miércoles, 16 / 04 / 2025
– Publicidad –

Primera parte | La normalización de la injerencia extranjera a través del arma periodística (+Clodovaldo)

Publicado el

La maquinaria mediática y de redes es la gran “normalizadora” de toda clase de situaciones irregulares, anomalías y perfidias. Desde un genocidio hasta una isla dedicada a la pedofilia de las celebridades pueden terminar siendo algo “normal”, tal como lo demuestra nuestro acontecer diario.

Pero, a veces, a esa maquinaria le toca la tarea de normalizarse a sí misma, de hacer pasar como válidas sus deformidades morales y éticas, sus negocios turbios y sus acciones de mala praxis.

Es lo que está ocurriendo, a escala global, con la crisis del modelo de negocios que sufre la así denominada prensa libre e independiente de diversos países con la intervención de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés). Miles de organizaciones e individualidades ligadas a su quehacer (editores, periodistas, opinadores, influenciadores) han quedado al descubierto como entidades y personas mantenidas por ese organismo público de la superpotencia, lo cual pone en tela de juicio lo más esencial de su propio ser: la independencia y la libertad que proclaman como sus valores y principios.

Aterricemos, en este artículo, en el escenario nacional, donde se ha comprobado, por información emitida por la misma USAID (y por las peleas entre los factores opositores), lo que antes había sido denunciado por voceros del gobierno, partidos, periodistas y analistas revolucionarios: los medios que dicen ser independientes son profundamente dependientes de los fondos suministrados por una agencia extranjera.

Y —sólo para recalcar lo obvio— no se trata de fondos de una nación benefactora por naturaleza, que dedica sus recursos a ayudar a las menos afortunadas, sino de un país hostil, que desde 2015 nos declaró como una “amenaza inusual y extraordinaria” para su seguridad nacional; una nación cuyo gobierno prácticamente nos declaró e hizo la guerra, al aplicarnos un bloqueo económico y casi mil medidas coercitivas unilaterales; un imperio que nos robó una empresa milmillonaria y nos congeló las cuentas bancarias de la República; un Estado que hasta quiso impedir que la población venezolana tuviera acceso a vacunas, en plena pandemia.

El aparato mediático se ha encargado todos estos años de tratar de presentar todas esas acciones agresivas y violadoras del derecho internacional más elemental como moralmente justificables, y políticamente legítimas. Lo ha logrado parcialmente, aprovechándose del fanatismo y de la estupidización de una parte de la población, obra de esos mismos medios y de la industria cultural imperialista.

Y para los que no se tragan el cuento de que EEUU hace todo eso porque le preocupa la vigencia de la democracia y el respeto a los derechos humanos, los medios y redes trabajan para el objetivo de normalizar la injerencia y la coacción como cosas que pasan porque el mundo es así.

¿Es moral y ético?

Tratar de responder a esta pregunta implica ubicarse en la posición de lanzar la primera piedra, lo que no corresponde a casi nadie que haya vivido en este mundo por cierto rato. Pero esa misma presencia vital y una larga carrera en el campo de las comunicaciones masivas, otorga el derecho a emitir opinión al respecto.

La primera consideración es la relativa a la transparencia. Muchos de estos medios y periodistas han mantenido o pretendido mantener en secreto su dependencia financiera de la USAID (y de otras agencias estatales y paraestatales de EEUU y otros países del norte global). Esto equivale a engañar al público en lo más esencial.

Surge una pregunta clave acá: ¿puede un medio de comunicación ser garante de la verdad si pretende ocultar el origen de los fondos que lo hacen posible?

Más allá de ese asunto ontológico, en la Venezuela del siglo XXI el dilema ético adquiere otra dimensión, apoyada en el hecho, ya mencionado, de que la injerencia mediática se ha dado en el contexto de una guerra multidimensional.

El país que ha pagado a esos medios de comunicación es una potencia hostil, necesario es repetirlo. No es lo mismo que si se tratase de fondos reunidos por una hipotética sociedad de amantes de la prensa libre que habitaran en algún paraíso terrenal de la democracia y la libertad.

Con fines explicativos podemos hacer un paralelismo histórico con la única vez anterior que hemos estado en un conflicto de esa magnitud con un imperio: imaginemos que en siglo XIX hubiesen existido este tipo de medios, y que en los años de la guerra de Independencia, la Corona española hubiese financiado a un puñado de ellos para que crearan matrices de opinión contrarias a la emancipación.

[En forma mucho más rudimentaria, eso ocurrió en esa y todas las anteriores guerras de la cruenta historia mundial. De hecho, el Precursor Francisco de Miranda y el Libertador Simón Bolívar lo entendieron muy bien y por eso tuvieron la precaución de luchar no sólo con armas de fuego, sino también con imprentas. Pero ese tema implicaría un desvío demasiado extenso].

¿Es políticamente legítimo?

Alinearse con una potencia hostil en medio de un conflicto político internacional es, por decir lo menos, una conducta reprochable. Pero en el caso de la Venezuela de los últimos quince años, tiene unos ribetes aún más graves porque en este tiempo la agresión política ha sido sólo una parte de las operaciones de EEUU, sus aliados europeos y las oligarquías latinoamericanas.

No se puede minimizar el rol que estos medios pagados por la USAID y otras agencias y parapetos estadounidenses y europeos ha sido el de legitimar esas agresiones, que han causado inenarrables sufrimientos a la población en general, o como suele desglosarla Miguel Ángel Pérez Pirela, a chavistas, independientes y opositores.

La maquinaria mediática subvencionada por el norte global ha apoyado todo lo que se ha hecho en contra de la Revolución Bolivariana, incluyendo intentos de magnicidio, de golpe de Estado, de invasión, los blackout eléctricos, los ataques a la moneda nacional, el despojo de Citgo, Monómeros y otras empresas, cuentas bancarias y activos, entre muchas otras “gestiones” imperiales.

Esa prensa “libre e independiente” ha sido fundamental en la creación de narrativas globales como la crisis migratoria más grande del mundo; la ola de xenofobia contra los venezolanos en diversos países; la narcodictadura terrorista; la calificación de Venezuela como amenaza contra la estabilidad regional; los presos y perseguidos políticos; los resultados supuestamente fraudulentos de las elecciones y una lista larga de otras líneas editoriales dictadas desde la oficina que pone los reales.

La estrategia para normalizarse a sí misma

Es cuesta arriba tratar de justificar moral, ética o políticamente, ese papel partidario que ha desarrollado la autodenominada prensa libre e independiente en medio de una guerra de quinta generación como la que se ha librado en Venezuela.

Entonces, lo que queda es normalizar este modo de ser, tratar de hacerlo ver como algo lógico, natural, parte del funcionamiento pragmático del mundo.

Para hacerlo, han recurrido al argumento de la pelea infantil: “él empezó primero” (dicho así, con todo y redundancia). Los editores de muchos de los medios financiados por la USAID alegan que tuvieron que apelar al dinero de las potencias hostiles porque el Gobierno (la tiranía, sostienen algunos de ellos), asfixió al anterior ecosistema comunicacional, es decir, al conjunto de grandes medios convencionales (periódicos, radio y televisión) que derrocó a Chávez, brevemente, en 2002. Entonces, para hacer frente a una hegemonía comunicacional del Estado, nacieron ellos, con fondos aportados por otro Estado.

También usan un razonamiento muy ladino: presentarse como la alternativa a aquellos medios convencionales, es decir, como si hubiesen nacido y crecido, no para acelerar el “cambio de régimen” auspiciado por EEUU, sino como respuesta a ese ecosistema en el que los dueños de los medios eran solamente los grandes ricachones del país o de las regiones donde sus empresas operaban.

Podría ser un argumento creíble, si no fuera por dos cuestiones.

La primera es que varios de esos medios convencionales (y sus dueños) se han reformulado para presentarse como si fueran algo nuevo y recibir los estipendios de la USAID y otras agencias públicas y privadas de EEUU y Europa. Son, como se dice por estos lares, el mismo musiú con diferente cachimbo.

La segunda es que no hay ninguna diferencia ideológica y, por lo tanto, tampoco en la manera de hacer periodismo, entre los medios de viejo cuño y estos nuevos, que han germinado con los dólares gringos. En estricto sentido, esta prensa libre e independiente ha hecho el mismo trabajo (sucio, permítaseme poner el adjetivo como mera opinión) que antes hicieron los grandes medios de principios de siglo. Los viejos medios trataron de tumbar a Chávez (y lo lograron, aunque sólo por 47 horas), y los nuevos medios han intentado derrocar a Nicolás Maduro, al respaldar solidariamente todas las maquinaciones de sus verdaderos dueños, que son los financistas.

Un tercer argumento para presentarse como libres e independientes es que nacieron por la iniciativa de periodistas rasos, cristalizando así la tantas veces acariciada utopía de la prensa alternativa. Sería hermoso si fuera cierto, pero todo indica que los emprendimientos sostenidos con dinero extranjero sólo ha servido para reproducir el mismo modelo de los editores de antaño, quienes acumulaban poder económico y político y llevaban vida de celebridades, mientras sus trabajadores sudaban la gota gorda a cambio de salarios miserables. O, como lo definió muy bien un amigo y colega (opositor, por cierto): “Seguimos en lo mismo de antes: dueños de medios millonarios y periodistas que cuando se mueren hay que pasar un sombrero (ahora se dice crowdfunding) para enterrarlos”.

[La segunda parte de este artículo abordará otras aristas de este amplio tema, entre ellas el “modelo de negocios” basado en las subvenciones del norte global y la posible reinvención de los medios así sostenidos].

(Clodovaldo Hernández / Laiguana.tv)


Más noticias y más análisis de LaIguana.TV en YouTube, X, Instagram, TikTok, Facebook y Threads.

También para estar informado síguenos en:

Telegram de Miguel Ángel Pérez Pirela https://t.me/mperezpirela

Telegram de Laiguana.tv https://t.me/LaIguanaTVWeb

WhatsApphttps://whatsapp.com/channel/0029VaHHo0JEKyZNdRC40H1I

El portal de Venezuela.

Artículos relacionados

Continue to the category