Este jueves 15 de agosto se cumplen 20 años del referendo revocatorio intentado contra el comandante Hugo Chávez, en el que el líder bolivariano fue ratificado en su cargo. Y en la madrugada del viernes 16 se cumplirán dos décadas del primer gran grito de fraude emitido por la oposición venezolana.
Fue el primero de varios. ¿Qué han tenido en común ese tipo de gritos en este ya largo tiempo? Pues, además de su estridencia —y a pesar de ella—, nunca han estado acompañados de las pruebas necesarias para comprobar las irregularidades denunciadas.
Recordemos la escena: los principales dirigentes de la entonces llamada Coordinadora Democrática (luego Mesa de la Unidad Democrática, luego G-4, luego Plataforma Unitaria) con rostros acordes a la grave acusación que estaban lanzando, apoyaron a quien fungió como vocero, Henry Ramos Allup cuando cantó “¡Fraude!”
Estaban en su derecho, nadie lo discute. Pero el punto a destacar es que el dirigente de Acción Democrática prometió que en el curso de las siguientes 24 horas estarían presentando al país y al mundo las pruebas irrefutables del que calificó como «un gigantesco fraude».
Pues bien, pasaron 24, 48, 72, 96, 120 horas y nada. Cuando salga el sol, este viernes 16, habrán pasado 20 años, es decir 240 meses, 1040 semanas, 7 mil 305 días, vale decir, 175 mil 320 horas desde que Ramos Allup amenazó con presentar las pruebas.
El resultado oficial del referendo, anunciado por el Consejo Nacional Electoral (CNE), Chávez resultó ratificado en la presidencia al registrarse 5 millones 800 mil 629 votos por la opción del NO (en desacuerdo con revocar) contra 3 millones 989 mil 8 votos por el SÍ (a favor de revocar). La consulta tuvo una participación de 69,92 % del total de 14 millones 37 mil 900 votantes registrados.
La pregunta que se le formuló a los electores y las electoras fue: “¿Está usted de acuerdo con dejar sin efecto el mandato popular otorgado mediante elecciones democráticas legítimas al ciudadano Hugo Rafael Chávez Frías como presidente de la República Bolivariana de Venezuela para el actual período presidencial?”.
Luego de la reacción inmediata de la dirigencia opositora, acusando al CNE de haber perpetrado un fraude, se esperaba la presentación de indicios significativos, capaces de sustentar la denuncia. Pero esto no ocurrió. Más allá de la cháchara mediática y de los movimientos en la arena internacional, no hubo una impugnación seria de los resultados.
Cinco años más tarde, en 2009, se publicó un libro titulado Los secretos del referéndum revocatorio, en el que aparecen como autores Enrique Mendoza, Ramos Allup, César Pérez Vivas, Gerardo Blyde, Pompeyo Márquez, Timoteo Zambrano y Gabriel Puerta. En la presentación del texto se afirma que fue elaborado por “científicos, abogados e investigadores del área electoral” y se asegura que “en las mesas electorales en las que se registra alta abstención y nula participación de los defensores del voto democrático de oposición, se ha podido alterar el voto”. Ese tono condicional, propio de una hipótesis, parece ser lo más cercano a una prueba que la oposición ha presentado en dos décadas.
El bombardeo mediático nacional y global contra el CNE fue el punto de partida para que en 2005 se planteara una de las acciones más descaminadas y torpes de las tantas en las que ha incurrido la oposición: boicotear las elecciones parlamentarias de 2005. Por presiones ejercidas por los dueños de medios de comunicación (según lo reveló también Ramos Allup), los partidos opositores retiraron sus candidatos de la contienda, con el propósito de deslegitimar el proceso y a la nueva Asamblea Nacional. Sin embargo, lo que lograron, en la práctica, fue dejar al Parlamento exclusivamente en manos del chavismo.
Las fuerzas contrarrevolucionarias volvieron al redil electoral en las presidenciales de 2006 e, incluso, saborearon su primera gran victoria en una elección nacional en 2007, en el referendo de la reforma constitucional, propuesta impulsada por Chávez, que cayó derrotada.
En 2010 volvieron a competir en las parlamentarias, obteniendo una excelente representación. En 2012 concurrieron a las últimas presidenciales que ganó el comandante, ante Henrique Capriles Radonski. Repitieron la candidatura de este dirigente en abril de 2013, en las elecciones sobrevenidas por el fallecimiento de Chávez. Cuando el CNE anunció el resultado, favorable al candidato Nicolás Maduro, Capriles cantó fraude y convocó a sus seguidores a protestar y descargar su rabia. Algunos lo hicieron, con un saldo de 14 personas muertas.
En esta otra oportunidad, la oposición tampoco fue capaz de sostener sus denuncias con una impugnación responsable. Antes bien, algunas de las mesas cuestionadas por el comando de Capriles, inexplicablemente, tenían resultados favorables a él.
Esa nueva inyección de desconfianza en la ruta del voto, les abrió las puertas a los dirigentes del ala pirómana, como Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio Ledezma, quienes lideraron la ola de disturbios llamada “la Salida”, a principios de 2014.
En 2015, la oposición probó de nuevo que la vía más conveniente es la de las urnas electorales, cuando ganó ampliamente las elecciones parlamentarias. Sin embargo, los que no habían sabido asimilar las derrotas, tampoco supieron administrar la victoria y generaron un clima de constante enfrentamiento con el Ejecutivo, lo que obligó al Tribunal Supremo de Justicia a dirimir constantemente los conflictos y, eventualmente, a declarar a la AN en situación de desacato.
En 2017, las fuerzas antichavistas más violentas tomaron de nuevo el control del barco opositor y desarrollaron la nueva ola de guarimbas durante cuatro meses de terror y muerte. No quisieron concurrir a las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente y tampoco a las presidenciales de 2018 ni a las parlamentarias de 2020, siempre con resultados desastrosos.
En 2024, finalmente, los dirigentes opositores (y sus jefes estadounidenses) resolvieron que era hora de participar en las elecciones presidenciales. Comenzaron a cantar fraude anticipadamente, meses antes de la jornada electoral del 28 de julio y, tan pronto el CNE ofrece el primer resultado, desatan una vez más las denuncias.
Y, como en un deja vu, han pasado ya quince días del grito de fraude sin que se haya presentado la denuncia formal, ni ante el CNE ni ante la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), que se abocó al caso por petición del presidente reelecto Nicolás Maduro.
Igual que hace 20 años, no ha habido nada más allá del ruidoso cacareo de un presunto fraude, que ya produjo un estallido de violencia, por fortuna bastante breve, que fue sofocado oportunamente. ¿Habrá indicios concretos en esta ocasión o se repetirá la historia del referendo revocatorio?
(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)
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