“Reformemos las Naciones Unidas” fue la invitación de Hugo Chávez a la Asamblea General de ese organismo en el año 2006. En ese momento fue un discurso transgresor y disruptivo, pero hoy esa solicitud no es más que la verbalización de una urgente necesidad producto de la parálisis del organismo ante grandes crisis y conflictos y su ineficiencia para ejecutar acciones que no sea emitir resoluciones e imponer medidas de coercitivas basadas en indignaciones selectivas.

“Este año que ha pasado ha sido el año de la derrota de los gobiernos” fue una de las frases contundentes esgrimidas por el presidente colombiano, Gustavo Petro, este mes de septiembre en el mismo podio.

Quince minutos tuvieron los mandatarios presentes para no respetarlos y decir algo que valiera o no valiera la pena y sea interpretado según el nivel de conocimiento, pero sobre todo según el nivel de conciencia de quien los escuche. En un nuevo capítulo de Entre Líneas revisamos los cuestionamientos de líderes reconocidos de izquierda como el presidente brasilero, Luiz Inácio Lula da Silva, y el colombiano, Gustavo Petro; pero también las estrategias vanas de figuras como Volodímir Zelenski para justificar su renuencia a dialogar por la paz en Ucrania, o Joe Biden, quien decidió plagiar las grandes propuestas esgrimidas desde otros bloques supranacionales en auge como el Brics y el G77 para intentar convencer a los presentes.

Biden dijo una frase que sirve para reflexionar: “Nosotros sabemos que nuestro destino está unido al de las mayorías”, y razón le dan las mayorías, pero en un sentido que no conviene a los estadounidenses: los asistentes a la Asamblea y quienes pudieron atender los discursos de la gran mayoría de mandatarios se percataron de que cada vez es más evidente que el único obstáculo para ejecutar políticas que beneficien a las mayorías es la existencia y la hegemonía del anfitrión.

(LaIguana.TV)