A pesar de que el Pentágono dijo que las municiones de racimo que entregará a Ucrania son una versión mejorada de las que ha usado antes, lo cierto es que estos proyectiles contienen granadas viejas y su porcentaje de error es mayor al que ha señalado el Departamento de Defensa, indica un artículo publicado por el diario ‘The New York Times’.
El problema con estas bombas es que, aunque los proyectiles pueden volar a distancias más largas, las granadas contenidas en su interior —que luego son esparcidas en una superficie similar a un campo de fútbol— tienen tasas de error que el propio Ejército estadounidense ha catalogado como «inaceptablemente altas», señala el medio.
«El Pentágono afirmó que las armas que iban a enviar a Ucrania tenían una tasa de fallo del 2,35% o menos, mucho mejor que la tasa habitual que es común para las armas de racimo. Pero las propias declaraciones del Pentágono indican que las municiones de racimo en cuestión contienen granadas más antiguas conocidas por tener una tasa de fallo del 14% o más», afirmó el medio estadounidense.
Washington justificó el envío de estas bombas con los escasos resultados obtenidos por las tropas de Volodímir Zelenski que lanzaron varios intentos de contraofensiva que fueron detenidos por las fuerzas rusas.
Las municiones de racimo están prohibidas en cerca de 100 países por el grave riesgo que su uso implica para la población civil. Cuando son activadas, los proyectiles dispersan pequeñas granadas diseñadas para destruir blindados y tropas en campo abierto, pero es frecuente que no exploten inmediatamente. De hecho, algunas se detonan en días, meses o años. Según The New York Times, más de la mitad de las personas que murieron por el estallido de estas granadas eran civiles.
Estados Unidos enviará a Ucrania «proyectiles de artillería de 155 milímetros, que pueden volar unos 30 kilómetros antes de abrirse en el aire y soltar 72 pequeñas granadas que suelen explotar al impactar en el perímetro de un área ovalada mayor que un campo de fútbol».
Funcionarios del Pentágono aseguraron que son una versión mejorada de un tipo utilizado en la Operación Tormenta del Desierto de 1991, en Irak.
Al Vosburgh, un coronel retirado del Ejército norteamericano con formación en desactivación de bombas, dijo al diario que una vez que acabe el conflicto, será necesaria una campaña educativa masiva para advertir a los civiles sobre los riesgos de las granadas sin estallar.
Y es que este tipo de granadas no se pueden mover con las manos y retirarlas, implica un proceso lento y metódico, explica el experto.
El general de brigada Patrick S. Ryder, portavoz del Pentágono, declaró que el Departamento de Defensa realiza «pruebas exhaustivas» de las municiones de racimo que tiene almacenadas y que «las que estamos suministrando a Ucrania se prueban con una tasa de fallos inferior al 2,35%».
«Ese porcentaje significaría que por cada dos proyectiles disparados, quedarían unas tres granadas sin explotar esparcidas por la zona del objetivo. Sin embargo, en combate se ha observado que el porcentaje de granadas sin estallar es siete veces superior», señaló el medio.
Las granadas se estabilizan en vuelo a través de una cinta de nailon en la parte superior y pesan menos de medio kilo. Además, «contienen una ojiva explosiva que dispara un chorro de metal fundido hacia abajo capaz de penetrar dos pulgadas y media de blindaje».
La detonación también provoca que la carcasa de acero de la granada se fragmente hacia fuera con la esperanza de herir o matar a tropas enemigas, indica The New York Times a tiempo de describir que «esas dos funciones de antiblindaje y antipersonal son el doble propósito al que hace referencia el nombre del arma».
(sputniknews)