La suspensión de las elecciones rectorales de la Universidad Central de Venezuela, las primeras en 14 años, revelan algo más que los “problemas logísticos” que las autoridades de la casa de estudios alegaron como excusa.
Lo que perfectamente pudo ser una brillante jornada democrática ha terminado de un modo bochornoso, con un proceso electoral que en muchas de las mesas no comenzó nunca, mientras en otras apenas funcionó por breve tiempo y luego se interrumpió por “problemas con el material de votación”.
Una administración que lleva enquistada en el poder casi tres lustros accedió por fin a realizar elecciones; hizo apenas algunas concesiones a las demandas de participación equilibrada de la comunidad universitaria y a las exigencias del Tribunal Supremo de Justicia; impuso un sistema de votación semimanual y obsoleto luego de rechazar la asesoría especializada del Consejo Nacional Electoral. Y, además de todo eso, fracasó en la organización de un proceso bastante simple, a tal punto de que debió suspenderlo.
Incluso si fuera cierto el alegato de los “problemas logísticos”, sería una situación bastante cuestionable. Estamos hablando de la primera universidad del país, una en la que se dictan carreras como Informática, Ingeniería, Ciencias Políticas, Economía, Administración y muchas otras. ¿Cómo puede argüir una comunidad de tan elevada calificación académica y técnica que unas elecciones han sido suspendidas por errores y fallas de organización y sistemas?
El estrepitoso fracaso hace explotar la polémica en otras escalas del acontecer nacional. Por ejemplo, para las fuerzas políticas opositoras que se disponen a ir a primarias en octubre, este parece ser un campanazo de alerta. Empeñarse en rechazar el apoyo técnico del CNE y en realizar las votaciones sin máquinas ha demostrado ser un camino muy accidentado que podría repetirse en la selección del candidato opositor.
Por otro lado, este episodio adverso debe anotarse en la hoja de vida de personas e instituciones que han denostado reiteradamente del Poder Electoral y de la transparencia de los procesos comiciales nacionales. Era de esperarse que la elección de la UCV, una universidad ampliamente controlada por autoridades de partidos de la derecha, rabiosamente opuestos al CNE, fuese una demostración de capacidad y limpieza, pero ha resultado todo lo contrario.
Una rémora más quedará también en el expediente de la rectora saliente, Cecilia García-Arocha, pues fueron ella y su equipo rectoral quienes eligieron la modalidad de votación que se empleó en el proceso abortado. Al hacerlo, desecharon otras opciones, incluyendo la de solicitar asistencia al CNE.
(LaIguana.TV)