La mentalidad colonizada que florece en los países sometidos es, probablemente, la mejor de las muchas armas con la que cuentan los imperios. Para observar cómo funciona, tenemos hoy un laboratorio vivo: lo que está pasando en Estados Unidos.
Basta escuchar o leer a los dirigentes, analistas e influencers del status quo para entender cómo funciona una mente colonizada. Revisemos algunos de esos aspectos.
EEUU como democracia avanzada
Cuando usted oiga o lea a alguien que se muestra alarmado por los sucesos de Washington bajo el argumento de que ocurren «en una de las democracias más avanzadas de la historia», no le quepa la menor duda de que se encuentra ante una mentalidad colonizada.
Si la persona va más lejos y afirma que «es la democracia más cercana a la perfección», resulta casi seguro que ya no tenga reparación, que sea un caso irreversible.
Hasta el estudio más superficial del régimen político estadounidense muestra que dista años luz de ser una verdadera democracia. Elección presidencial de segundo grado; dos partidos que se han repartido el poder por más de dos siglos; poder real en manos de las corporaciones y familias ricas (el Estado profundo); racismo con raíces constitucionales; violencia armada legalizada; y sistemas electorales poco confiables en los que los medios de comunicación terminan proclamado a los ganadores son apenas algunas de las características de este país que, en el extremo del contrasentido, pretende dar clases de democracia a los demás.
Por supuesto que quien tiene mentalidad colonizada es impermeable ante estos hechos. Si se le confronta acerca de ellos, dirá que es propaganda de la izquierda radical.
EEUU como país pacífico
Otro rasgo definitorio de una cabeza colonizada es estar convencido de que EEUU es un país pacífico.
Para mantener esta idea en pie es necesario ignorar (real o artificialmente) casi toda la historia de la gran nación del norte. El exterminio de su población originaria; el despojo territorial a México; la intensiva esclavización de los africanos y sus descendientes; la guerra civil; los recurrentes magnicidios; el racismo profundo; y el culto por las armas y la guerra son características medulares del ser estadounidense. Es una sociedad violenta que ha llevado esa terrible carga prácticamente a todos los rincones del planeta.
Solo las mentes colonizadas, manipuladas por una formidable industria cultural, académica y mediática, pueden creer lo contrario.
EEUU como antípoda del tercermundismo
La gente sometida (voluntaria o forzosamente) por las ideas colonialistas también se revela en estos días cuando dice que la élite de EEUU se está comportando de un modo tercermundista y que ese país cada vez más luce como una república bananera.
Según ese enfoque, el pobre EEUU se está contaminando de la violencia que caracteriza a los países atrasados del mundo.
Una vez más, si se revisa la historia será evidente que, muy por el contrario, los comportamientos tercermundistas a los que se alude (violencia callejera, golpes de Estado, desconocimiento de resultados electorales) en las naciones del sur geopolítico han sido planificados, financiados, implantados y dirigidos por EEUU y por sus aliados europeos.
Hasta el mismo apelativo de repúblicas bananeras tiene su origen en la perversa conducta de la corporatocracia estadounidense en las naciones pobres productoras de materias primas agrícolas o mineras. Eso de quitar y poner presidentes según los intereses de empresas como la tenebrosa United Fruit Company (en Colombia, Argentina, Cuba y Centroamérica) o la sangrienta ITT (en el Chile de Allende) es una tradición que lleva ya varios siglos.
Por otro lado, el tercermundismo de EEUU no es una cuestión de apariencias. Dentro de la superpotencia bélica y económica sobrevive un enorme segmento poblacional tan pobre y sin esperanzas como el de los países sometidos por los designios imperiales, así como una clase media ahogada por las deudas, siempre a un paso de la pobreza y estupidizada por la ya mencionada maquinaria cultural y mediática.
El derecho a la «preocupación»
Seguramente hay muchos otros síntomas de colonialismo mental, pero cerremos por ahora con uno que, incluso, provoca risa y que hemos visto en estos días: las mentes pitiyanquis repudian que países como Venezuela expresen su preocupación por lo que está pasando en EEUU. Lo consideran una insolencia y un acto injerencista.
A varios dirigentes políticos y mediáticos nacidos acá, por ejemplo, les desagradó que la Cancillería venezolana emitiera un comunicado expresando su inquietud por la violencia política y la polarización extrema en EEUU. Algunos lo consideraron una burla, una falta de respeto porque en la mente colonizada, solo la potencia imperialista tiene derecho a meterse en los asuntos internos de los demás países.
(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)