El bloqueo financiero internacional, los ladrones que pululan dentro del centro asistencial y los médicos que tienen horario corrido (“llegan a las ocho y se van corriendo a las ocho y media”) son tres de los enemigos a los que se enfrenta cotidianamente el director del Hospital Clínico Universitario de Caracas, el cirujano cardiovascular Fernando Alvarado.
No es nada sencillo el desafío al que está sometido desde hace tres meses, cuando asumió las riendas de esta institución enclavada en el campus de la Universidad Central de Venezuela, pero dependiente del Ministerio del Poder Popular para la Salud.
Alvarado conversó con LaIguana. TV sobre la situación del hospital y del sector sanitario en general, profundamente afectado por el bloqueo financiero contra Venezuela. A continuación, una versión del diálogo que sostuvo con el periodista Clodovaldo Hernández:
-Sabemos que está en desarrollo un plan destinado a atender las áreas más conflictivas. ¿Cómo va?
-Lo primero que hicimos fue tomar esas áreas prioritarias, como Emergencia, Terapia, Pabellón, la seguridad y la limpieza. La parte de seguridad ha sido la más compleja. Para nadie es un secreto que en el hospital no puedes poner un bombillo a las ocho de la mañana sin que a las ocho y media haya desaparecido. Se llevan los fluxómetros de los baños, esos aparatos que permiten bajar el agua a las pocetas y que valen bastante dinero. Lo colocas hoy, y en tres días ya no está. Si no hay vigilancia se llevan los compresores de aire acondicionado y hasta las tuberías de bronce. El servicio de Gastroenterología tuvimos que cerrarlo porque desvalijaron los baños. Por eso empezamos con la seguridad. Tenemos un grupo al que no quiero llamar de choque, pero que tiene la responsabilidad de vigilar los pisos las 24 horas. Es la única forma. Hemos logrado, mediante un convenio con Corpoelec, iluminar los alrededores del hospital, que parecían una cueva de lobos. Hoy podemos decir que eso está alumbrado.
Alvarado explicó que el hospital estableció un convenio con la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad para dotarse de personal especializado pues hasta ahora los encargados de esa actividad no tenían una formación específica. En muchos casos son empleados que han sido desplazados de otras áreas y se les ha reasignado a Seguridad. El convenio permitirá al Universitario tener la primera brigada canina de un hospital en Venezuela.
-¿Cómo se maneja el tema de la seguridad en un territorio autónomo, que está gobernado por las autoridades universitarias y al que no pueden ingresar los cuerpos policiales?
-Es problemático. Hace un mes y medio intentamos rodear el hospital con agentes policiales y los primeros que se opusieron fueron los de Seguridad de la UCV, apelando a la bendita autonomía universitaria. Pero recibimos testimonios de gente que estaba contenta con la presencia de gente de Seguridad en el hospital y los alrededores. Ahora tenemos un convenio con VEN-911. También están los milicianos, y nuestro jefe de Seguridad es un agente activo del Sebin. No tengo nada en contra de los jubilados, pero es importante en este caso que esté activo.
-Aparte de los problemas que tiene el hospital, pareciera que también hay mucha gente interesada en pintar un panorama muy negativo. ¿Cuál es la realidad?
-La realidad es que nosotros arreglamos unos ascensores y al día siguiente ya uno de ellos tenía una puerta afuera, no funcionaba. Entonces salieron algunos sindicatos a denunciar que no funcionan los ascensores. O son pitonisos: dicen que “a lo mejor eso mañana ya no sirve”. Por fortuna, el sistema de vigilancia ahora es más duro. Tenemos 30 cámaras y vamos a tener más. Hemos agarrado a varias personas robando, y de ellos la mayoría son trabajadores del hospital. Se les han entregado a las autoridades competentes y luego se les abre un proceso administrativo.
Donaciones con reglas
-Otro aspecto que también ha salido a relucir con respecto al hospital en los últimos días es lo relativo a la donación de medicamentos por parte de la ONG internacional Médicos sin Fronteras, que la directiva a su cargo al parecer rechazó. ¿Podemos aclarar eso?
-En primer lugar, en todo lo que sea donación al hospital por estas vías de las ONG, nosotros nos debemos a un ente rector que es el Ministerio del Poder Popular para la Salud. Ellos son los que dan las instrucciones porque llevan la política de salud en el país. Ellos nos dicen si podemos o no recibir esos medicamentos. En segundo lugar, en la carta de Médicos sin Fronteras decían que ellos no asumían responsabilidades por los efectos colaterales que pudieran sufrir los pacientes. Entonces, ¿cómo vas a darle algo en esas condiciones a un paciente?
Señaló que algunas personas, por iniciativa individual o de pequeños grupos, han realizado donaciones y el procedimiento es revisar si tiene autorización del Ministerio de Salud, si tiene su registro sanitario, si ha pasado por el Instituto de Higiene. A su juicio, la algarabía que se ha formado en torno a la donación de Médicos sin Fronteras es hipócrita porque se trata de las mismas personas que no han protestado contra el bloqueo que sufrió una importación de insulina para los pacientes diabéticos, ni tampoco sobre los medicamentos que el Estado venezolano quiere comprar en otros países y no se lo permiten. “Nosotros no andamos mendigando medicamentos, queremos comprarlos, pero no nos dejan adquirirlos”.
-¿El bloqueo ha sido la causa de muerte de muchos pacientes?
-¡Claro! Todos los que sufren enfermedades crónicas están en riesgo: los hipertensos, los diabéticos, los nefrópatas, la gente con cáncer. Eso lo vemos con mucha preocupación. Hay que estar en el hospital para darse cuenta del drama de una persona que llega con una de estas enfermedades y no hay manera de tratarlo porque un Estado prohibió vendernos los medicamentos. Vuelvo y repito: nosotros no queremos que nos los regalen. Queremos que nos los vendan y tenemos dinero para comprarlos. ¡Véndannos esas medicinas, porque el enfermo no tiene la culpa!
-Usted como cirujano cardiovascular se ocupa de una de las enfermedades que está entre las primeras causas de muerte en el país. ¿Qué efectos ha tenido la crisis en esta área?
-Un ejemplo: una válvula cardíaca cuesta aproximadamente 3 mil 500 dólares. Nosotros tenemos la suerte de que nos han proporcionado los kits completos que están en unos almacenes del Ministerio de Salud y hemos podido realizar las cirugías de revascularización miocárdica. Pero hay algunos medicamentos colaterales, que no vienen en el kit, que debemos buscarlos por otro lado. Nuestra cantidad de cirugías ha bajado enormemente, pero no por nuestra causa sino porque hay cosas que nos hacen falta y no las tenemos, y cuando el Estado quiere comprarlas no se lo permiten por el mismo bloqueo. En 2007 hicimos 430 cirugías cardíacas, una cifra nunca vista. Para nosotros fue una felicidad. Hacíamos hasta dos y tres casos diarios. Ahora operamos no en la cantidad que queremos, pero seguimos haciendo el esfuerzo. Es una lucha, pero no vamos a desmayar.
Indicó el entrevistado que otra de las causas de la reducción en el número de operaciones es la falta de agua que a veces afecta al HCU. Para enfrentarla se está avanzando en un proyecto que dirige el ingeniero Alejandro Hitcher.
-Hablando de esta especialidad, al lado del Hospital Cardiológico Infantil Gilberto Rodríguez Ochoa se iba a construir un hospital cardiológico de adultos, pero se quedó en obras. ¿Cuál es a razón de eso?
-Esa es una política de Estado que está más allá de lo que yo pueda opinar. Una vez me pidieron una opinión entre amigos y la di. Me pregunto si no sería mejor que en cada región del país, el principal hospital tipo 4 tuviera un servicio de cirugía cardiovascular: uno en Oriente, uno en Los Andes, uno en la Centro-occidental… Por ejemplo, en Mérida, donde ya tienen una infraestructura, podría atenderse la región andina… En alguno de los estados llaneros se atendería a toda la región, y así sucesivamente. Eso ayudaría ahora más, en la situación económica que vivimos, porque se evitarían los traslados. Esto cambiaría la práctica de toda la vida de que todos los pacientes tengan que venir a Caracas a tratarse cualquier enfermedad. Incluso, ¿cuántas mujeres que viven en otros países venían acá a parir? Antes lo hacían las hermanas colombianas porque no es que era menos costoso, sino gratis. Todavía lo hacen, a pesar de todo lo que ha ocurrido.
Veneno en la mente de los jóvenes
-El HCU tiene un rol importantísimo en la educación de los profesionales de la salud en Venezuela. ¿Cuánto cuesta en estos momentos formar un médico?
-Decir un valor absoluto es muy difícil, pero sí puedo decir que ese valor está en el conocimiento que esa persona adquiere, que es de primera. Muchos posgrados han disminuido su número de interesados porque apenas se gradúan, los muchachos quieren irse del país, y eso da lástima porque cuando lo hacen se interrumpe su formación. Solo un 2% de los que se van logran llegar a un hospital a seguir estudiando para especializarse. En otros países eso es muy difícil. A veces sale en la prensa que un médico venezolano tuvo un logro determinado, pero detrás de ese logro está nuestra universidad que lo formó. La fuga de cerebros en este campo es muy importante.
-También hay una especie de fuga interna porque muchos médicos terminan dedicándose casi exclusivamente a la actividad privada, a unos costos muy altos, por cierto…
-La situación económica lleva a todo el mundo a buscar mejoras. No estoy en contra de eso, pero tú deberías retribuirle a tu país lo que el país te ha dado. El otro día les decía eso mismo a los trabajadores del hospital, que no era cuestión de preguntar qué tiene que darme el hospital a mí, sino qué tengo yo para darle al hospital. En el caso de estos muchachos que se están formando, la situación es muy difícil porque pareciera que les meten un veneno en el cerebro. He conversado con ellos y lo que dicen del país son cosas que no se pueden repetir.
-Usted como alguien formado en la Medicina convencional, en la carrera de las universidades autónomas, ¿qué opina del Programa de Medicina Integral Comunitaria y qué evaluación hace de él?
-Es uno de los mejores programas que ha tenido el gobierno desde la época de Chávez, no me queda la menor duda. En el HUC todos los docentes son de la Universidad Central de Venezuela y todos están en contra de ese programa. Ahora tienen el problema de que un posgrado que debería tener 30 residentes, tiene solo 10, lo que los obligaría a atender ellos directamente a los pacientes. No creo que lo hagan porque muchos de ellos tienen horario corrido: llegan a las 8 de la mañana y salen corriendo a las 8 y media… Entonces, al final, los muchachos (de Medicina Integral Comunitaria) van a estar con nosotros porque las universidades autónomas no van a tener la cantidad de estudiantes que necesita un hospital.
El caso brasileño
-El presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, antes de tomar posesión ya acabó con el programa de asistencia de médicos cubanos, que fue el que dio origen en Venezuela a esta rama de la Medicina Integral Comunitaria… ¿qué va a pasar en sociedades como esa que dejan de tener la asistencia médica cubana?
-Aumentará la mortalidad, el pobre no va a tener asistencia médica. Eso es lo que va a pasar porque los médicos que se forman en Brasil tienen la capacidad para atender a la población, pero ¿tendrán la cantidad, la voluntad y la humildad para ver a sus coterráneos más pobres? Eso lo vamos a ver muy pronto. Cuidadito sin no pasa lo mismo que ha ocurrido con la hermana República de Colombia, cuya población pobre se viene para acá a atender sus problemas de salud.
Señaló el entrevistado que en Venezuela era habitual que los docentes les aconsejaban a los estudiantes de Medicina que no aceptaran hacer su formación rural en “los cerros”, y esa fue una de las causas que motivó el programa Barrio Adentro, primero con médicos cubanos y luego con los venezolanos formados en Medicina Integral Comunitaria.
-En Venezuela ha habido una campaña muy intensa contra la medicina cubana. Incluso en los hospitales y clínicas se niegan a aceptar las pruebas hechas en los Centros de Diagnóstico Integral…
-Eso ha venido cambiando poco a poco. Ha bajado ese aspecto. Si el paciente se presenta con una resonancia hecha en un CDI, bueno, es una resonancia… lo que a lo mejor no puedes aceptar es un informe, por x o por y, pero algo como una resonancia debe aceptarse.
-¿Será que afecta al negocio?
-Ah, eso es otra cosa. Claro que sí. Cuando el médico le dice al paciente que no vale el examen de laboratorio hecho en el CDI y lo manda a un laboratorio específico es por alguna razón. Contra eso tenemos una lucha en el hospital. Llamamos al médico y le preguntamos. Por fortuna hoy tenemos en servicio nuestro propio laboratorio. Cuando yo recibí, las únicas pruebas que hacíamos eran exámenes de heces, a pesar de ser un hospital de referencia nacional de 1 mil 200 camas. Solo tenemos parado el resonador y el tomógrafo, pero los entes del Estado ya están al tanto y nos van a ayudar. Vamos poco a poco, pero repito que no vamos a desmayar.
(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)