La oposición tiene montado el fogón para su jugada de desconocer al reelecto presidente Nicolás Maduro. Pero algunos síntomas parecen indicar que los grupos que integran la antirrevolución, están peleándose alrededor de la olla por discrepancias acerca de la receta que debería ponerse en práctica, y podrían terminar quemándose en sus propias brasas o cocinándose en sus propios caldos.
En la primera semana del año, se ejecutaron varios movimientos previos a la acción principal prevista para el 10, día de la toma de posesión de Maduro para su segundo mandato. Por un lado, hubo intensos movimientos del frente internacional del antichavismo. La gira del secretario de Estado, Mike Pompeo, y la declaración del Grupo de Lima marcaron la pauta. En el plano interno, se produjo la designación de la nueva directiva de la Asamblea Nacional y las primeras declaraciones acerca de la actitud que asumirán ante la juramentación.
Hasta a algunos opositores les dio grima
La declaración del Grupo de Lima, bien aceitado luego de la visita de Pompeo, debía surtir el efecto de unir a todas las tendencias opositoras en el propósito común de declarar –una vez más- ilegítimo a Maduro. Sin embargo, en uno de sus puntos, esta alianza de gobiernos de derecha resolvió otorgarle (de un plumazo, como suele decirse) la soberanía plena a Guyana sobre el territorio Esequibo y sus correspondientes áreas marinas y submarinas.
Lo hizo al asegurar que la Marina venezolana desalojó de aguas territoriales guyanesas un buque de exploración petrolera autorizado a realizar trabajos allí por el gobierno guyanés. En verdad, el incidente ocurrió en aguas venezolanas o, en todo caso, en una zona que sigue en disputa.
Irresponsablemente, las principales figuras opositoras y los medios de comunicación que las aúpan, salieron a darle pleno respaldo y a agradecer al Grupo de Lima por su pronunciamiento, actitud con la que, de hecho, apoyan esa postura contraria a los intereses estratégicos venezolanos.
Por fortuna, algunas voces sensatas emergieron del conjunto opositor para advertir acerca de ese aspecto. Claudio Fermín, por ejemplo, recomendó leer con más cuidado el texto y opinó que el punto en cuestión (el noveno) “es inadmisible”.
El descarado injerencismo de la coalición derechista causó por primera vez una reacción negativa dentro de la antirrevolución. Puede decirse que llegó a tal extremo que hasta a algunos opositores les causó grima, palabra usada irónicamente por el chavismo para referirse al grupo que tomó su nombre de la capital peruana.
Entre los que reaccionaron hubo quienes lo hicieron por nacionalismo. Otros le dieron una vuelta pragmática y señalaron que esa parte de la declaración cuestiona la actitud de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, de manera que al respaldarla, la oposición no está precisamente forjándose simpatías entre los militares, pieza tan necesaria en sus planes de tomar el poder mediante un golpe de mano parlamentario.
Divididos de forma y de fondo
Este punto del comunicado del Grupo de Lima generó desavenencias, pero lo que realmente está causando la pugna interna más intensa es la postura que asumió la Asamblea Nacional, tras la juramentación de su nuevo presidente, Juan Guaidó, el sábado 5 de enero.
Se aprecia la presencia de varios sectores que discrepan en la forma, en el fondo o en ambos aspectos.
Por un lado están los radicalizados, que consideran que tanto el Grupo de Lima como la directiva encabezada por Guaidó se pronunciaron de manera “blandengue” y por eso están presionando para que vayan más lejos.
La actitud de este grupo –minoritario pero muy influyente y conectado con las líneas imperiales- es tan intensa que algunos hasta censuraron a Guaidó por haber llegado al Palacio Legislativo con su pequeña hija en brazos. Tal parece que se hubiesen sentido mejor si hubiese llegado con una de aquellas bazucas caseras que el partido de Guaidó, Voluntad Popular, entregó a jóvenes y adolescentes durante las guarimbas de 2017.
Este sector acusa de “colaboracionista de la tiranía” a cualquiera que no comparta su línea. Incluso, cierto personaje de la extrema derecha señaló a Stalin González de haber jurado con la mano zurda, como lo hacen los chavistas.
En los corrillos de las redes sociales (uno de los escenarios donde la oposición debate y riñe), abundan los llamados a “amarrar a los locos” y los recordatorios de que la mayoría de estos extremistas son netamente digitales, pues están fuera del país o dirigen movimientos políticos muy pequeños, incapaces de ejecutar las audaces políticas que pretenden imponer.
Otros, un tanto más moderados, critican la postura de la AN porque no declaró que el cargo de presidente quedará vacante, sino que acusaron a Maduro de pretender usurparlo a partir del 10. Según estos críticos, lo hicieron así porque si declaraban que hay un vacío de poder, tendría Guaidó que asumir la presidencia y designar un gobierno transitorio, acciones para las cuales carecen de fuerza institucional, militar y popular.
Un tercer sector señala que la postura del Parlamento, ahora con nueva directiva, es ambigua. El dirigente del Movimiento Juntos Enrique Ochoa Antich, señaló que no tomó partido “ni por el extremismo maricorinista (que propone el paralelismo: presidente paralelo, gobierno en el exilio, CNE paralelo, elecciones paralelas) ni por la salida del diálogo y la negociación que proponen fuerzas como la que él encabeza y dirigentes de AD, UNT y Henrique Capriles”.
“El discurso de Guaidó no escoge ninguna de estas vías, sino que coloca a la AN en un limbo de radicalismos retóricos sin consecuencia alguna, mucho fuego de artificio pero ningún acto tangible”, expresó.
Aspirantes a presidente
Mientras se acerca el día de la juramentación del presidente Maduro para su segundo sexenio, en la oposición abundan los nombres para ocupar su cargo provisionalmente.
Por supuesto que buena parte de las expectativas se centran en Guaidó porque, de acuerdo a la Constitución Nacional, le corresponde al presidente de la AN ocupar el puesto en caso de vacante. Sin embargo, el contenido de la declaración inicial parece aclarar que el casi desconocido dirigente de Voluntad Popular no piensa “echarse ese muerto encima”, pues no cuenta para ello con el apoyo que una acción tan determinante requeriría, ni parece dispuesto a correr con las consecuencias que tendría el intentar establecer un gobierno paralelo.
Mientras tanto aparecen los consabidos “líderes de la diáspora”, que proponen incluso pasar por encima de la AN y que el llamado Tribunal Supremo en el exilio agarre el toro por los cuernos. Se dice que lo haría quien funge como su presidente, Miguel Ángel Martín, aunque está cuestionado internamente por su doble nacionalidad (tuvo o tiene también la española). Estas versiones indican que Martín procedería a designar a un jefe de Estado de transición, y se menciona el nombre de Asdrúbal Aguiar, quien fuera ministro de varios despachos en el segundo gobierno de Rafael Caldera y estuvo entre los defensores del decreto de tierra arrasada de Pedro Carmona Estanga en abril de 2002.
Recientemente apareció en escena un Consejo Exterior de la Venezuela Libre en el que figura Aguiar junto a un ramillete de viejos dirigentes de la IV República entre quienes destacan Paciano Padrón, Luis Corona y Alexis Ortiz, quienes abandonaron hace muchos años la lucha política en las calles de Venezuela, pero esperan llegar al poder por una de estas jugadas que se han puesto tan de moda en América Latina.
En la medida en que se acerque más la fecha clave, el 10 de enero, se espera que afloren otros aspirantes a ponerse la banda presidencial aunque sea –como Carmona- para la foto.
(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)