Esta semana el espacio Entre Líneas, a cargo de la comunicadora e investigadora venezolana Naile Manjarrés, pone fin a una serie de programas sobre el grupo Brics con los planteamientos y proyecciones de Sudáfrica, un país que además será sede de la próxima cumbre del bloque. La postura del anfitrión es la misma que ha sabido sostener en otros foros: la demostración de que varios liderazgos reales pueden coexistir pacíficamente y retroalimentarse.
Sudáfrica será la sede de la XV cumbre presidencial Brics desde el 22 al 24 de agosto. El presidente ruso, Vladimir Putin, no asistirá por cuestiones de seguridad, pero aun así 67 líderes de África y más de 30 líderes de diversas partes del mundo han sido invitados y confirmaron asistencia. El tema de la cumbre es «Brics y África: asociación para un crecimiento acelerado, desarrollo sostenible y multilateralismo inclusivo».
Los principales puntos en agenda son previsibles: la preocupación y ocupación ante las medidas coercitivas unilaterales, el apoyo al sistema multilateral de comercio con la Organización Mundial del Comercio como eje; compromisos para llevar a cabo reformas necesarias y acordes a los tiempos que estamos viviendo y que no estamos condenados a vivir; la inclusión financiera para que los ciudadanos puedan participar y beneficiarse de la economía formal, y claro está, los planes para la posible admisión de nuevos miembros en el grupo.
Sudáfrica, el puente a una África convulsa y despierta
Este capítulo de Entre Líneas también servirá de abreboca para una serie de análisis sobre los levantamientos populares y militares en África, más allá de Níger, Burkina Faso y Malí. Después de casi 40 años de la osadía de líderes como Thomas Sankara, África se está moviendo de forma determinante para sus mayorías.
Pese a la cuantiosa propaganda de medios de comunicación alineados a los intereses de la OTAN, lo que ocurre en África no es consecuencia de la obra o el auge del Brics, realmente es una de las razones de existencia del Brics. El Brics surge como respuesta a una necesidad latente: dejar de vivir sometidos en total impunidad; dejar de vivir sin derecho a optar por otra vía de relacionamiento entre países, y además teniendo que dar gracias al opresor de turno por no aniquilar completamente sino asfixiar a los pueblos progresivamente mientras aún sus suelos son ricos y útiles.
El golpe de Níger a las ínfulas francesas
Níger es uno de los países más pobres de África. Uno que hizo girar la cabeza de todos los continentes porque se quiere quitar esa penosa etiqueta.
Como ya pasó en Mali en 2021 y en 2022, en Burkina Faso – aunque no al estilo de las revoluciones de color europeas – el 26 de julio de 2023, en Níger se produjo un golpe de Estado al presidente Mohamed Bazoum y, Omar Tchiani, como líder de una junta militar, asumió la presidencia del Consejo Nacional para la protección de la Patria (CNSP) denunciando la «falta de medidas para enfrentar la crisis económica y el deterioro de la situación de seguridad» y al presidente derrocado de «intentar convencer a la gente de que todo va bien, en medio de una realidad de muerte, desplazados, humillaciones y frustraciones».
La junta militar que hoy toma decisiones por Níger denuncia poca seguridad pese a demasiados sacrificios, y detallan que, a pesar de haberse convertido en el «núcleo de la intervención francesa y occidental en el Sahel», Níger ha seguido expuesto a ataques yihadistas en la zona de las «tres fronteras» (Malí, Níger y Burkina Faso) que, solo en 2023, ha causado más de 400 muertes, y contando.
No pasaron suficientes horas cuando la prensa occidental alineada al establishment del partido demócrata en Estados Unidos, sacó su cartilla con su respectiva narrativa y pretendió resumir que la situación en Níger tiene cuatro tipos de desarrollo: vergonzoso, siniestro, catastrófico y apocalíptico. Vergonzoso, porque el golpe de Estado fue un revés para un occidente que no se lo esperaba; siniestro, porque es un golpe de suerte para Rusia y China; potencialmente desastroso porque, según ellos, supone un retroceso en la lucha contra el terrorismo y la inmigración descontrolada; y apocalíptico si representara un deslizamiento hacia la guerra mundial.
Pero fuera de esas posturas comprensiblemente sensacionalistas e inyectadoras de miedo, ese golpe militar recibió amplio apoyo popular con consignas que giran en torno a frenar de una vez por todas que Europa siga impidiendo que Níger (como tantos países africanos) se desarrolle.
En este capítulo de Entre Líneas revisamos y contrastamos lo que hace a Níger mucho más que el país más empobrecido de África, el impacto que tienen en su quehacer político los liderazgos positivos y negativos en los países vecinos, y resaltamos la postura que ha adoptado Europa y el presidente depuesto, una postura caracterizada por el victimismo, la represalia y una soberbia infatigable, sostenida y replicada por las grandes cadenas de comunicación que cada vez tienen menos capacidad de contar sin paternalismos, desdén y convenientes omisiones, lo que ocurre en África.
(LaIguana.TV)