Si se trata de buscar corresponsables de las muy diversas calamidades que han sufrido los migrantes venezolanos en estos años, hay que poner en lugar destacado a los medios de comunicación, cuentas de redes e influenciadores que durante varios años han recibido subsidios de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y de otros organismos estatales y paraestatales de esa nación y de países europeos.
Estos medios han sido cómplices necesarios de toda la gran maquinación que hizo marcharse del país a cientos de miles de personas a partir de 2014. En todas y cada una de las fases de esta campaña y de sus virajes y reajustes, el factor de las comunicaciones masivas fue decisivo. Revisemos.
“Me iría demasiado”
La campaña para instigar la migración masiva comenzó en los años finales del gobierno del comandante Hugo Chávez. Entonces parecía dirigida exclusivamente a los sectores de clase media (tanto la real como la aspiracional). Partía de la premisa de que Chávez se había eternizado en el poder con un modelo que excluía a quienes pertenecían (o creían pertenecer) a este estrato social.
Es por ello que el emblema de estos primeros tiempos fue el documental amateur Caracas, ciudad de despedidas, que abordaba la urgencia de marcharse del país de los jóvenes de familias relativamente acomodadas. La famosa frase “me iría demasiado” surgió en esta cinta, que se estrenó meses antes de la última campaña electoral de Chávez, la que lo llevó a la victoria de octubre de 2012.
Los medios-USAID se encargaron de promover esa película como si fuese representativa de la generalidad de la juventud, aun cuando, en rigor, sólo abarcaba las expectativas y sentires de un segmento del sifrinaje caraqueño ante lo que parecía ser un país sin futuro para ellas y ellos, afectados por los temores a la inseguridad y algunas otras razones decididamente más frívolas.
En esta etapa germinal, la campaña era liderada por la prensa tradicional venezolana (prensa, radio y televisión convencionales), mientras los todavía incipientes medios digitales tenían un rol de apoyo.
Promoción de la migración generalizada y desesperada
Tras la partida física de Chávez, en Venezuela se desataron todos los demonios. Arreció la guerra económica interna, que ya venía gestándose, comenzando así el tiempo de las grandes colas para comprar los productos básicos.
Esta realidad forzada por los grandes empresarios de la industria agroalimentaria e industriales y comerciantes de diversos ramos fue acompañada orquestalmente por los medios antes referidos, que aprovecharon para potenciar el clima de desesperanza y desesperación.
Las dificultades crecientes para el abastecimiento, el alto costo de la vida y el bachaqueo, derivados de la escasez inducida de bienes fundamentales fueron el sustrato perfecto para que la idea de los niños bien del documental se sembrara en otros segmentos, mucho más gruesos, de la población nacional.
Esta operación psicológica se desplegó aún más a partir de 2015, con el decreto del afroblanqueado Barack Obama, declarando a Venezuela como una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional de Estados Unidos. Esta orden ejecutiva dejó en claro que vendrían tiempos todavía mucho más difíciles y sentó las bases para las medidas coercitivas unilaterales (sanciones, en el léxico imperial) y para el bloqueo que se produciría más tarde.
Como un incendio en una pradera reseca por el verano, cundió en las mentes populares la creencia de que emigrar podía ser la solución a sus problemas.
Aquí tuvieron, de nuevo, un rol destacado los medios-USAID y la maquinaria comunicacional global. A diario se publicaban miles de centímetros-columna y sus equivalentes en tiempo audiovisual, reseñando la situación insoportable que sufrían los venezolanos, con abstracción, naturalmente de las causas reales de ella, atribuyendo toda la culpa al modelo socialista y al gobierno que intentaba desarrollarlo.
Igualmente se presentaba de manera cotidiana la comparación con el supuesto bienestar general en otros países de la región, dirigidos por regímenes de derecha. El parangón se basaba en indicadores como el salario mínimo, que en Venezuela iba en caída libre frente a la estabilidad en otras naciones, lo que hacía muy atractiva la posibilidad de trabajar allá. El propósito, obviamente, era aumentar cada vez más la presión migratoria. Y lo lograron.
Momento de las hipérboles
Caracterizar la ola migratoria con grandes hipérboles fue una tarea conjunta de los gobiernos que se declararon “afectados” por ella, organismos especializados, organizaciones no gubernamentales y, desde luego, los medios de vieja y nueva data.
Se instaló en el imaginario mundial la versión según la cual la de venezolanas y venezolanos era la migración más grande de la historia en América Latina, sólo superada, a escala mundial, por las provenientes de países en guerra. Una danza de cifras daba a entender que pronto el país se quedaría sin población.
También se hiperbolizó la situación interna, mediante el latiguillo de la emergencia humanitaria compleja. Se pintaban a diario cuadros de personas falleciendo de inanición en plena calle, al tiempo que —dicho sea de paso— los participantes en la conspiración, hacían toda clase de esfuerzos para boicotear el programa de asistencia alimentaria Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). Algunos medios se dedicaron casi exclusivamente a torpedear este mecanismo, a sabiendas de que estaba aliviando las carencias nutricionales que debían causar, a corto plazo, la tan esperada explosión social contra el Gobierno.
Amenaza para la seguridad de la región
Uno de los principales objetivos de la conjura del poder imperial y sus aliados al provocar la ola migratoria era acusar luego a las masas venezolanas de causar graves problemas sociales en la vecindad latinoamericana.
La mixtura de acusaciones incluyó el desplazamiento laboral de los nacionales de los países receptores; el aumento de la criminalidad y la indigencia y hasta la ruptura de parejas. Los medios-USAID, con el invaluable respaldo de las perniciosas maquinarias mediáticas de las naciones del continente, montaron cada día capítulos de una telenovela de nunca acabar en la cual los venezolanos y las venezolanas eran siempre los villanos y villanas.
En este punto, la maniobra se tornó todavía más perversa. Luego de haber llevado al paroxismo a amplios sectores de la población con la guerra económica; después de haber convencido a tanta gente de irse del país, incluso caminando y atravesando territorios inhóspitos, pasaron a criminalizarlos ante los ojos de los ciudadanos de los países receptores.
En esa fase, los medios-USAID le dieron apoyo a la matriz de opinión de que los venezolanos eran una enfermedad contagiosa, promovida por el “canciller” del gobierno interino, Julio Borges.
Glorificación y xenofobia
La trama tuvo, durante un largo tiempo, las características de una ducha bitérmica, con frío y calor simultáneamente.
Por una parte, se glorificaba a los migrantes que realizaban kilométricas marchas a través de Colombia, Brasil, Ecuador, Perú y Chile, presentándolos como mártires, gente capaz de realizar inenarrables sacrificios, subrayando el hecho de que estas penalidades se quedaban cortas ante los niveles de sufrimiento que tenían en Venezuela.
Esta línea llegó al extremo con la moda del Darién. Cada día se presentaban al público testimonios desgarradores, fotografías espeluznantes, videos lastimeros de familias enteras atravesando esta selva entre Colombia y Panamá, catalogada como uno de los lugares más hostiles del planeta. Se hacía énfasis en personas que fallecían en el trayecto o sufrían peligrosas enfermedades tropicales. Curiosamente, lo que nunca faltaba eran los recursos tecnológicos para documentar copiosamente todas esas miserias mediante materiales audiovisuales.
Junto a ese empeño en glorificar a los que “huían” del país, se agudizó la narrativa antivenezolana en casi toda la región. El aparato comunicacional no se dio descanso en presentar casos de asesinatos, agresiones, violaciones y otros delitos cometidos por o contra venezolanos y venezolanas. Los medios nacionales de los países receptores atizaron el sentimiento xenofóbico y condicionaron a los gobernantes a decretar medidas excluyentes y discriminatorias.
Abundaron entonces las reseñas sensacionalistas de los actos de xenofobia con tendencia a culpar a los agredidos y justificar tales hechos delictivos.
Por supuesto que tanto detrás de la victimización y glorificación de los migrantes que cruzaron el Darién, como del respaldo a las campañas xenofóbicas se ocultaba el mismo estribillo: todo era culpa del Estado fallido venezolano. Poco o nada se decía sobre las causas estructurales del fenómeno, tales como el bloqueo, las medidas coercitivas unilaterales y el negocio de los traficantes de personas.
El giro electoral y el Tren de Aragua
En tiempos más recientes ha proseguido el enfoque bipolar del tema, acrecentado en 2024 por las coyunturas electorales de EEUU y Venezuela.
La oposición radical asumió la ruta de la participación en los comicios, luego de años despotricando de ella. Y el aparato mediático acudió, como siempre, presto a darle respaldo. Fue notorio el esfuerzo por apoyar la campaña electoral de la no-candidata María Corina Machado, en la que se presentaba como la persona que iba a hacer posible el pronto retorno de los migrantes.
Por un lado, se mostraba a Machado escuchando los plañideros clamores de los familiares de los ausentes y prometiéndoles un inmediato regreso, si el candidato-tapa ganaba las elecciones, mientras, de manera paralela, se instauraba la matriz del Tren de Aragua como banda delictiva importante en Estados Unidos, facilitando la criminalización de toda la colonia venezolana en ese país y justificando las acciones claramente ilegales que ahora se están tomando.
Desde la campaña electoral de Donald Trump, durante su lapso de presidente electo y, luego, ya como mandatario en ejercicio, cristalizó el relato según el cual “Maduro vació las cárceles y envió a los criminales a Estados Unidos para desestabilizar el país”.
Los medios, comunicadores e influenciadores pagados por la USAID y otras agencias estaban perfectamente conscientes de que eso no era cierto. No hubo en ningún momento en Venezuela tal vaciado de recintos penitenciarios. La maquinaria mediática sabe que las operaciones de comando realizadas en las cárceles han significado la pérdida de poder de los líderes negativos o pranes y el establecimiento de mejores condiciones para los reclusos. Pero ese conocimiento no les ha impedido darle fuelle a la fake new de la liberación general de presos y su envío a EEUU.
Paradójicamente, ha sido un medio de la gran prensa estadounidense, The New York Times, el que ha desmentido la paparruchada de que el Tren de Aragua ha actuado orgánicamente en EEUU y que responde a las órdenes de Maduro. Lo ha hecho citando fuentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA).
Contra Vuelta a la Patria
Los medios-USAID también han sido pieza clave en las operaciones para torpedear la Gran Misión Vuelta a la Patria. Y aquí, de nuevo, se presenta una dualidad perversa.
Cuando el gobierno ha logrado realizar los vuelos de retorno, la prensa financiada por fuerzas extranjeras lo ha presentado, algunas veces, como una acción netamente propagandística. A partir de cierto momento, tras la visita del enviado especial Richard Grenell, cambiaron el tono y lo dibujaron como una imposición de EEUU ante la que Maduro había tenido que ceder.
Luego, apuntalados en declaraciones de los líderes de la extrema derecha, cuestionaron que el ministro de Interior, Justicia y Paz, Diosdado Cabello, haya ido personalmente a recibir a los deportados, asumiendo que eran criminales, miembros del Tren de Aragua.
Y ahora, entre dos aguas
Tanto jugar a la ambivalencia de sus matrices de opinión ha colocado a los medios-USAID en una situación comprometida.
El gobierno de Trump les ha cortado temporalmente el financiamiento y algunos de los comunicadores e influenciadores o sus familiares y allegados, que se encuentran radicados en EEUU, están directamente en riesgo de ser también sometidos a la razzia que se ha desatado en EEUU contra los migrantes venezolanos. Esto debería llevarlos a ser al menos moderadamente críticos de tales acciones. Pero están atados de manos.
Luego de haber ayudado a satanizar a los migrantes venezolanos por sus presuntas conductas al margen de la ley, les resulta extremadamente difícil cuestionar las medidas tomadas por el nuevo gobierno. Además, si lo hacen, corren el riesgo de que el apoyo financiero nunca se restablezca.
El grave problema para los medios y comunicadores asalariados por EEUU y otras naciones del norte global es que los procedimientos contra los migrantes son obviamente impopulares en Venezuela, pues afectan a gente de todas las tendencias políticas y, probablemente, con mayor intensidad a los opositores (su público natural), pues es de suponer que buena parte de los migrantes se marcharon culpando al gobierno de Maduro por sus desgracias.
En un escenario tan adverso, a estos medios, periodistas e influenciadores les toca llevar a cabo su campaña más difícil: presentar la deportación írrita a un tercer país como una medida soberana de EEUU, a sabiendas de que es una barbaridad contraria en toda la línea a la normativa interna y al Derecho Internacional. En ese trance andan.
(Clodovaldo Hernández / Laiguana.tv)
Más noticias y más análisis de LaIguana.TV en YouTube, X, Instagram, TikTok, Facebook y Threads.
También para estar informado síguenos en:
Telegram de Miguel Ángel Pérez Pirela https://t.me/mperezpirela
Telegram de Laiguana.tv https://t.me/LaIguanaTVWeb
WhatsApphttps://whatsapp.com/channel/0029VaHHo0JEKyZNdRC40H1I
El portal de Venezuela.