lunes, 21 / 04 / 2025
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Las fotos de Guaidó con los Rastrojos son apenas un capítulo en una relación ya histórica (+Clodovaldo)

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El contagio de la parapolítica, enfermedad que aqueja gravemente a Colombia, es una amenaza real para Venezuela.

 

No se trata de una amenaza nueva. De ella se viene advirtiendo hace varios años. Pero el tema cobra fuerza con actos escandalosos como la reciente divulgación de fotografías, videos y testimonios que informan sobre la relación entre un sector fundamental de la oposición venezolana y los grupos paramilitares.

 

El implicado, los integrantes de su equipo y los analistas, comentaristas e influencers que intentan atenuar los daños causado por el affaire, señalan que unas simples fotos con alguien no son suficientes para implicar una relación estructural. Ese argumento podría tener alguna credibilidad cuando se mostraron solo las primeras fotos, pero hay cuatro elementos que menoscaban esa coartada:

 

1) Los otros materiales audiovisuales que han aparecido luego y que echan por tierra la tesis de la supuesta casualidad del encuentro con los delincuentes.

 

2) La existencia de indicios acerca de lazos entre los integrantes de la organización criminal los Rastrojos y las autoridades colombianas, aliadas de Guaidó.

 

3) La aceptación pública de Lilian Tintori acerca de cómo actuaron los paramilitares en el intento de introducir forzosamente la llamada ayuda humanitaria a Venezuela.

 

4) La existencia comprobable de antecedentes de los vínculos entre las organizaciones narcoparamilitares colombianas y los partidos de la ultraderecha venezolana, específicamente Voluntad Popular (el partido de Guaidó) y Primero Justicia.

 

El caso en sí

 

El empeño de Guaidó y el formidable aparato comunicacional a su servicio por tratar de desestimar el caso de las fotografías pierde fuerza cuando aparecen nuevas evidencias de la participación directa que tuvieron los Rastrojos en una fase crucial del traslado del autoproclamado presidente encargado hacia Colombia.

 

La organización no gubernamental Progresar, que hizo originalmente la denuncia, y algunos medios locales de comunicación han reconstruido el trayecto de forma cada vez más clara, dejando claro que no se trató de un encuentro casual, sino de una parte de la ruta que estaba bajo la responsabilidad directa de los Rastrojos.

 

En total, hasta ahora, son seis las fotos en las que aparece con importantes cuadros de los Rastrojos. La primera es con Albeiro Lobo Quintero, alias “el Brother”, el que aparentemente lleva una pistola al cinto (actualmente detenido en Colombia, supuestamente por haberse entregado a las autoridades). La segunda le fue tomada con Jhon Jairo Durán Contreras, alias “el Menor” (también privado de libertad en Colombia, igualmente como consecuencia de una entrega voluntaria a la policía). La tercera es con Argenis Vaca,  alias “Vaquita”, encargado de finanzas de los Rastrojos. La cuarta es con Hernando Iván Posso, alias “Nandito” (quien está preso en Venezuela y ha dado declaraciones reveladoras). En las dos restantes imágenes lo acompaña Jhonatan Orlando Zambrano García, alias “Patrón pobre”, considerado como el principal contrabandista de gasolina de esa zona de la frontera. Este personaje transportó a Guaidó, manejando personalmente una camioneta.

 

Para Wilfredo Cañizares, de la ONG Progresar, el primero en difundir estas fotografías, el solo hecho de que se haya utilizado una ruta de entrada por Puerto Santander es suficiente indicio de que hubo participación paramilitar, pues en esa región todo es controlado por los Rastrojos, desde los grandes negocios de droga y contrabando de gasolina y otros productos, hasta la cotidianidad de la población. A su juicio, no es posible realizar un cruce de la frontera por trochas sin tener el visto bueno de esta entidad mafiosa.

 

Relaciones comprobadas

 

El caso de las fotos de Guaidó con los líderes paracos ha causado escándalo de este lado de la frontera, pero también del otro. La forma como se coordinó el traslado puso en evidencia una realidad que diversas organizaciones colombianas vienen denunciando desde hace tiempo: la existencia de vínculos entre el Estado y grupos al margen de la ley.

 

Según Progresar, los Rastrojos incluso decretó un toque de queda de 24 horas para garantizar el traslado de Guaidó y su entrega a manos de las autoridades locales de Cúcuta, primero, y del gobierno central colombiano, luego. Esto demuestra a las claras esa connivencia entre el Estado y estos paraestados que se han formado en la región fronteriza.

 

Cañizares estima que fueron necesarias comunicaciones previas entre estos factores y la comitiva de Guaidó, lo que remarcaría la existencia de esa complicidad en la que además habría participado el gobierno regional de Táchira, del partido opositor Acción Democrática.

 

Las revelaciones, al parecer involuntarias, de Lilian Tintori en un encuentro internacional, refuerzan todavía más la certeza de que hay una conexión orgánica entre Voluntad Popular y el paramilitarismo.

 

Una larga lista de antecedentes

 

Más allá del episodio específico de febrero pasado, que promete tener nuevas y contundentes entregas, la historia reciente es un argumento para sostener que la oposición venezolana (la de ultraderecha, pero también otras organizaciones que se definen como socialdemócratas o centroderechistas) ha establecido relaciones de mucho riesgo con el paramilitarismo.

 

Esta denuncia la han formulado de manera reiterada destacadas figuras de la intelectualidad revolucionaria.

 

El constituyente Julio Escalona es una de esas personas. “Lamentablemente no se le ha dado importancia a las denuncias de Luis Britto García y que yo también he planteado. Lo de la finca Daktari (2004) fue un antecedente muy grave y no se puede ver como un hecho aislado, sino como una política imperial para invadir al país”, declaró Escalona hace ya varios años.

 

“Nos hemos acostumbrado a creer que la invasión extranjera consiste en unos soldados que vienen a violar nuestras fronteras y son enfrentados por otros soldados que tratan de contenerlos. Los campos de batalla cambiaron radicalmente, los ejércitos del futuro, que ya es presente, son privados. En la medida en que el capital financiero, asociado a las cúpulas militares del Pentágono y la OTAN, es el que gobierna al mundo se impone la meta de eliminar los Estados nacionales y los ejércitos nacionales. Eso le facilita las cosas porque son fuerzas que no tienen compromisos con organismos internacionales ni tienen que cumplir pactos ni normas del derecho humanitario. Son ejércitos absolutamente carentes de responsabilidad, que pueden cometer los crímenes más atroces, que siembran el terror, pero no porque individualmente los paramilitares sean unos bichos, que sí lo son, sino porque cumplen una función para el sistema hegemónico”, agregó el integrante de la Asamblea Nacional Constituyente.

 

Britto García coincide con Escalona. “Esa intervención ya ha empezado, hace tiempo. Yo llevo más de una década señalando que hay una infiltración paramilitar contumaz en Venezuela que ya ha tomado la forma de un ejército y que tienen vinculaciones con el ejército regular de Colombia, porque los paramilitares lo que hace es el trabajo sucio que las fuerzas militares no quieren hacer por razones de prestigio. Esa organización está operando en Venezuela y por eso llevamos centenares de líderes campesinos víctimas del sicariato  y de dirigentes sindicales urbanos que han sido asesinados violentamente”.

 

El escritor, abogado y profesor universitario señaló que en los hechos violentos de los años recientes (2014 y 2017, principalmente) se detuvo a una cantidad de paramilitares y quedó demostrado que muchas de las víctimas de la guarimba fueron asesinadas con disparos en la cabeza a larga distancia. “Esas no son prácticas de un estudiante o un apasionado manifestante, sino de personas entrenadas en el uso de las armas”, razonó Britto García.

 

El comunicador Miguel Pérez Pirela, director de LaIguana.TV, también ha formado parte de estas denuncias. Junto a Britto García, escribió un libro titulado La invasión paramilitar: Operación Daktari, y fue el compilador de otro denominado La cuestión colombo-venezolana, en el que se incluyen trabajos del propio Britto García, Iraida Vargas, Mario Sanoja, Sergio Rodríguez Gelfenstein y otros autores.

 

Con respecto a los hechos de febrero  pasado, Pérez Pirela denunció en caliente el rol del paramilitarismo, inmediatamente después de que ocurrieron los acontecimientos violentos en la frontera. Dijo que, como siempre, la maquinaria mediática pretendió restarle importancia a dicha presencia. “Así pasó con el caso de los paramilitares infiltrados en El Hatillo en 2004, cuando se procuró ridiculizar la denuncia, relativizarla, burlarse de los hechos, llamándolos ‘el caso de los paracachitos’. Luego de un tiempo es que sale algún medio a reconocer que era cierto”.

 

Advertencias a granel

 

Las advertencias sobre el peligro de la parapolítica no surgen solo en voces progubernamentales. Fuera del espectro del chavismo, destacadas figuras también han lanzado alertas reiteradas sobre los estrechos nexos entre los políticos y las fuerzas paramilitares colombianas. 

 

Luis Fuenmayor Toro es una de esas figuras. Él ha dicho que ni el gobierno ni los factores opositores  tienen conciencia de la exacta dimensión de los riesgos que implican esas relaciones.  “Estamos en presencia de una delincuencia que hoy controla zonas del territorio nacional, donde ejercen su ley. Estas bandas hoy amenazan y retan a los cuerpos de seguridad del Estado. Terminan teniendo sus propios proyectos de enriquecimiento mediante el cobro de vacunas, asociación con las bandas delictivas y la realización de acciones propias del hampa común: robos, secuestros, sicariato. Sus acciones terminan por disgregar territorialmente y socialmente a la nación venezolana, lo que nos lleva en la dirección de transformarnos en un Estado fallido”, ha advertido Fuenmayor Toro en sus artículos  y entrevistas.

 

Para el exrector de la Universidad Central de Venezuela es evidente que desde hace años vienen actuando de paramilitares colombianos,  a los que califica como “los paracos de Uribe hoy imitados por Maduro”. Afirma que “son gente armada, entrenada, con recursos, que ya conocen el territorio por tener tiempo en Venezuela y que podrían recibir ayuda financiera internacional”. 

 

Juan Carlos Tanus, dirigente de la Asociación de Colombianos y Colombianas en Venezuela, observa el tema desde su óptica binacional: “El paramilitarismo de origen colombiano ha tenido alta influencia en la frontera. De hecho, las estructuras paramilitares controlan parte del contrabando en las fronteras. No en vano han crecido durante los últimos tres años. Si se revisa el mapa colombiano se verá que en La Guajira, independientemente de la condena al gobernador (Juan Francisco) “Kiko” Gómez, se han fortalecido las estructuras del paramilitarismo para el negocio del contrabando de los productos que aún se llevan de Venezuela es permanente.  Tienen grandes redes que controlan casi todo.  Eso también pasa en la frontera con Venezuela en el departamento del Cesar”.

 

Añadió Tanus que el paramilitarismo tiene tres fases de desarrollo: control económico-financiero; control social y territorial;  y control político. “Ellos han logrado penetrar en cada una de esas fases en el escenario venezolano. La frontera está totalmente cundida de paramilitarismo. En lo que respecta a Norte de Santander, el paramilitarismo tiene acento mayoritario en Cúcuta. Los 40 municipios de ese departamento han estado históricamente ligados al antivalor del paramilitarismo”.

 

El dirigente colombo-venezolano  aseguró que, bajo el liderazgo de Álvaro Uribe Vélez, el paramilitarismo se decidió a incursionar en Venezuela. Para hacerlo tuvieron reuniones con Manuel Rosales  y Oscar Pérez (el político), que entonces dirigía el grupo extremista llamado Comando de la Resistencia. “Rosales tuvo contacto con Jorge 40, un líder paramilitar de la costa norte colombiana, logrando desarrollar un corredor desde Zulia hasta Miranda”, dijo Tanus en una entrevista en 2017. “Ya ustedes conocen la relación de Voluntad Popular con el expresidente Uribe y con la Escuela de Formación Primero Colombia, del Centro Democrático, que ha dirigido José Obdulio Gaviria. Esa relación fortalece la concertación de la extrema derecha venezolana con la extrema derecha colombiana. En resumen, hay presencia del paramilitarismo colombiano en Venezuela que ha logrado mutar con los nativos y ha conseguido articularse. Y eso es lo más preocupante”.

 

“Nosotros le hemos hecho llamado a los sectores de la derecha venezolana para que no caigan en la tentación de permitir la paramilitarización de la sociedad –recalcó Tanus-. Si se quiere ver lo que ocurre cuando una sociedad se somete al control de estos sectores solo hay que mirar a Colombia. Un segundo ejemplo es México. Uno hoy no sabe si México se ha colombianizado o Colombia se ha mexicanizado”.

 

Puntualizó que el paramilitarismo ha ido cumpliendo sus etapas en Venezuela. “Diez años atrás estaban en el orden económico-financiero, comprando propiedades y estableciendo negocios en San Antonio, Ureña y avanzando hacia adentro. Hoy hay muchas propiedades adquiridas con dinero del paramilitarismo o procedente del empobrecimiento del  bolívar en la zona de frontera. Ese mismo fenómeno, con menos intensidad, puede estar presentándose en Zulia. Lógicamente, con algunas medidas tomadas (el cierre temporal de la frontera, por ejemplo), puede bajar la participación del paramilitarismo, pero es innegable que ha avanzado de manera muy peligrosa”.

 

Luego de hacer este recorrido, queda claro que las fotos del autoproclamado con los Rastrojos no son para asombrarse. Es solo un capítulo particularmente escandaloso de una relación histórica.

 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)

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