Cuando se ha producido una gran derrota política, algunos reaccionan negándose a aceptarla, fingiendo que es una victoria; otros traicionan a su causa y reniegan de la lucha; y otros intentan retirarse en orden, algo casi imposible.
En estos últimos días de 2020, esas conductas pueden observarse -con la claridad de un manual de Ciencias Políticas- en el bando de la oposición abstencionista y promotora de la intervención extranjera. Revisemos.
Negacionistas: «En enero cae el régimen»
La pandilla que ha dominado al sector opositor desde 2019, nominalmente encabezada por Juan Guaidó (en la práctica, por Donald Trump y sus trogloditas, y a escala local, por Leopoldo López) está en la onda de negarse a aceptar el fracaso.
Para dar la sensación de no-derrota se han aplicado con furia a la mercadotecnia política: montaron primero el show de la consulta popular y ahora el patético melodrama de la reforma al Estatuto de Transición que, en teoría, convierte a los electos en 2015 en diputados vitalicios. Con base en esas operaciones siguen afirmando que en enero caerá el rrrrégimen.
Una parte de la maquinaria mediática global le hace el coro a estos mariscales con tropas digitales (más que nada de bots) no porque crean en serio que están ganando la batalla, sino porque llegar a enero con esa ficción en pie es clave para convencer al nuevo gobierno estadounidense de mantener la criminal postura del zafio Trump (otro que se niega a aceptar su propio nocaut).
Si usted vive fuera del país y se «informa» con estos medios, de seguro está convencido de que acá hay masas enardecidas esperando con impaciencia el 5 de enero para ir al Palacio Federal Legislativo a defender la continuidad administrativa de Guaidó y su combo. Si vive acá, ya sabrá que el «líder opositor» despierta mares de comentarios, pero es debido a lo que parece ser una afección en el cutis.
Traidores y renegados
El segundo grupo de los participantes de una causa derrotada es el de los que la traicionan, los que desertan, los que reniegan de aquello que hasta hace nada venían defendiendo. Es, dicho sea de paso, una de las conductas más antiguas de la humanidad, aunque no por ello deja de producir arcadas.
En el caso que nos ocupa, se trata de individuos u organizaciones (ONG, empresas, emprendimientos, fundaciones, etc.) que apoyaron la barbaridad del gobierno encargado; alentaron la tesis de la crisis migratoria; aplaudieron el concierto-invasión de Cúcuta; se emocionaron con el golpe de los plátanos verdes; han respaldado las medidas coercitivas unilaterales, el bloqueo, el robo de Citgo y Monómeros, el robo del oro en Inglaterra, y los actos de piratería contra buques que traían gasolina; justificaron la fallida invasión mercenaria de Macuto; militaron por la abstención en las parlamentarias e inflaron la fantasía de la consulta… Pero, ahora, repentinamente, se han dado cuenta de que Guaidó pretende hacer una cosa inconstitucional al extender la supuesta vigencia de un estatuto -inconstitucional de origen- que estos mismos individuos y grupos consideraron válido.
Entre los renegados sobresalen periodistas, influencers y medios que han ayudado a mantener la ficción del «presidente encargado» y del estatuto de transición y han hecho lo posible por cohonestar todas las trácalas milmillonarias que la pandilla de Guaidó ha perpetrado contra el patrimonio público. Ahora, previendo que toda esa historia está tocando a su fin, pretenden aparecer ante sus audiencias como observadores neutrales, analistas estrictos, rectos árbitros del periodismo puro.
La retirada en orden
Un grupo de dirigentes políticos y mediáticos, en tanto, abrigan la esperanza de un repliegue táctico, que les permita volver luego, parafraseando a Cipriano Castro, con los mismos hombres, los mismos ideales y los mismos procedimientos, pero aparentando que son nuevos.
No hablamos acá de los que ya dieron demostraciones claras de rectificación al participar en las elecciones parlamentarias y estar dispuestos a reconocer la plena legalidad de la Asamblea Nacional que entrará en funciones el 5 de enero. Esos ya hicieron su tarea.
Nos referimos a los otros, los que en cambio se mantuvieron en la onda del boicot a las elecciones y le dieron pábulo a la fulana consulta popular. Esos son los que ahora tienen graves dificultades para meter el retroceso porque se adentraron demasiado en el pantano.
Leyendo sus trinos, declaraciones y análisis, cobra sentido lo que dice un personaje de la novela Esta historia, del italiano Alessandro Baricco: «En las maniobras contempladas en los manuales de estrategia militar, hay una que supera a las demás hasta el punto de ser considerada, por muchos, esencialmente irrealizable: la retirada».
Explica el hombre que los manuales se empeñan en presentarla como una maniobra que puede realizarse dentro de cierto orden y racionalidad, pero la verdad es que «un ejército que se retira es, de hecho, un ejército que ya no existe».
(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)