lunes, 21 / 04 / 2025
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La derecha mundial, continental y nacional vive una época de borrachera sin recatos (+Clodovaldo)

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Somos testigos de tiempos en los que la derecha ha resuelto dejar de guardar las apariencias. Sobre todo los sectores más radicales han decidido hablar y actuar con total desfachatez y desparpajo, pisoteando incluso algo que la misma derecha inventó: el lenguaje políticamente correcto.

 

Se trata de una situación parecida a ese momento del consumo de alcohol en el que las personas pierden todas sus inhibiciones y salen a flote sus instintos y deseos más profundos y regularmente ocultos.

 

De un tiempo para acá se ha procurado ponerle nombre a ese momento, al menos en las fiestas: la hora loca. Pero, tristemente, en muchas ocasiones el trance no es festivo. También han ocurrido muchas rupturas de amistades, momentos vergonzosos, peleas y hasta crímenes en esos momentos de “exceso de sinceridad”.

 

 Los ejemplos del gran desnalgue (una palabra muy gráfica, de factura venezolana según parece) de la derecha florecen tanto a escala nacional como global.

 

En el plano mundial, el caso más ramplón no podía ser otro que el de Donald Trump y sus desplantes de jefe de una potencia que se niega a entender que el mundo ya no es unipolar.

 

Trump superó al prototipo del imperialista de Theodore Roosevelt, el que recomendaba hacer política exterior hablado suavemente, pero llevando siempre un gran garrote (la doctrina del Big Stick, le dicen). El  magnate de turno en la Casa Blanca decidió que puede prescindir de las cortesías y por eso va por el mundo ofreciendo garrotazos a quien no acepte su modo de entender el capitalismo. Y, por supuesto, los integrantes de su equipo son cortados con la misma tijera. Que lo diga Bolton, ahora que lo echaron a patadas de la fiesta.

 

En el vecindario latinoamericano, las derechas ebrias compiten para demostrar cuál es la menos recatada. Tras el resultado desastroso de las elecciones conocidas como PASO, el macrismo reaccionó con lo que suele llamarse una pea llorona, maldiciendo al electorado por preferir las opciones populistas  y, al mismo tiempo, ofreciéndole a la gente unas prebendas oportunistas de última hora que ellos mismos no dudarían en llamar… ¡populistas!

 

En el Brasil de Bolsonaro, la hora loca llega a niveles de orgía. El mandatario no tiene empacho en mostrar las peores características de la derecha más recalcitrante: machismo, racismo, homofobia, xenofobia y sobre todo, fobia al pueblo pobre. Tremenda joya.

 

Difícil se pone la competencia entre trogloditas sin recato con la incursión de la élite política colombiana, encabezada por el ventrílocuo Álvaro Uribe y su muñeco Iván Duque. 

 

La actuación de la camarilla neogranadina en el servil episodio de la solicitud de activación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca contra Venezuela quedará como un monumento a la cobardía, típica de la peor derecha antibolivariana, la que inauguró Santander hace 200 años.

 

Entre los países que apoyaron esta iniciativa estuvo Chile. Pero esa no fue su más notable contribución a la gran borrachera de la derecha continental esta semana. Hubo algo peor: en el aniversario del sangriento golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende, inicio de un comprobado genocidio, los ultras se atrevieron a celebrar a Pinochet y el diario El Mercurio (que siempre fue un cómplice, pero había disimulado), accedió a publicar un remitido laudatorio del asesino, que apenó incluso a muchos derechistas democráticos.

En los países donde no son gobierno, los grupos derechistas se desinhiben mediante una ebriedad criminal. Así está pasando en Bolivia, donde comienza a perfilarse una ola de violencia terrorista al estilo de Venezuela 2017 o de Nicaragua 2018, incluyendo linchamientos, incendios y cierres de vías. Como de costumbre, los vándalos arrebatados son aupados por los medios de comunicación globales y bolivianos manejados por la misma derecha. No dirán que son sujetos intoxicados por la furia y por los pagos en dólares, sino que asegurarán que son luchadores por la libertad.

 

En el escenario nacional, lo de la derecha ya no puede llamarse hora loca, sino año loco, década loca o veinte años locos. Ya no quedan límites que no hayan traspasado. Solo en lo que respecta a sus últimas jumas, han ido desde solicitar la aplicación de medidas coercitivas unilaterales contra su propio país, hasta ofrecer el territorio Esequibo a cambio de apoyo político. Esta semana, no obstante, la pandilla del autoproclamado se superó en niveles de impudicia, con su triste papel de solicitante de una intervención militar extranjera.

 

Pero si de absoluta pérdida del recato se trata, el mismo Juan Guaidó fue el centro de atención, al revelarse las fotografías de otra espectacular parranda de la derecha continental, la de Cúcuta en febrero pasado. La curda fue de tal magnitud, que ahora es cuando viene la resaca, aunque no fue a este personaje al que le metieron burundanga. O para decirlo en el estilo políticamente incorrecto: ¡Tremendo ratón el de este ratón!

 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)

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