martes, 22 / 04 / 2025
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Ahora sí dan trabajo a venezolanos: En Perú una médica que vendía arepas ahora cuida pacientes con Covid-19

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Felimar Luque, una ginecológa venezolana quien emigró a Perú hace más de un año, veía muy lejano ajercer de nuevo su profesión médica, pues se le hacía muy cuesta arriba pagar los costos de hologación de su título, por lo que se había dedicado a vender arepas junto a una hermana en Lima.

 

Sin embargo, la pandemia por Covid-19 le dio la oportunidad de ejercer de nuevo, pues ante la falta de profesionales de la salud para atender de los casos de coronavirus que hay en ese país, Luque ha sido contratada para trabajar en el Hospital Edgardo Rebagliati Martins, el complejo hospitalario más importante de la seguridad social peruana, donde se encarga de evaluar cómo evolucionan cerca de 200 afectados por covid-19.

 

Perú ha decidido permitir durante la pandemia la contratación de médicos extranjeros, incluso aquellos que aún no hayan terminado de realizar sus trámites para colegiarse. Es una medida que también han tomado países como Chile, México y España.

 

Luque ha sido una de las beneficiadas. Como a muchos de los 900 mil venezolanos que emigraron al país andino en los últimos años, a ella, le había tocado empezar desde cero en su nuevo destino.

 

Junto a su hermana, pidieron permiso en un puesto de un mercado cercano a donde vivían para ponerse de pie al lado a vender las arepas. El comerciante se lo permitió.

 

«Entonces hice mi currículum, lo dejé por locales comerciales, farmacias. Llamaba a los anuncios para cuidar bebés, cuidar abuelitos». Menos de un mes después de llegar, consiguió empleo en una farmacia donde trabajaba seis días a la semana por el salario mínimo.

 

Poco a poco, fue reuniendo y validando los papeles que necesitaba para homologar su título de médico general.

 

«Registré mi título… pero hubo un freno porque me exigían estudiar un año más», cuenta. No podía permitírselo: su hermana tenía problemas para encontrar empleo y de su salario salían la manutención de las dos y el dinero que enviaba a sus padres, en Venezuela.

 

«Decidimos oye, nada, a reunir plata. A ver si se puede lograr de alguna forma en algunos meses».

 

Casi a finales de 2019, vio un anuncio de una ONG en Perú que estaba ayudando a médicos venezolanos a convalidar sus títulos. La organización ha reunido en los últimos dos años un listado de 39.000 inmigrantes venezolanos con estudios, cuyos datos se los ofrece al gobierno peruano para ayudar a cubrir vacantes difíciles de llenar.

 

Tras una dura selección que empezó con 150 profesionales, Luque acabó siendo una de los 20 que recibió la ayuda de la ONG y de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) para poder colegiarse en Perú.

 

«Tuve que pasar varias pruebas y cursos», asegura. «A veces nos decían el mismo día o la noche anterior: ‘Hoy, urgente, tienen que ir a tal sitio’. Y bueno, ese día le pedía permiso a mi jefe y gracias a Dios fue bastante tolerante. Me decía: ‘Tranquila’. Luego, eso sí, tenía que pagarle las horas como sea».

 

Pero incluso cuando su nombre apareció oficialmente en la base de datos de médicos colegiados de Perú, encontrar trabajo como tal siguió siendo una tarea complicada.

 

En tres meses, solo llamaron para dos plazas lejos de Lima, de donde no quería irse.

 

«Conseguí un puesto de asistente de cirugía plástica. Realmente, no es mi área, solo llenaba historias de los pacientes y hacía las tareas de las enfermeras».

 

Con la pandemia, la clínica cerró: «Lo que más me angustiaba era que yo tengo que enviar dinero a Venezuela porque mis papás lo necesitan… Era estresante: quedarte sin dinero en un país donde no tienes nada».

 

Hasta que un colega le avisó de que la seguridad social peruana, EsSalud, estaba contratando médicos para afrontar la pandemia de covid-19.

 

Como muchos países de la región, Perú cuenta con menos médicos de los que necesita, según refleja un informe del Ministerio de Salud de 2018: apenas 13,6 médicos por cada 10.000 habitantes en vez de los 23 que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS).

 

A esto se suma el hecho de que muchos se han dado de baja porque su edad o historial médico los hace especialmente vulnerables al nuevo coronavirus.

 

Por ejemplo, en Lambayeque, una de las regiones más afectadas por la pandemia y en la que se han tenido que construir cementerios temporales para enterrar a los muertos por coronavirus, el director del Hospital Regional explicaba a principios de mes que, pese a tener 60 camas libres con punto de oxígeno, no las podía usar: «¡No tenemos gente! ¡No tenemos gente! ¡No tenemos gente!», gritaba con desesperación en una entrevista con la emisora pública, RPP.

 

 

Al menos uno de ellos, Felimar Luque, empezó a trabajar en el Hospital Edgardo Rebagliati Martins el lunes de la semana pasada: «Es hermoso, se parece al hospital en el que yo trabajaba [en Venezuela]».

 

«Me siento bien, a pesar de la pandemia, haciendo lo que más me gusta», dice. Ahora gana ocho veces más de lo que recibía en la farmacia. Su hermana, abogada, ha tenido menos suerte y ahora trabaja cuidando a una mujer mayor en una provincia al norte de Lima.

 

Luque tiene un contrato de solo tres meses, prorrogable por otros tres meses más si la pandemia se extiende. Aunque, así como cuando soñaba con volver a ponerse la bata mientras preparaba arepas, le sobran esperanzas.

 

«Aunque el contrato dice ‘solo pandemia’, yo confío, Dios quiera, que nos dejen trabajando como tal. Ya ellos saben que soy especialista, que estoy en proceso de mi registro nacional de especialista acá en Perú. Y si no, bueno, como médico general, que ya tengo todo legal».

 

«Si la posibilidad está, sería genial quedarnos acá trabajando».

 

(LaIguana.TV con información de BBC Mundo)

Felimar Luque

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