Los dirigentes de la oposición de derecha dicen que si el pueblo los lleva al poder, se restablecerá el orden y la institucionalidad de la Fuerza Armada. Una vez más, cabe la pregunta: ¿Tienen autoridad moral para prometer eso? Y de nuevo, la respuesta es un tajante no.
Si se pasa revista a las actuaciones de ese sector político antes de la Revolución Bolivariana se observará que la institucionalidad a la que se refieren estos dirigentes es más que cuestionable. Y si se analiza la actuación de los grupos opositores durante los últimos 25 años, también se pondrá en duda su disposición a cuidar tal institucionalidad, pues lo que han hecho es atacarla de manera contumaz.
Tiempos de la Cuarta: Las FAN tuteladas
Durante los tiempos de la Cuarta República, las Fuerzas Armadas (entonces se les denominaba así, en plural) eran tuteladas por el poder imperial, igual que casi todas las de América Latina. Los programas de estudio, los criterios de selección de aspirantes, las normas de ascenso, la doctrina política y militar, el armamento y los equipos, los cursos de especialización y todo lo demás que se pudiera pensar era “made in USA”.
Estudiar en la Escuela de las Américas llegó a ser el gran sueño o la ruta obligada de los cadetes y oficiales venezolanos durante un largo período. Allí aprendían básicamente técnicas represivas y anticomunismo rabioso. También eran cooptados por los lobbies de la industria bélica estadounidense, de modo que al ascender a cargos con poder de decisión sobre compras de equipos y armas, ya estaban entre los contactos de los mercaderes.
La injerencia era tan abierta que (hasta que Chávez mandó a parar) en Fuerte Tiuna tenían sus oficinas los agregados militares de la Embajada de Estados Unidos. Y, como bien lo saben los viejos oficiales, no eran convidados de piedra, sino factores de permanente interferencia en las acciones y decisiones. Es de suponer que restablecer esos lazos de dominio imperial es uno de los aspectos del “regreso a la institucionalidad” al que se refieren los dirigentes de partidos opositores: el regreso de los gringos.
El control partidista
Los voceros opositores afirman que es necesario volver al esquema pasado para que no haya control partidista sobre la carrera militar. Es otro gran sofisma porque una característica sobresaliente de esos años era que los rangos superiores de las cuatro fuerzas (ahora llamadas componentes) eran designados bajo criterios políticos muy claros.
Los ascensos a partir de los grados de coronel (para el Ejército, la Aviación y la Guardia Nacional) y capitán de navío (en la Armada) debían ser aprobados por la Comisión de Defensa del Senado, un reducto de los partidos Acción Democrática y Copei, con alguna presencia simbólica del MAS u otro partido menor. Eso les garantizaba que los mandos de grandes unidades militares, las comandancias de fuerza y el Ministerio de la Defensa estuviesen en manos de oficiales comprometidos con el sistema político. Vale decir, lo mismo que ahora critican y prometen cambiar.
No fue casualidad que la insurrección del 4 de febrero de 1992 haya sido protagonizada por oficiales que aún no habían llegado a esa especie de “alcabala partidista”, pues los de mayor grado en el grupo rebelde eran tenientes coroneles.
En suma, siempre fue una gran falacia la condición no partidista y no deliberante de las Fuerzas Armadas, característica que los partidos opositores esgrimen ahora como parte de la institucionalidad perdida a la que deberíamos retornar.
La gran mayoría de los oficiales superiores de esa etapa eran pro-AD o pro-Copei (cuando no abiertamente militantes de esos partidos) y los que se atrevieron a mantenerse independientes o críticos fueron excluidos de las promociones o condenados a tareas no estratégicas. Ideológicamente hablando, las Fuerzas Armadas, en el contexto histórico de la Guerra Fría, eran un coto cerrado de la derecha, con prevalencia de elementos claramente fascistas en su cúpula.
La ruptura del Caracazo
En los últimos años de la democracia puntofijista, la tendencia dictada por un Estados Unidos victorioso ante el comunismo a escala global, apuntaba a desmontar las estructuras militares clásicas de las fuerzas armadas de los países latinoamericanos para que dejaran de ser estructuras orientadas a una hipótesis de guerra internacional contra enemigos externos, y pasaran a ser aparatos represivos internos, especializados en sofocar las protestas de los pueblos contra los programas de ajuste neoliberal que ya cundían en todo el mundo.
Esta doctrina era seguida con obediencia por las oligarquías de los países periféricos, que simpatizaban con la idea de tener unos cuerpos militares enfocados en aplacar las rebeliones populares. El bipartidismo venezolano (junto a su cúpula militar) se sumó a esta corriente y puede decirse que la puso en práctica en febrero de 1989, cuando el ejército se volcó a las calles a reprimir a los más pobres.
Al hacerlo, aceleraron la fractura existente dentro del cuerpo militar, entre unos mandos al servicio del poder imperial, de las clases dominantes locales y del bipartidismo, y el pueblo que conformaba el resto de la pirámide castrense, desde oficiales medios hasta personal de tropa.
Uno de los aspectos más cínicos del planteamiento de rescate institucional de la Fuerza Armada surge cuando los voceros opositores dicen que debemos retornar a los tiempos previos a 1999 para recuperar el respeto a los derechos humanos por parte de los militares. Es una perversa manipulación mediante la cual se pretende borrar hechos históricos como esa terrible carnicería del Caracazo, masacres cometidas en años previos, como Yumare y Cantaura, y el sangriento rol de las Fuerzas Armadas en la represión de los años 60 y 70.
[En la siguiente entrega de esta serie, revisaremos la conducta de las fuerzas opositoras respecto al estamento militar en los años posteriores al cambio constitucional de 1999].
(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)
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