lunes, 21 / 04 / 2025
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La prensa de derecha, feroz defensora de los derechos humanos, a veces usa suavizante (+Clodovaldo)

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“Arrestan al policía que presionó con la rodilla el cuello de George Floyd”.

Este titular, generado por la agencia de noticias francesa AFP y reproducido por miles de medios de todos los calibres en el mundo, es una prueba exquisita (con el perdón de la palabra y sus otros bellos significados) del terrible papel que desempeña la prensa del capitalismo hegemónico global como instrumento de dominación de los pueblos.

La principal noticia falsa que ha logrado vender la maquinaria mediática de la derecha es ella misma, su vocación democrática y su lucha por los derechos humanos. Todo eso es puro humo, pura mentira, una enorme y continuada fake new.

Esos principios de democracia y derechos humanos se aplican acomodaticiamente, según quien protagonice la información. Si es el agente de un gobierno tachado de enemigo, medio izquierdoso o sospechoso de alguna veleidad socialista, se utilizan los más severos criterios y, a menudo, se le juzga y se le condena de manera exprés y sin posibilidad de apelaciones.

Podríamos poner ejemplos muy oscuros, pero optemos por uno más bien dominguero: hace ya unos años, una señora chavista, luego de ver el carnet del diario El Universal que llevaba colgando un amigo periodista, le dio un paraguazo en el lomo y le gritó “¡Digan la verdad!”. El caso llegó ante el relator para la Libertad de Expresión de la OEA (que era una especie de cuota inicial de lo que luego vendría a ser Almagro) y terminó saliendo en muchos medios en todo el continente como parte de una lista larguísima de deplorables incidentes con la prensa de los que se culpó, sin derecho a cuestionamiento, al comandante Chávez. Se puso el caso de este amigo entre los periodistas atacados por malvados colectivos criminales, aunque la señora estaba sola y tenía como 75 años.

En cambio, si el presunto perpetrador del hecho violatorio de los derechos humanos es el agente de un gobierno miembro de la pandilla de la derecha mundial o de alguno de sus lacayos y perritos de alfombra, se recurre al uso intensivo del suavizante, como ocurrió en el caso reseñado arriba, en el que el asesinato por estrangulación de un hombre sometido y esposado, que advirtió varias veces que no podía respirar, queda mágicamente transformado en algo así como un truco de contorsionista de circo: ponerle a alguien la rodilla en el cuello. ¡Vaya, vaya!

Ni de lejos, el titular de AFP ha sido una excepción disparatada en medio de la cobertura. La maquinaria en estos casos opera solidariamente, se alinea de una manera unívoca, desde los grandes medios fijadores de la agenda (los que operan en los centros de poder imperial) hasta los modestos periódicos de provincia y sus equivalentes de la prensa digital. Todos entonan la misma canción, con uno que otro bemol, si acaso.

Incluso, si usted se encuentra a uno de los periodistas que trabajan en la llamada “prensa libre” de por estos lados (la que recibe generosas contribuciones de la “agencia” USAID) y le pregunta por qué son tan delicaditos en el tratamiento del caso Floyd, te dicen, con la cara muy seria, que hasta ahora no se ha demostrado que haya sido un homicidio. Y son los mismos que están dispuestos a pelear para que les dejen publicar que en Venezuela han muerto 30 mil personas por coronavirus “porque lo declaró una fuente de la Johns Hopkins University”. ¡Válgame Dios!  

El tratamiento escrupuloso y considerado (para con el que puso la rodilla en el cuello del otro) no es tampoco el único aspecto de este caso en el que la presentación a cargo de la gavilla mediática es muy, pero muy diferente de lo que ha sido (o sería) en situaciones equivalentes. Peor todavía es la conducta de esta prensa (en cierto tiempo llamada, con justicia, “la canalla mediática”) en lo que respecta a las acciones y las palabras de Donald Trump. El incontinente presidente expresó que “cuando empiece el saqueo empezará el tiroteo”, lo que en un país como EEUU, donde cualquiera porta una ametralladora y tres pistolas porque es un derecho constitucional, equivale a darle luz verde a una matanza, a una guerra civil.

Si esa expresión hubiese salido de la boca de algún presidente del “Eje del Mal”, en particular si la hubiese pronunciado el presidente Nicolás Maduro, los medios habrían hecho de tal frase una nueva causal de derrocamiento o de enjuiciamiento internacional por delitos de lesa humanidad.

No es exageración. Cuando el comandante Chávez ordenó “echarles gas del bueno” a los manifestantes, la “Prensa Libre-USAID” lo comparó con Hitler. Todavía hoy siguen hablando de eso como una inaudita barbaridad. ¿Alguien se imagina lo que hubiese pasado si en lugar de gas, hubiese ordenado echarles plomo del bueno?

Pero, quien dijo lo del tiroteo versus saqueo (algo que el insigne Carlos Andrés Pérez, por cierto, ya aplicó por estos lares hace más de 31 años), fue Trump, así que la maquinaria mediática se puso en modo de lavadora enjuagando con mucho suavizante.

Sobre democracia y derechos humanos, los medios de comunicación de la derecha (en todas sus gradaciones) practican la doble moral de un modo que llega a ser criminal.

En Venezuela tenemos una larga ristra de ejemplos. Tal vez los peores son los que se refieren a hechos ocurridos en los tiempos en los que la locura opositora se sale de madre, como durante el golpe y el sabotaje petrolero de 2002, las guarimbas de 2003, el intento de invasión paramilitar de 2004, las protestas pro-RCTV de 2007, la “calentera” de Capriles de 2013, las guarimbas de 2014, las guarimbas recargadas de 2017, el intento de magnicidio de 2018, el Cucutazo de 2019 y el intento de invasión mercenaria de este año.

En todos esos casos, las acciones criminales de los opositores (asesinatos, daños a la industria petrolera, disturbios violentos, linchamientos, planes de homicidios selectivos y masacres) son presentados por la maquinaria mediática como “protestas pacíficas”, “luchas por la democracia” y “actos derivados del pensar distinto”. Las respuestas del gobierno y de los militantes revolucionarios, en tanto, son “crímenes de lesa humanidad”, “violaciones a los derechos humanos” y “actos bárbaros”.

Definitivamente, la maquinaria mediática sabe diferenciar muy bien: a unos, a sus jefes políticos, a los que pagan la factura, les deja pasar sus “travesuras”, guarda silencio, se hace la loca o aprieta blandito, para aparentar.  Mientras tanto, a los enemigos de los jefes, a los gobiernos que no ceden a los chantajes, les ponen la rodilla en el cuello hasta que dejen de respirar.

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)

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