viernes, 18 / 04 / 2025
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Perfil de José Gregorio Hernández: Para él la medicina era un sacerdocio (+Clodovaldo)

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Hoy es un gran día: la voz del pueblo —que es la de Dios—, encuentra por fin eco en la voz oficial de la Iglesia Católica. Es un evento casi milagroso, dicho sea sin ironía.

En fin, luego de más de cien años de culto masivo, se ha anunciado oficialmente que el médico José Gregorio Hernández, hasta ahora beato, logró escalar el peldaño que le faltaba en los altares formales del Vaticano, al adquirir el grado de santo.

Y conste que cuando se dice que el reconocimiento ocurre después de un siglo, no es una exageración, pues el notable trujillano comenzó a ser venerado en vida por la feligresía. Corrían los años finales del siglo XIX y los primeros del XX cuando Hernández ejerció un auténtico sacerdocio no con sotana y misa (intentó ser monje, pero no lo logró), sino con bata de doctor y los limitados recursos de la Medicina de entonces en la pobre Venezuela asolada por las guerras civiles y las epidemias.

Para trabajar con la gente más enferma y necesitada, este hombre nacido en Isnotú en 1864 hizo algo que pocos hacen: se bajó del pedestal académico en el que sus méritos lo habían ubicado. 

Porque es necesario que esto se recalque: Hernández no era  un doctorcito cualquiera que se esmeraba en atender a los pobres (lo que ya, de por sí, hubiese sido digno de encomio), sino que estamos hablando de una figura de primer orden en la Medicina venezolana de la época, junto a Luis Razetti, Santos Dominici, Francisco Antonio Rísquez y Pablo Acosta Ortiz.

Su currículum en el área de Investigación y, sobre todo, en la enseñanza del oficio médico era notable. La historia lo registra como uno de los fundadores de la Bacteriología en el país, pionero en el uso médico del microscopio y fundador de varias cátedras universitarias, en las que se afanó durante 23 años. Era un duro tanto de la teoría como de la práctica de la Medicina, al punto de que hasta doctores de mucha más experiencia iban a consultarle los casos difíciles. 

Un profesional de ese nivel pudo perfectamente olvidarse de ejercer esto que ahora se llama Medicina primaria o restringir su trabajo a una consulta privada. Pero él siempre encontraba tiempo para ir a atender pacientes en las barriadas y los zanjones de la casi rural Caracas.

Fue la vocación religiosa la que lo llevó a ese constante sacrificio. Y esa vocación lo hacía ver como un espécimen extraño en el mundo científico de la época, marcado por la creciente influencia del positivismo. Pero era tal su talento y sabiduría que esos prominentes colegas suyos respetaban profundamente sus inclinaciones. Razetti, por ejemplo,  que era un  científico radical, dijo: “Aunque el doctor Hernández y yo pertenecemos a escuelas filosóficas diametralmente opuestas, una sincera amistad nos ha unido siempre y yo me he complacido en toda época de proclamar los indiscutibles méritos que posee como profesor, como hombre de ciencia y como ciudadano de conducta inmaculada”.

La brecha entre religión y ciencia sigue tan vigente hoy como hace un siglo. De hecho, es uno de los puntos nodales de este asunto de la beatitud y la santidad certificada por la Iglesia Católica.

Para que un ser humano logre estos rangos en la corte celestial, debe realizar un milagro (para ser beato o beata) y al menos dos (para la canonización). Sí, es cierto que a José Gregorio Hernández se le atribuyen innumerables hechos prodigiosos, pero la Iglesia ha puesto normas, de modo que solo valen los milagros declarados como tales por la Congregación para la Causa de los Santos, un equipo formado por sacerdotes y médicos, no por otros beatos y santos, debido a razones obvias, pero que tienen la facultad de decidir quién es beato o santo y quién no… [Bueno, no sé explicar cómo es eso. Recomiendo preguntarle al padre Numa].

Sea como sea, lo cierto es que oficialmente a nuestro santo popular solo se le reconoce uno de sus tantos milagros. Y es ese hecho inexplicable para la ciencia el que le ha conducido a las puertas del cielo, según las autoridades romanas —insisto—, porque para la gente en Venezuela, Colombia, Uruguay y muchos otros países, él está allí desde el mismo trágico día cuando lo arrolló aquel automóvil en la pastoreña esquina de Amadores, en 1919.

El milagro aprobado por el Vaticano para alcanzar su rango de beato es la increíble sobrevivencia sin secuelas de una niña de 13 años que el 8 de marzo de 2017 sufrió un disparo en la cabeza, por parte de ladrones que le robaban la motocicleta a su padre, lo que le provocó una pérdida de masa encefálica. Para complica más el cuadro, la niña llegó después de cuatro desesperadas horas al hospital más cercano, y allí fue sometida a una cirugía de la que, indicaron los doctores, si acaso salía con vida, sería con sus facultades muy malogradas. Sus padres y familiares solicitaron la intercesión de José Gregorio Hernández y la pequeña, en contra de todos los vaticinios médicos, se recuperó y salió del hospital en perfecto estado de salud.

La joven y su devota familia fueron parte del selecto grupo de 150 personas que participaron presencialmente en la ceremonia de beatificación, que se celebró en la iglesia San Juan Bautista de La Salle, en Colinas de Los Caobos, en 2021, todavía bajo las limitaciones de la pandemia. 

Lo restringido del acto tuvo su justificación en la bioseguridad, pero fue un buen punto para las especulaciones hacerse la pregunta de en qué lugar ha debido hacerse si la beatificación hubiese pasado en tiempos de normalidad. ¿El Poliedro, el estadio Olímpico de la UCV, la avenía Bolívar, La Carlota? 

Es una lástima, en verdad, que no haya podido llevarse a cabo de esa forma, pues en lugar de varias docenas de obispos con ropajes de gran pompa, el mundo habría visto la humilde y limpia fe victoriosa de un pueblo.


Y ahora, canonizado

Luego de ese acto, para ser oficialmente un santo y que pueda ser llamado San José Gregorio Hernández, todavía debía correr mucha más agua bajo los puentes o tal vez sea más exacto decir que debieron correr muchos ríos de papeles por los canales de la burocracia vaticana.

Los expertos explicaron en ese momento que hay una significativa diferencia entre la beatificación y la canonización.

La beatificación la proponen las autoridades eclesiásticas de la región donde nació o vivió la persona. La propuesta debe pasar por el estudio de la Congregación para la Causa de los Santos y, en caso de aprobarse, se le otorga la categoría de beato o beata. Requiere la gestión de un milagro comprobado o que el cristiano haya muerto martirizado por su defensa de la religión.

Una vez que se le atribuye la beatitud, la Iglesia considera que  esa persona está en un lugar privilegiado (podríamos llamarlo cielo) y en contacto directo con Dios. 

Cuando el beato o la beata logra que se lleve a cabo un segundo milagro, la Iglesia interpreta que,  con ese gesto, el Altísimo (que es quien tiene el poder de hacerlos) aplaude el ascenso concedido. Eso abre camino a su incorporación a los cánones de santos (de allí la palabra canonización), que la promueve la Iglesia como tal, vale decir, la autoridad del mismísimo papa.

Sobre el segundo milagro sólo se conocen algunos detalles revelados por el padre Gerardino Barracchini, vicepostulador de la Causa del doctor Hernández, quien indicó que el favorecido fue un paciente venezolano residente en Estados Unidos, que se encontraba en condición crítica, prácticamente desahuciado por los médicos. Sus familiares lo encomendaron a José Gregorio Hernández y oraron durante una semana, tras lo cual comenzó a registrar mejorías sorpresivas para el personal del centro hospitalario. En 2022, un tribunal de la Arquidiócesis de Miami certificó que la recuperación del paciente no tuvo ninguna explicación científica.

¿Cuántos milagros no registrados tiene en su haber San José Gregorio? Seguramente miles, pero estos dos le valieron los dos saltos por los que sus fieles esperaron durante un siglo.

[Parte sustancial de esta nota fue publicada originalmente en el diario Ciudad Ccs, con motivo de la beatificación del Médico de los Pobres, en 2021]

(Clodovaldo Hernández / Laiguana.tv) 


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