miércoles, 16 / 04 / 2025
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¿Por qué no hubo pronunciamientos militares el 9E?: Reflexiones sobre «la Guanipada» (+Clodovaldo)

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En la primera parte de esta serie, lancé varias hipótesis acerca de las razones por las cuales las masas civiles no salieron a las calles el 09 de enero, ante el llamado de la oposición dura-durísima. Hoy intentaré hacer lo mismo con respecto a la falta de unos pronunciamientos militares que la dirigencia ultraderechista había cocinado o, al menos, estaba esperando, según se entiende de las palabras de Juan Pablo Guanipa, en un episodio de la picaresca política que por acá —abusando un poco de la sátira— hemos llamado «la Guanipada».

¿Por qué nadie se alzó en el seno de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) la víspera de la juramentación del presidente reelecto, Nicolás Maduro? Bueno, respecto al estamento armado, hagamos lo que hace casi todo el mundo, en especial esos que se las dan de militarólogos: lucubremos y especulemos sin rubor.

Punto previo sobre lo monolítico

Partamos de una presunción lógica: tratándose del mismo pueblo y el mismo país, en el interior de la FANB debe existir una correlación de militancia y simpatía política más o menos igual a la del ámbito civil, ello haciendo abstracción de que los partidarios de uno de los polos se expresen abiertamente, mientras los del otro lo hagan en forma subrepticia.

Con este punto previo (como decían los sindicalistas vivarachos para saltarse el derecho de palabra en las asambleas) podemos quitarles dramatismo a esos que dicen que ya la Fuerza Armada no es monolíticamente chavista, lo que vendría a ser una señal inequívoca del principio del fin de la Revolución. 

En realidad, nunca ha sido monolítica, como lo demuestra una atrabiliaria historia de golpes, intentonas debeladas, purgas estratégicas, jaulas de oro diplomáticas y carreras truncadas de oficiales, algunos muy conscientes de en qué brete se estaban metiendo, y otros «cogidos a lazo», como decía mi profesor de Historia Israel Esquetine León, en el liceo Felipe Fermín Paúl, en Antímano, en tiempos ya muy remotos.

Entonces, ¿quién puede dudar de que en la FANB hay muchos antichavistas? Pero, ¡caramba!, entre ser militante o simpatizante de la oposición y estar dispuesto a sumarse a una insurrección mandoneada por María Corina Machado hay no una pequeña grieta, sino un gran abismo.

No tengo “fuentes militares dignas de todo crédito” —aunque me gustaría, ¿para qué negarlo?—, así que lo siguiente es apenas una conjetura: los oficiales que estén anotados en un complot dirigido por esa señora (o por Leopoldo López, Julio Borges, Juan Guaidó o Guanipa) no deben ser simples opositores, sino  peligrosos especímenes resistentes a la extinción de los gorilas faranduleros de la plaza Altamira; retoños de los generales cuartorrepublicanos adiestrados (¿o amaestrados?) en la Escuela de las Américas o émulos de aquel general facho que patentó el uso de guayas para decapitar motorizados y luego, cuando le fueron a hacer tun-tún, se plantó en el jardín de su casa con un fusil de asalto y actitud de Jean-Claude Van Damme. Dicho al modo de los sufridos pueblos del Cono Sur, deben ser unos milicos, pues. Y uno —civil de remate— tiene la esperanza de que esos personajes sean una minoría muy minúscula en la FANB. Y si no es así, que Dios nos ampare.

Larga historia de desprecios

Para la oligarquía venezolana, incursionar en la carrera militar no ha sido una opción apetecible en tiempos modernos. En eso se diferencian de las élites ricas de otros países del vecindario, a las que les gusta ver uniformados a sus querubines, para que luego funjan de gendarmes necesarios.

Al estar ausentes, como clase social, de la esfera militar tuvieron hacia ella la misma actitud que con los políticos: tenerlos como sus sirvientes consentidos, halagarlos, adularlos, corromperlos y hacerles creer que eran ellos (los políticos y los militares) los jefes de la nación.

En el siglo XX, por la Academia Militar no pasaron portadores de grandes apellidos, por lo que tampoco estuvieron presentes en los altos mandos. Los ricos les dejaron esos espacios a los pobres y las clases medias. Para compensar ese déficit de poder, oligarcas y políticos se encargaron siempre de meter en su redil a los oficiales de mayor rango, otorgándoles prebendas y conduciéndolos a actuar, desde cadetes, como si fueran ricos de cuna.

La primera fisura histórica grave que se presenta en este orden de cosas fue el 27 de febrero de 1989. La élite económica había logrado su sueño de arribar al poder político directo sobre el portaaviones de Carlos Andrés Pérez, el más carismático de los líderes de la democracia puntofijista, transfigurado en neoliberal convencido. Apenas iniciando ese gobierno, las Fuerzas Armadas (entonces en plural) tuvieron que hacer el trabajo sangriento de preservar —a plomo limpio— el sistema político y cuidar los intereses de los verdaderos amos del país. Para hacerlo, los oficiales (gente, en su mayoría, de extracción humilde) debieron ordenar a sus soldados (pueblo puro) que ametrallaran a sus propios barrios y masacraran a sus iguales. El propósito de las élites económicas y políticas fue dejar muy claro que no iban a permitir que la chusma saqueara los negocios ni que nadie desafiara el programa de ajuste Made in FMI.

Allí quedó un feo trauma que rompió el consenso social existente o lo que quedaba de este. A los oficiales de ese tiempo, especialmente a los más jóvenes, no les gustó para nada ese rol de verdugos del mismo pueblo del que todos ellos habían salido y del que las tropas eran carne viva.

Esa ruptura da origen al 4 de febrero de 1992, como bien lo explicó muchas veces el comandante Chávez. A partir de allí se agudizan las contradicciones en el mundo militar, situación que, aparentemente, se resolvió con la victoria electoral de 1998 y la nueva Constitución, en 1999. 

Intentos de retomar el control

Surge allí el germen de la nueva Fuerza Armada Nacional Bolivariana (en singular), mucho más ligada al pueblo y jefaturada por un soldado carismático y con ideas de izquierda. Pero, claro, ese no era el final de la película, sino el comienzo de una nueva. 

Ni la oligarquía ni la élite política desplazada estaban dispuestas a aceptar que los militares jugaran otro rol, diferente al de cancerberos del poder económico y del tipo de democracia asociada a aquel. Se dedicaron a calentar orejas de generales y almirantes, escogiendo, claro está, a los de posturas más reaccionarias, los formados en Estados Unidos, los mordidos ya por la serpiente corruptora de la industria armamentística del norte global y los resentidos por algún ascenso retrasado. De ese coctel explosivo surgieron los insurrectos del 11 de abril de 2002 (los célebres “generales preñados de buenas intenciones”) y los que luego protagonizaron el bochornoso circo de Altamira.

Revertido el derrocamiento de abril y desinflado el montaje mediático de la plaza, se produjo, como era natural esperarse, una purga en la FANB. Al poder económico y a los viejos partidos se les redujo el número de orejas calentables dentro de la institución militar porque ellos mismos las quemaron.

Ya en tiempos del presidente Maduro, otros movimientos de insubordinación han derivado también en depuraciones internas, lo que significa una merma sostenida en la capacidad de la oposición para influir en los escenarios militares, que se pone de manifiesto en episodios como el 9-E.

Entre esos movimientos, quizá el de más notoriedad sea el fallido golpe de Estado del 30 de abril de 2019 (el de los Plátanos Verdes), en el que apareció involucrado el general Manuel Ricardo Cristopher Figuera, a la sazón nada menos que director del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) y afrodescendiente, para más señas. Por cierto, los cabecillas de esa intentona se excusaron diciendo que oficiales del Alto Mando estaban también en la movida, pero, a última hora, se arrepintieron y apagaron sus celulares.

Vendepapas y cobardes

El desencuentro de los partidos y líderes de derecha con la FANB se agudizó en los años de la llamada canalla mediática, cuando las televisoras, radioemisoras y periódicos hacían burla de los militares incorporados al Plan Bolívar 2000 y a otros programas sociales de emergencia. Los llamaban «los vendepapa» en una campaña feroz, destinada a hacer que los oficiales se sintieran humillados por ser parte de actividades de asistencia al pueblo más necesitado.

Otro componente de esas mismas tramas propagandísticas fueron unos muy despreciables ataques dirigidos a atizar el secular machismo de la oficialidad. Se reunían diez o veinte doñitas-fashion y se dirigían (debidamente escoltadas por un tropel de cámaras y periodistas) a un cuartel, comandancia o regimiento y allí arrojaban pantaletas o gallinas para significar que los militares eran poco viriles y cobardes por no alzarse contra el gobierno.

El Cartel de los Soles, puputovs y drones

La cúpula partidista y mediática opositora pretende encontrar apoyo en la misma oficialidad a la que, a menudo, han calificado como banda de narcotraficantes, mediante sostenidas campañas difamatorias de escala global, como la de la supuesta existencia de un Cartel de los Soles.

La FANB, en especial su componente Guardia Nacional Bolivariana, ha sido el blanco de toda clase de señalamientos sobre violación a los derechos humanos por su respuesta a las alteraciones del orden público de 2014 y 2017, planificadas e instigadas por la misma dirigencia que ha lanzado tales acusaciones.

Como consecuencia de las denuncias, varios oficiales han sido «sancionados» por Estados Unidos y países europeos. Otros han sido amenazados con correr igual suerte por vociferantes figuras  opositoras, que luego, con tono melodramático, invitan a los militares a sublevarse.

En las guarimbas de 2017, la clase opositora puso de moda las puputovs, frascos llenos de excrementos humanos que eran arrojados contra los guardias nacionales y policías. Los vehículos antimotines (tanquetas, ballenas y rinocerontes) embarrados de heces fueron bien lavados, pero la huella social está grabada en los integrantes de la GNB y, por extensión, de los otros componentes. A muchos de ellos les quedó claro que esas bombas fétidas representan la opinión del liderazgo opositor extremista sobre los militares en general.

También está anotado por ahí, en alguna parte, que en el acto aniversario de la GNB en 2018, en presencia del Alto Mando militar y de numerosos oficiales e individuos de tropa, fue donde se produjo el intento de magnicidio contra el presidente Maduro. Los cobardes autores intelectuales de ese acto son los mismos que ahora buscan apoyo en los cuarteles.

Intervención extranjera vs soberanía

Dejemos para los últimos párrafos el que debería ser el principal motivo por el que no cuajan los planes insurreccionales de la oposición dura-durísima en el seno de la FANB: la razón doctrinaria.

A grandes rasgos, la doctrina del liderazgo ultraderechista es proimperialista, prosionista y fascista; la de la FANB de este siglo es antiimperialista, antisionista y antifascista.

La dirigencia opositora radical ha clamado por una intervención armada extranjera y ha llegado al extremo de contratar a empresas de mercenarios para invadir al país. Varios de los más notables jefes de ese sector tienen públicos nexos con el paramilitarismo colombiano, enemigo clave de la FANB en una gran variedad de hipótesis de conflicto.

Los cuadros militares formados en Revolución se caracterizan por ser esencialmente bolivarianos, es decir, defensores de la soberanía y la independencia nacional frente a las pretensiones de potencias extranjeras. Y estos principios doctrinarios no pertenecen exclusivamente a los oficiales y soldados que militan en el chavismo, sino que son compartidos por muchos que tienen otras preferencias políticas, pero que rechazan el cipayismo y el entreguismo. No están dispuestos a hacer el papel de tontos útiles ni a dejarse coger a lazo por una pandilla sin patria.

[Dejo en manos de los militarólogos, las fuentes bien informadas y los chismosos de cuartel refutar o complementar este intento de aproximación a las causas de “la Guanipada” en el plano militar. Ojalá se animen].

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.tv)


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