El racismo infecta a EEUU como un COVID-19 que históricamente no deja respirar a los afrodescendientes. Esta enfermedad mental – aunque no ha sido catalogada así por la OMS – fue inyectada cuidadosamente, persigue un fin puramente económico y electoral y se manifiesta en cada aspecto de la cotidianidad estadounidense.
Vea en este Entre Líneas, producido por Naile Manjarrés, cómo las recientes protestas si bien podrían indicar un aumento de impopularidad de Trump de cara a la contienda electoral de noviembre, también podría servir como punto de partida para el repunte de votos a su favor en el seno del 62% de la población blanca, racista, defensora a ultranza de la propiedad privada y por consiguiente, afín a los paradigmas de Partido Republicano en EEUU.
Los republicanos están a la caza del voto racista
En 2015, un informe del analista de datos Seth Stephens-Davidowitz reveló en a partir de búsquedas en la red, que la palabra “nigger» inunda los teléfonos y ordenadores en todo EEUU. Aunque esto parezca vergonzoso, hay un sector que no ve cada muerte o agresión contra un afrodescendiente como un hecho lamentable, además del neonazismo envalentonado por Trump, tras el asesinato de George Floyd y su efecto catalizador de protestas, el partido republicano recibe oxígeno, aunque no queramos creerlo.
Con una Asociación Nacional del Rifle financiando cada decisión que toma, Trump se atreve a separar a la llamada «sociedad civil» de la comunidad latina y negra, y aunque asegura que quien lo acompaña «ama a los negros», en los hechos, tranquilizó a los defensores de la propiedad privada amenazando «apenas inicie el saqueo vendrá el tiroteo».
Con elecciones presidenciales previstas para noviembre, y el presidente llamando delincuentes a los manifestantes, puede percibirse en su aliento un tufo electoral: ¿acaso espera que la mano dura racista le haga la tarea tras su derrota ante las más de 100 mil muertes de estadounidenses por covid-19 y su incapacidad de estabilizar la economía?
Según Ian Haney López, analista de la Universidad de Berkeley, el racismo es una estrategia que el Partido Republicano adoptó hace 50 años para controlar la economía, el partido del elefante vive de la ansiedad blanca. A Trump hoy le resulta que lo llamen racista, eso le consagra ante sus seguidores que viven en perenne paranoia de perder todo por la supuesta amenaza negra y latina. Para esta parte de su campaña electoral Trump cuenta con la asesoría de Roger Ailes, fundador de Fox News y ex asesor de Richard Nixon, y Paul Manafort, pionero de la política racista en el sur de EEUU.
Si analizamos lo anterior, llamar a Trump ‘racista’ como si eso fuera un insulto, parece una pérdida de energías. El 90% de los republicanos niegan que Trump lo sea, pero el discurso de odio es su estrategia. Desde 1960 el Partido Republicano depende del racismo para ganar votos. Los candidatos presidenciales republicanos han ganado la mayor cantidad de votos blancos en cada elección presidencial desde 1968 y de ellos obtiene el 90% de su apoyo.
Según López, Trump saca provecho del conflicto racial. Y según datos de la Liga Antidifamación, desde 2016, los crímenes de odio se han incrementado un 226% en los condados que fueron anfitriones de alguno de sus eventos de campaña electoral.
Demócratas o republicanos: más de lo mismo
Ahora, en medio de las protestas, aunque la CNN como plataforma demócrata quiera desmarcarse de la desigualdad estructural y pretenda diferenciar de alguna forma las únicas dos alternativas electorales ofrecidas al pueblo estadounidense. Según el lingüista cognitivo George Lakoff, en el imaginario colectivo de la familia estadounidense – aunque ambos partidos forman parte de lo mismo – el partido demócrata hace las veces de una madre permisiva e inclusiva, y el partido republicano cumple el rol de padre severo que impone orden y hace el trabajo difícil, por ello Trump hoy se jacta de sacar el ejército a las calles mientras Barack Obama se indigna desde las redes sociales.
«¡Basta es Basta!»
El efecto del desempleo masivo, la precariedad laboral, la liquidación de programas sociales, la sobreexposición de los más vulnerables a la pandemia y la injusticia social sistémica, padecida por la comunidad afrodescendiente y extranjera, hoy estalla en las caras de los propietarios y las élites, y muy intencionalmente atenta contra lo más sagrado para el capital: la propiedad privada. Las minorías ultrajadas obligaron a Trump a esconderse en un búnker y se encargaron de que los demócratas también recibieran su merecido cargado de simbolismo al atentar contra la fachada del edificio de CNN.
En las manifestaciones ya no sólo se puede observar afrodescendientes y en más de 140 ciudades no discriminan entre los responsables de que la grandeza de EEUU sólo sea un espejismo, y la libertad un privilegio del que goza únicamente quien desprecia al negro, al extranjero y al que piense distinto a los intereses de la élite en EEUU.
(LaIguana.TV)