lunes, 21 / 04 / 2025
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2016: el año más decepcionante en la nula historia de la oposición (+Clodovaldo)

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Cuando se vea en perspectiva, tal vez 2016 sea considerado el año más decepcionante para la militancia de la oposición.

 

Eso es bastante sorprendente, si se considera que la contrarrevolución ha tenido muchos años negativos, oscuros, nulos. Y más sorprendente todavía porque la coalición antichavista viene de su mejor resultado electoral, logrado en los comicios parlamentarios del 6 de diciembre de 2015.

 

El nivel de decepción deriva justamente de esto último. Al comenzar 2016, los vientos soplaban a favor de la oposición. Luego de un éxito tan rotundo en las urnas, todo parecía indicar que la alianza antichavista encontraría finalmente la ruta para recuperar el Poder Ejecutivo, luego de numerosos intentos fallidos, algunos de ellos memorables, como los de 2002 y 2003 (golpe de Estado, show de Altamira, paro petrolero y patronal), 2004 (referendo revocatorio, invasión paramilitar), 2005 (boicot a las elecciones legislativas), 2006 (elecciones presidenciales), 2012  (elecciones presidenciales) 2013 (elecciones presidenciales, “calentera” de Capriles y supuesto plebiscito) y 2014 (guarimbas continuadas).

 

Por primera vez en mucho tiempo, la contra tenía el sartén agarrado por el mango. Disponía de un significativo capital político, y el gobierno atravesaba uno de sus momentos de más baja cotización, afectado por tres años de desgaste económico, producto del sabotaje de la derecha y también de sus propios errores y omisiones.

 

Las primeras ejecutorias de las fuerzas retrógradas al tomar posesión de la Asamblea Nacional reforzaron esta idea. Salieron como los astados de lidia cuando abren los toriles: con mucha velocidad, muy bravos y dispuestos a llevarse en los cachos lo que se les atravesara. La actitud de Henry Ramos Allup cuando ordenó quitar los retratos de Bolívar y Chávez del Palacio Legislativo fue una muestra del tono de insolente desafío que imperó en esos días.

 

A lo largo del año, ese impulso inicial comenzó a refrenarse, en buena medida debido a la falta de una estrategia única y coherente. Los líderes de la Mesa de la Unidad Democrática privilegiaron sus proyectos personales y partidistas y ofrecieron diversas opciones, sin que ninguna de ellas lograra el consenso necesario para convertirse en una oferta básica de la alianza en su conjunto. Allí comenzó la militancia antichavista a desconcertarse, a no entender, a sospechar que sus ambiciosos y tarambanas líderes iban a dilapidar la fortuna recién acumulada.

 

Lo ocurrido con el referendo revocatorio podría ser la mejor demostración de esta falta de unidad de propósito. La MUD debió presentar la solicitud a principios de enero, pero lo hizo en abril, y durante casi todo el año predominó la impresión de que esa opción solo le interesaba en realidad a Henrique Capriles Radonski y a una parte de Primero Justicia. La forma como languideció la posibilidad de que la consulta se realizara este año fue una prueba de que, ciertamente, no era una propuesta consolidada.

 

Las acciones emprendidas desde la AN tenían (y tienen) toda la intención de derrocar al gobierno, trabando (aún más) las ruedas de la carreta económica. Han sido disparos a matar, de eso no cabe duda, pero nunca lograron dar en el blanco, pues subestimaron los recursos institucionales y jurídicos con los que contaba la Revolución y menospreciaron, una vez más, las capacidades del presidente Nicolás Maduro. También parecen haber sobrestimado su capacidad de presión real, su fuerza de calle.

 

En este punto puede decirse que los dirigentes opositores se vieron enfrentados a una gran paradoja: la fuerza electoral de la MUD ha crecido de manera sostenida en los últimos años, pero, en forma proporcional, ha disminuido su capacidad para movilizar masas en actividades de calle. Tal parece que la guarimba de 2014 tuvo efectos desastrosos sobre la militancia opositora, al menos en lo que se refiere a su disposición a acudir a los llamados de sus dirigentes. Se ha consolidado la certeza de que los políticos envían a la gente a dar batallas de las que luego casi todos los cabecillas huyen, dejando ensartados a los activistas silvestres.

 

Si una porción significativa de la base electoral de la MUD hubiese estado dispuesta a obedecer a esos líderes que hicieron histéricos llamados a la desobediencia civil, a tomar las calles y a manifestar  “hasta que se vaya Maduro”, tal vez la situación hubiese sido muy distinta. Lo cierto, lo verificable es que esa masa, tan propensa a votar, no respondió a tales propuestas y dejó a los jefes de la Mesa de la Unidad como vociferadores de amenazas y ultimátum que luego no se cumplen. ¡Qué año tan decepcionante!

 

(Por: Clodovaldo Hernández / [email protected])

 

 

 

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