, lo que es un valor humano agregado. Había tres mujeres en el grupo, especialistas en medicina forense, que participaron en la exhumación de los restos de Simón Bolívar y José Gregorio Hernández. También estuvo un ingeniero de la Fundación Venezolana de Investigaciones Sismológicas (Funvisis) porque era necesario orientar a los rescatistas sobre las rutas a tomar y por donde entrar a las ruinas. Teníamos tres traductores con nosotros. Estaban muy impresionados con lo sucedido, muy afectados”.
Ante la pregunta de cómo los recibieron en las localidades afectadas, la reportera respondió: “Me impresionó la respuesta del pueblo. Turkiye es un país muy complejo. En esa zona, el sur, están los kurdos, que son una minoría nacional, musulmanes conservadores. Se ve a las mujeres muy tapadas, con su burka. Pero, el resto del país, la gente de Estambul y otras ciudades, dejaron de lado las diferencias políticas y religiosas y se movilizaron a colaborar. A nosotros nos dieron abrigos y guantes porque nos fuimos sin nada de eso. No éramos damnificados, pero sí sus invitados y cuando tienen invitados dan el todo por el todo, no importa el trabajo que estén pasando. Vimos casos bellísimos de personas que viajaban todos los días tres horas para llevarles comida a los rescatistas y sobrevivientes. Por todos lados había mesas con comida, con té caliente y mucha sopa”.
“Nosotros estábamos en una zona donde se habían desplomado completamente dos torres enteras en las que vivían 120 familias. Se estimaba que unas 200 personas estaban bajo los escombros. Había mucha gente ayudando, incluso algunos que habían venido desde otras ciudades, también afectadas por el terremoto, pero no tan gravemente. Uno de ellos nos comentó que en su ciudad había 150 edificios caídos, pero el gobernador les pidió ir a ayudar a lugares donde estaban peor”, relató García.
Críticas y controversias
La comunicadora señaló que hubo muchas críticas sobre lentitud e ineficiencia oficial, pero es necesario acotar que las autoridades mismas estaban afectadas por el colapso de estructuras y daños de equipos. “Evidentemente en eso entra el tema político. Los medios comenzaron a reflejar las quejas desesperadas de la gente que tenía familiares bajo los escombros. No miraron las grandes dificultades que estaba enfrentando el gobierno –opinó-. Allí el periodista debe ser catalizador, no puede dedicarse a echarle más leña al fuego. Y no se trata de estar o no de acuerdo con Erdogan. A mí me pasaría en cualquier caso, hasta en el de Estados Unidos. La gente decía que la FAT, el organismo de atención de desastres en el país, ha puesto mucho dinero para atender el problema de los migrantes en otros países, y que a la hora de esta catástrofe no había respondido suficientemente. Pero uno de los traductores nos contó que el comandante de su cuartel (el servicio militar es obligatorio) había fallecido junto a todo su pelotón. Me aseguró que de no haber estado entre las víctimas, estaría tratando de ayudar a la gente”.
Pérez Pirela comentó que las imágenes son catastróficas. “Se dice que la falla tectónica fue brutal, prácticamente el territorio entero se corrió tres metros. ¿Puedes contarnos lo que viste?”
“Totalmente catastróficas, porque, por la ubicación del epicentro, la onda se proyectó centenares de kilómetros –contestó García-. A dos horas y media del epicentro estuvieron los peores daños. Cuando íbamos rumbo a una de esas ciudades, pasamos por un pueblo donde también había edificaciones colapsadas. Las personas le rogaron a nuestros rescatistas que ayudaran a localizar a sus familiares bajo los escombros. Allí vimos actuar por primera vez a los perros. Cuando no ladraban, la gente se desesperaba porque significa que no habían localizado a ninguna persona”.
Pérez Pirela y García conversaron acerca del tiempo máximo que los organismos de rescate dan para que haya posibilidades de encontrar personas con vida.
“Los médicos no explicaron que los órganos comienzan a colapsar y se produce una muerte lenta, a cuentagotas. Por eso las primeras horas son determinantes para los rescates locales y para coordinar la ayuda internacional. Es un gran desafío logístico porque hay que decidir en qué aeropuertos se va a recibir el apoyo, cómo se va a transportar hacia las ciudades, qué vías están también colapsadas… Es tratar de encontrar un orden en el caos. La gente de PC pedía datos sobre el número de familias y preguntaban quién era el líder comunal… Pero eso es en Venezuela. En ese caso es donde te das cuenta de la importancia de la organización popular. Por ejemplo, en Tejerías cada jefe de calle sabía cuántas personas vivían en cada inmueble, con sus edades, género, enfermedades, etcétera. Cuando seguimos y llegamos a Adiyaman, era el apocalipsis. Yo había visto la destrucción en Haití, pero se trataba de estructuras pequeñas. En cambio, en este caso eran edificios de siete pisos o más. En el primer edificio donde actuaron los perritos, uno de ellos, llamado Tsunami, se confirmó que había una persona atrapada. En el edificio vecino, los chinos, utilizando un escáner, habían ubicado a tres sobrevivientes y estaban haciendo túneles para rescatarlos. Pero entonces hubo una réplica y las estructuras colapsaron de nuevo. Fue desesperante porque tuvieron la esperanza de rescatarlos y luego no pudieron hacerlo. En el corazón de sus familiares, murieron varias veces”.
Entre las muchas experiencias vividas durante la cobertura, García contó que en cierto momento llegaron los rescatistas de Estados Unidos y comenzaron a preguntar quiénes estaban allí y cuál era el código internacional de Venezuela, en actitud de supervisión. “Es la típica arrogancia de ese país, porque los únicos allí que podían supervisar eran los turcos, que al final, prefirieron quedarse con el equipo venezolano. En la mañana entraron los chinos y lograron culminar el rescate exitosamente. Salió viva la muchacha y cuando salió, los familiares abrazaron al equipo venezolano. Ellos sabían que el esfuerzo principal lo hizo la gente de Venezuela”.
Relató el caso de una familia que mantenía contacto con un sobrino. Lograron darle agua y alimentos, pero no fue posible rescatarlo. “Dijeron que al menos lo habían despedido con comida y compañía”, narró García, aún conmovida.
Hablaron acerca de algunos rescates que ocurrieron mucho después del tiempo límite. “En todos los terremotos ocurren esos milagros. Los expertos explican que depende de que haya una cámara de aire donde está la persona. Por eso es que se recomienda que no haya maquinaria pesada sobre las ruinas porque comprimen esas reservas de aire”, dijo la periodista.
Diez días sin bañarse
“Cuando llegamos no teníamos ni idea de dónde íbamos a quedarnos. Llevábamos una carpa de playa, pero allí era necesaria la calefacción. Yo, con lo friolenta que soy, me vi en ese lugar donde, además de una temperatura muy baja, había ráfagas de viento helado. La voz no me salía y el camarógrafo no podía agarrar bien la cámara. Se tenía que quitar los guantes y entonces se le paralizaban las manos”, prosiguió el relato.
Los venezolanos (rescatistas y periodistas) pasaron algunas noches en las instalaciones de una alcaldía que también estaba casi colapsada. “Los de Protección Civil dijeron que era mejor quedarse en el piso de arriba, porque si había otro temblor y se desplomaba, quedaríamos al nivel de la calle. Pero arriba hacía demasiado frío. Yo preferí correr el riesgo de quedarme abajo, junto a una ventana. En mi ingenuidad, hasta tenía mi plan de escape. Por fortuna no pasó nada”.
En medio de un desastre de esa magnitud, hasta las situaciones más elementales se vuelven complicadas. “Teníamos una letrina para 30 personas. Yo estuve diez días sin bañarme por primera vez en mi vida. El primer día pensé que iba a morir. El embajador de Venezuela, un cabimero, José Bracho, me mandó un saco de dormir que fue clave para mí porque fuera de él no podía ni siquiera escribir”.
García afirmó que tanto en este caso como en los otros que le ha tocado cubrir, su premisa es estar en el lugar de los hechos. “Para poder contar una historia hay que vivirla. El periodismo no es un deporte, sino una responsabilidad extrema. Tienes la obligación de transmitir a la gente y para eso es necesario experimentar lo que está pasando”, sentenció.
(LaIguana.TV)