Hilar y memorizar el discurso de los influencers y presentadores de televisión que apoyan a la opción política conservadora y extremista en Venezuela, no es demasiado complicado. La ruta inicia en absolutos y va planteando dicotomías infantiles en las que los matices no tienen lugar. Se trata de un periplo narrativo donde se desconoce que el chavismo – o cualquier cosa que se le parezca – existe y que hay una institucionalidad que conviene preservar, si se espera hablar en los próximos 20 años de libertad.
Aun cuando el discurso es predecible, tal parece que no ha servido para que se den cuenta de que sirven a intereses y poderes mucho más poderosos que los miles de dólares que les ofrecen por cada pronunciamiento que a su vez les permite sustentar el racismo, la enajenación, el complejo de subdesarrollo, el clasismo y la ignorancia en materia de política internacional e historia republicana en Venezuela por no decir latinoamericana.
Laiguana.tv en su espacio Entre Líneas ofrece esta semana un análisis discursivo y además sitúa con nombre y apellido a quienes están detrás de esos rostros tan conocidos cuyos mensajes esgrimidos de forma sobreactuada, esconden un plan criminal. La apuesta se sirve de un informe elaborado por Noticias de América Latina y el Caribe (Nodal). Una plataforma que sabemos que los influencers dispuestos para hacer las convocatorias de Vente Venezuela no visitan ni de casualidad, pero que muestra las costuras de lo que se hace en el ámbito del ocio digital.
Neofascismo digital
Este informe denuncia y alerta sobre “la instauración de un capitalismo digital mediante el uso de la economía de plataformas, los teléfonos inteligentes, las redes sociales y la conectividad 5g como herramientas de producción y comunicación, sino que también se han convertido en mecanismos esenciales de control social. La peligrosidad de esta variante del capitalismo, el digital, es porque está remodelando las relaciones sociales, políticas y económicas a nivel global y guiando a la sociedad a una gobernanza mundial donde los Estados tradicionales juegan un papel subordinado. Donde se instauraría un Estado policial global que, apoyado en las tecnologías digitales, desestabiliza las democracias liberales que antes estructuraban el poder en el sistema capitalista”. La prueba piloto se hizo hace casi una década en España, cuando se dio rienda suelta al capitalismo de hipervigilancia y el Estado policial que normaliza el viejo canje de “seguridad” a cambio de las verdaderas y trascendentales libertades civiles.
Los NRX
Según detalla el informe, la raíz de todo esto se halla en Silicon Valley, epicentro del desarrollo del capitalismo digital, desde donde opera a sus anchas una ideología autodenominada “neorreaccionaria” (NRX), que “se identifica como antidemocrática, anti igualitaria y antiliberal. La corriente es promovida por figuras como Nick Land, Curtis Yarvin y Peter Thiel, quienes se alinean políticamente con movimientos como la Alt-Right Global, utilizando herramientas digitales para consolidar un nuevo orden autoritario. Este fenómeno refleja cómo las viejas tragedias fascistas del siglo XX se están reactivando en el presente, adaptándose a las nuevas condiciones tecnológicas y económicas del capitalismo digital”.
Los NRX asumen una reacción radical a lo existente, y comparten objetivos políticos con el movimiento Global Alt-Right, o de la “derecha alternativa”, fundada por Steve Bannon, el estratega político de Donald Trump y constructor de las milicias digitales fascistas, las granjas de trolls que utilizan para sembrar el odio y la violencia en Venezuela, en américa latina, y también en ese oriente próximo donde los ciudadanos son agredidos mediante la explosión de artefactos electrónicos de uso civil, como ocurrió a partir del 17 de septiembre en Líbano y la violencia y el horror solo fue escalando más y más.
Cada vez somos menos capaces de decir que el genocidio en Gaza, la apuesta sionista por la desestabilización en los países que le sirven de frontera y las respuestas del eje de resistencia constituido por Hamás (Palestina), Hezbolá (Líbano) e Irán, no tienen algo que ver con lo que vive y podría vivirse en Latinoamérica, y el piloto acá es Venezuela.
(Laiguana.tv)
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