Sus apellidos le marcaron el rumbo. De ellos, de sus padres, adquirió una pasión que se convirtió en el motivo de su vida artística: El canto y la música.
Podría decirse que ella nació siendo parte de la legendaria agrupación Un Sólo Pueblo… Ha cantado con todos los grandes de la música tradicional venezolana y ahora también hace su propio camino…
Hoy se sienta en El Sofá, la cantautora venezolana Amanda Querales.
—Oye Vidal, yo no sé por qué, pero se acabó el café… ¿Tú quieres, Amanda?
—Dame pues, si te acepto…
—Sabías que el café en Maracaibo se toma para quitarse el calor…
—¿Por qué hacen eso?
—Porque se te calienta el cuerpo….
—¿Qué?
—Sí, te estabiliza con la temperatura…
—¿Listos? Vamos a darle… ¡Amanda, bienvenida!
—Gracias, Ernesto. Qué placer estar aquí…
—Mira, muchos de tus colegas y muchas de tus colegas han venido para acá… y pasa mucho, por ejemplo, con la maestra Lilia Vera, yo no la conocía personalmente, la vi cantando muchas veces. Pero, bueno, uno tiene una imagen del artista que está en la tarima, ¿no? El efecto tarima que llaman…. ¿no te pasa que se te acerca gente y te saluda así como si te conociera de toda la vida?
—Siempre, además a mí también me gusta eso, yo como que llamo a esa energía, que me traten como si me conocen de toda la vida…
—¿No te molesta eso de que la gente te busque, te quiera tomar una foto, que se te acerque, no?
—No… Me gusta porque me da ternura, me da mucha ternura. Esos gestos tienen algo de encantador, que la gente lo haga porque te ve cantando y se conecta con lo que haces, con lo que cantas, con el sonido, entonces sientes una conexión y creo que quieres abrazarse en esa energía.
—Amanda, tenías casi ocho años fuera del país.. ¿Cómo es, en tu opinión, el venezolano que está en Argentina?
—Yo tengo una teoría, y es que hemos mutado. No es el mismo venezolano que salió y se radicó en otro país, por menos hablo de los que se radicaron en Argentina, que capaz salieron con una idea de qué es lo que es ser venezolano, y allá en medio de la añoranza y la nostalgia han abrazado otra manera de ser venezolano.
Me pasa, por ejemplo con venezolanos y venezolanas que salieron de aquí y están en esos nuevos espacios, en esos nuevos países, en esos nuevos hogares, y están desesperados por aprender a tocar cuatro… eso es lo que me ha llamado la atención. A ver, qué ha pasado aquí.
Me pasó a mí, viniendo de la familia musical que vengo, yo me fui de aquí sin saber tocar cuatro, te juro, nadie me lo cree, pero es así. Se me enredaban los dedos en las cuerdas, y el que era mi pareja en ese entonces en Argentina me decía: Cómo es eso de que no sabes tocar un coño… ni Compadre Pancho, por favor…
—Es raro porque tu papá, Ismael Querales, toca de todo…
—Precisamente por eso, nunca me hizo falta aprender a tocar cuatro, sobraba quien me acompañara en cualquier género que se me ocurriera.
—¿Y con quién aprendiste?
—Yo sola… tratando de agarrarme de mi memoria musical, de cómo me sonaba y después bueno me puse a ver videos de Javier, Marín, mi hermano de toda la vida… pero era sobre todo recordando cómo me sonaban los géneros. Entonces yo tengo una forma particular de tocar algunos géneros porque no los aprendí con alguien que me dijera “son dos cerrados para abajo, dos cerrados para arriba”, sino como me sonaba en mi recuerdo.
—Te fuiste en 2016 y continuaste haciendo vida artística en Argentina, incluso participaste en una agrupación que fusiona el candombe con el hip hop y la música tuya como cantante venezolana, ¿Cómo fue eso?
—Eso fue una experiencia bellísima porque el productor de ese grupo, que se llama Juan Lucas Harvey, es muy apasionado con la música latinocaribeña. Él fundó ese grupo junto con sus hermanos y otros chicos de su barrio, que se llama Lo’Pibitos. Se le ocurre hacer este tema y me dice Che, Amanda, yo quiero hacer algo, cántame cosas de tu país, cántame cosas de Venezuela que sean sobre todo así cantos a capela… y yo le empiezo a cantar sirenas que en algún momento le escuché a Francisco Pacheco. Ahora, me dijo, cántame algo sobre el mar, y a mí no se me venía ninguna letra de sirena de mar. Entonces agarré una letra de una fulía: “Oye la mar cómo suena”, y se la canté en sirena. Le gustó. Tuvimos como cinco encuentros para hacer ese tema. Dijo, ahora cántamela, porque las sirenas son como en un tono menor, si se puede decir así. Dijo, ahora cántamela como si fuese en un tono mayor. Entonces hicimos como un experimento, de cambios de cosas de raíz y de cosas que él me iba diciendo para inventar, y yo se las canté… y quedó…
—Amanda también estabas integrando un colectivo de teatro. ¿Actúas?
—Ahora actúo. Eso es nuevo. Nunca, nunca había actuado. Nada cercano al teatro, nunca. Me convocó un colectivo de mujeres que se llama No somos cosas. Ellas son venezolanas la mayoría, otra colombiana y dos chicos argentinos. Ellos montaron la obra El día que cambió la sida del señor odio, y me convocaron a mí a musicalizarla. Esa fue como mi primera experiencia, hacer música para esa obra de teatro.
Yo hice la música y terminé siendo un personaje más de la obra… Mucha gente me vió y me empezaron a llamar para hacer música para teatro, música en vivo para teatro. Y ahora estamos haciendo otro montaje que es El niño y la luna. Estoy en ese proceso de composición de música para ese montaje.
—Son ideas mías o me apuntaron mal, pero tú comenzaste a cantar solista cuando te fuiste….
—Sí. Siempre fui de grupos.
De hecho, te digo que después de este recorrido como solista, yo siempre voy a preferir estar en grupo. Me encanta eso que se da, esa sinergia, esa energía que surge a partir de lo colectivo. Esa es mi pecera. Ahí me siento mucho más cómoda.
—…y es raro porque, cuando uno ve a cantantes que estuvieron en una banda y se van solos, como que ya no echan para atrás…
—Sí, es raro, pero me pasa, me pasa. No sé, creo que como desde tan pequeña siempre he estado, cuando menos con mi hermana mayor, que fue con quien yo crecí, y crecí cantando, me pasa que me hacen falta esas cosa de dos voces, tres voces, o más de tres voces, bastantes instrumentos, los coros…
—Es que aquí hay un montón de manifestaciones musicales que son colectivas…
—Somos muy de colectivo, mucho. Sobre todo eso que es responsorial, pues que interviene un cantante y el coro le responde, y ahí agarra una fuerza, una cosa mágica. Te digo una cosa, cada vez que yo estoy en un público que sé que es mayoría venezolana, les digo, miren, hagan coro, porque los coros venezolanos son los más afinados del mundo. Ahí todo el mundo es afinado y el que no afina se entona. Cuando empieza a cantar en grupo, entona. Y es verdad. Mira, nosotros somos afinadísimos porque además somos muy melodiosos. Y yo le echo broma a los argentinos porque les digo, y ustedes, los argentinos, hagan su coro de cancha. Porque eso hace como un colchón. Ustedes no tienen mucha cosa melodiosa pero hagan su coro de cancha, eso rellena… jajajajajaja.
—Amanda, ¿tú estudiaste Trabajo Social en la UCV? ¿Ejerciste eso?
—Sí, por muchos años. Aquí sobre todo lo ejercí en la Administración Pública. Hice de Trabajadora Social mucho rato. No me arrepiento ni nada, pero creo que es una profesión que, en lo personal, me entristeció mucho, porque me cuesta un montón verle ver la dureza de la vida tan de cerquísima y no poder hacer nada o no poder hacer mucho.
—…pero incluso antes del Trabajo Social, ya hacías música.. a ver, tú eres hija de Sorena Valdivieso y de Ismael Querales, nada más y nada menos, fundadores de Un Solo Pueblo. O sea, tú naciste en Un Solo Pueblo….
—Pues esa es mi escuela, esa es mi escuela fundamental, y siempre lo digo. La gente me dice, ay, tú eres de Un Solo Pueblo. Yo digo, no, yo soy fan de Un Solo Pueblo. Yo creo que he sido muy muy fan toda mi vida, desde pequeña. No sé cuántas veces habré visto a Un Solo Pueblo en vivo, y todas las veces era fascinante.
—…Un Solo Pueblo empezó antes de que tú nacieras…
—Sí, en el 76. Yo nací cuando ya habían cogido vuelo. Porque no siempre fueron famosos…
—…esa es una de las historias que más me encantó. Lo que me contó aquí el Negro Pacheco, que en principio ese grupo no era pensado para hacer conciertos ni nada, sino para recopilar música, para investigar…
—No lo esperaban, no era como la intención de ellos, de hecho yo recuerdo cuentos que me llegó a echar mi mamá o que me echaba mi papá, y que ellos al principio les molestaba que la gente bailara lo que ellos estaban tocando… “Esto no es para bailar, esto es para apreciar, para registrar”, y no sé qué más.
Imagínate. Yo empecé allí. La primera vez que grabé con Un Solo Pueblo tenía cinco años. Grabamos unos temas de Rafael Salazar, que son una belleza, uno es El Pajarito y el otro es Cambur Pintón, que es dedicado a cuatro venezolanos.
Lo grabamos mi hermana mayor, Marisela, y yo… me acuerdo clarito que a mí me pusieron un banquito para poder llegar al micrófono.
Grabamos nuestros temas, hicimos unos programas de televisión con ellos estando chiquitica y después ellos crearon Un Solo Pueblito. Hicimos un disco de Un Solo Pueblito. Fuimos para programas de televisión y todo…Nos presentábamos todos los domingos en el restaurante que tenía Un Solo Pueblo. En los ochenta, Un Solo Pueblo tuvo un restaurante que se llamaba El saguán de Un Solo Pueblo, que eso era como una cosa, lo top de lo top en Caracas, porque ellos traían cultores populares de las regiones y los presentaban ahí ¡Imagínate! ver los Golperos de Don Pío Alvarado, y a una gran cantidad de artistas, bailadores, y Un Solo Pueblo se presentaba en las noches de los viernes, de los sábados, ponen, entonces se ponía así y los domingos familiares tocaba Un Solo Pueblito.
—Volvamos con esto. Amanda, tu eres hija de Sorena y de Ismael, pero además tú eres nieta de Teo Capriles. ¿no es como mucho peso? ¿nunca te sentiste obligada a tener que ser artista?
—Es mucho… pero yo me hago la loca. Y no. No me sentí obligada. Y en eso yo le doy mucha responsabilidad a mi papá, porque mi papá nos llevó al mundo de la música desde el juego, siempre desde el juego, nunca desde la obligación o desde el deber o desde la disciplina rígida a pesar de que siempre nos decía si usted quiere ser pianista o violinista tiene que estudiar ocho horas. Él lo hacía, lo hace todavía a sus 72 años. Papá toca a diario, a diario, a diario, como entrena un atleta olímpico, un entrenamiento bárbaro. Pero a nosotras nos acercó mucho a la música sobre todo al canto desde el juego. Él agarraba, por ejemplo, algún poema infantil y lo musicalizaba y nos ponía a cantar en las colas que se hacían en la valle-coche, antes de llevarnos a (colegio) La Rondalera.
—Qué tal la música venezolana en Argentina, porque convengamos que allá Cecilia Todd es una rock star.
—La aman con locura. Cecilia, a la música venezolana le abrió un camino… Tremendo, tremendo, increíble. Pajarillo Verde, ese disco de Cecilia estaba entre la recopilación de los 100 discos del siglo de Argentina. Y a ella le da vergüenza ese disco. Y todo el mundo lo ama con locura…
(Ernesto J. Navarro / Laiguana.tv)
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