Pueden ser sorprendentes las similitudes entre las estrategias insurreccionales de la ultraderecha y sus vagones de cola (la derecha moderada, el centro y otros) para perpetrar contrarrevoluciones y las que postulaba Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, basándose en los postulados de Karl Marx, para hacer colapsar al capitalismo e iniciar la dictadura del proletariado, dice mi politóloga favorita, Prodigio Pérez.
Esto, según ella, se debe a dos fuertes motivos. El primero es que el imperialismo y sus aliados y lacayos siempre usan la ingeniería inversa para sus cosas, así que toman las formas de lucha de los oprimidos para oprimirlos y exprimirlos más y con menos gasto. El segundo motivo es que en las filas de la ultraderecha pululan los izquierdistas renegados, que aportan su ideología, sus manuales y, sobre todo, sus mañas.
La experta analista dice esto porque la idea de generar las condiciones objetivas para el derrumbe del sistema político bolivariano y propiciar el momento subjetivo para que sea una masa dotada de conciencia la que dé el puntillazo, todo eso es marxista-leninista por excelencia. Y eso es, con exactitud, lo que ha estado tratando de hacer el capitalismo hegemónico desde hace más de 25 años en estas tierras irredentas.
La gestación de condiciones objetivas es una manera de decir que nos han hecho la guerra a muerte, aunque no hayan enviado misiles, aviones y acorazados (al menos, no oficialmente). Con sus compinches locales han causado tanto sufrimiento en los últimos diez años que hoy por hoy estamos igual que si volviésemos de una guerra larga y cruenta y, por fin, estamos pasando un momento relativamente tranquilo.
En cuanto la conciencia de las masas, han hecho todo lo que ha estado a su alcance (¡y vaya que tienen alcance!) para que la mayoría del pueblo venezolano se sume a ese momento subjetivo y derroque al gobierno. Sin embargo, han fracasado testarudamente. ¿Por qué?, le pregunto a Prodigio. Y ella responde, en lo que podemos tomar como su análisis de fin de año.
En la estrategia marxista-leninista, el papel dirigente de la insurrección le corresponde al proletariado. En los intentos de imitación sifrinos venezolanos, ese rol ha intentado tomarlo una clase media muy evanescente, difusa, pasto del fuego individualista de la ideología neoliberal y de sus hijos deformes, como el libertarismo fascista argentino. Ese estamento sufrió de una manera muy peculiar los efectos de las “condiciones objetivas”, lo que se ha sumado a su natural tendencia a ser oportunista, despolitizada y acomodaticia.
Pensar que el retorno de Donald Trump y su pandilla renovada de trogloditas políticos va a significar, automáticamente, que en Venezuela prenda (esta vez sí) la contrarrevolución como fenómeno popular, es lo que los marxistas ortodoxos llamarían una posición mecanicista, con altas probabilidades de no cristalizar. Sin embargo, todo indica que volverán con sus recetas de siempre para tratar de lograrlo.
El plan del poder imperial estadounidense-europeo es generar el colapso del orden socialista o de cualquiera que dé predominio al Estado. Para esto toman medidas arbitrarias y unilaterales que causan la intensificación del dolor del pueblo. No sólo es antiético y políticamente perverso, sino también, disparatado y, sobre todo, una ruta ya transitada sin éxito.
La estrategia de llevar a la mayoría de la gente a niveles inauditos de sufrimiento y culpar de ello al socialismo ha alcanzado relativo éxito, pero tuvo un efecto paradójico: fue la organización comunal-estatal, y no la corporativa-privada la que les salvó la vida a miles, tal vez a millones de venezolanos hambrientos o enfermos por culpa del bloqueo y las sanciones. Esa organización, por cierto, no se consolidó sólo con militantes y simpatizantes del gobierno, sino que integró a chavistas, independientes y opositores, como suele decir el director de Laiguana.tv, Miguel Ángel Pérez Pirela, para reflejar el abanico político que somos.
Paradoja dentro de la paradoja: de ese largo momento de agonía, el país reemergió con gran impulso gracias a las concesiones que se vio obligado a hacer el gobierno en el plano económico (eliminación de controles de precios, dolarización, desregulación laboral, entre otras) lo que ha llevado a muchos a la conclusión de que el capitalismo siempre gana y que en este caso también salió vencedor de la pulseada. Pero, resulta que la bonanza grosera de una pequeña minoría y la ligera mejoría en las condiciones de vida de un segmento muy amplio, ha tenido un efecto anestesiante en el plano político. La gente de la clase media (llamada, a ser la vanguardia de esta contrarrevolución) parece que ya no ve como algo urgente e imprescindible un cambio de gobierno llevado a cabo mediante protestas violentas o triquiñuelas jurídicas, porque ese, al que tanto han adversado, está comenzando a dar resultados positivos en la vida de las personas reales.
Este efecto doble-paradójico tiene especial incidencia justamente en los estratos medios más despolitizados, oportunistas y acomodaticios. Por eso los llamados de los radicales a las salidas violentas (e, incluso, a las manifestaciones pacíficas y supuestamente creativas) caen en un barril sin fondo o, al menos, tienen mucho menos eco que cuando las condiciones objetivas de pauperización eran más duras y hacían un daño evidente.
Hay que destacar en este punto el comportamiento de la burguesía, que fue protagonista de la guerra económica y participó activamente en todos los intentos extraconstitucionales, desde el golpe de abril de 2002. En la actualidad se observa un estamento patronal que se mantiene neutral y, en algunos casos, se muestra abiertamente a favor de las políticas oficiales. Ello, sin desmedro de las recientes revelaciones sobre la imbricación de empresarios en las tramas conspirativas más violentas, al lado de factores mercenarios y paramilitares.
El papel del proletariado
Continúa mi politóloga analizando, desde el punto de vista marxista-leninista, los avances y retrocesos de la contrarrevolución que se empeñan en llevar a cabo el poder imperial y sus agentes locales. Dice que el resultado oficial del 28 de julio, el que esos factores se empeñan en desconocer, refleja de cualquier modo, que el desacuerdo con el chavismo va más allá de la clase media real.
[Ella dice “real” para diferenciarla de la clase media aspiracional, integrada por un sector considerablemente grande de personas que están técnicamente bajo la línea de pobreza, pero se sienten de clase media. Son la clase media aspiracional a la que algunos ironizan diciendo que son personas que sufren el Síndrome de Doña Florinda porque no quieren juntarse con la chusma. Pero ese es otro tema].
En el abanico social, avanza la postura contrarrevolucionaria, valiéndose de una falsa conciencia impuesta por los medios de comunicación, las plataformas y redes digitales y todo el aparataje de mercadeo y publicidad del capitalismo. Es una falsa conciencia porque va en contra de los intereses de clase de quien la profesa, sobre todo cuando llega a los niveles de los trabajadores empobrecidos, empleados públicos, obreros, desempleados y el creciente sector del emprendedurismo, que merece consideración aparte.
Para la dirigencia de la ultraderecha enloquecida es fundamental mostrar este avance de las ideas antisocialistas en el pueblo llano. Ese fue, justamente, el enfoque de los sucesos del 28 y 29 de julio, planificados y puestos en escena de tal manera que pudieran venderse como “brotes de una indetenible indignación popular”. Ese es el enfoque de todas las “acciones” que tienen previstas para diciembre y enero. Esa parte del proletariado que ha asumido la conciencia política equivocada (el pobre de derecha, el mejor invento del capitalismo) sería la clave para alcanzar el momento subjetivo bajo el enfoque leninista. En eso andan. No hay que tener dotes adivinatorias para saberlo.
El problema de la vanguardia
Prodigio advierte que, según parece, los líderes están en la onda de repetir sus viejos errores, entre ellos subestimar al adversario y desarrollar sus luchas como si estuvieran solos en el campo de confrontación. Les cuesta comprender —tal vez por causa de su propio supremacismo social— que no se enfrentan a un rival pasivo, sino, al contrario, un formidable competidor que ha trabajado mucho en la organización social y en los mecanismos de inteligencia.
La realidad es que la mayor parte de la dirigencia de ultraderecha y una porción de la derecha moderada se limitan a figurar en la dupla medios-redes. Su contacto con el pueblo pobre se limita a usarlo como carne de cañón. En el caso de la ultraderecha, ha optado por relacionarse con lo que en léxico marxista se llama el lumpemproletariado, los líderes negativos, los pranes de las megabandas, las células dormidas del paramilitarismo importado e injertado. Esos elementos son fundamentales para los planes de zafarrancho y, sobre todo, para simular que la insurrección viene desde abajo.
La falta de tejido organizacional los hace depender de aluviones electorales con “líderes” prefabricados en laboratorios, pero que luego no son capaces de mantenerse como verdaderos conductores de masas, sino que rápidamente huyen al cómodo escenario del exilio o la clandestinidad y dejan abandonados a sus militantes, los de la supuesta insurrección popular. Aparece así el fenómeno recurrente del desencanto por falta de resultados concretos.
Otro problema de la vanguardia contrarrevolucionaria es su perniciosa inclinación a dividirse, algo que les ocurre tanto en las derrotas como en las victorias reales o alegadas. En la coyuntura actual, las grietas están más anchas que antes de las elecciones, lo que es mucho decir.
El sector que copó la escena opositora durante el año que llega a su recta final luce solitario en el empeño de alborotar el cotarro en plena Navidad, una estrategia, por cierto, que tuvo muy malos resultados ya en 2002, con el paro-sabotaje petrolero y patronal. Ante la falta de respuesta de las cúpulas políticas opositoras, el maricorinismo ha optado por arrancar el mes de diciembre con protestas fashion, seguramente sacadas de los manuales del golpismo suave que también han tratado de aplicar tantas veces en anteriores momentos subjetivos.
[La ridiculez de algunas de estas formas de protestas no debe llamar a engaño, pues ellas contienen fuertes elementos simbólicos, igual como lo tuvieron, en 2017, las puputovs, los escracheos a chavistas y la indumentaria de “cruzados” de los guarimberos. Pero, una vez más, ese asunto merecería un análisis aparte].
El empeño de volver a “calentar la calle” enfrenta obstáculos significativos, no sólo porque debe hacerse en un tiempo en el que las calles están calientes de otra forma, con el cálido ambiente de una Navidad en paz y con alguna holgura económica para buena parte de la población; también se produce ese intento con la secuela en contra de la más reciente operación de tales características, la del 29 y 30 de julio, que causó 28 muertes (ninguna del lado opositor) y dejó tras las rejas a más de 2 mil militantes de la causa contrarrevolucionaria, desamparados por una dirigencia que tiene, nominalmente, en su cabecera, al candidato presidencial Edmundo González Urrutia, un señor que la madrugada misma del 29 de julio ya estaba refugiado en la embajada de Países Bajos.
Colofón
La experta cierra su interpretación afirmando que las élites oposicionistas, guiadas por el poder imperial, se conciben a sí mismas como sectas de iluminados, pero su mensaje no pasa de ser un conjunto de clichés que rumian día y noche. Eso deja a las masas que constituyen su mercado real o potencial a merced de los vicios propios del mismo orden ultracapitalista que defiende esa dirigencia: el individualismo y el desprecio por lo colectivo.
Esta es una de las razones por las cuales la exacerbada hostilidad de los cabecillas no se reproduce con igual intensidad en los niveles más bajos de la pirámide social opositora. Los errores y las inconsecuencias, sobre todo cuando son reiterativos, se pagan caro. Lenin, con sentido crítico y visionario, escribió sobre eso días antes de morir. “Sus reflexiones, por cierto, valen tanto para la contrarrevolución como para la revolución”, remata Prodigio Pérez.
(Clodovaldo Hernández / Laiguana.tv)
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